30.09.2016 Views

Henry Rider Haggard-Las minas del rey salomón

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Good de un salto se puso en pie, ansioso de hacer rodar una nueva pieza,<br />

c<strong>rey</strong>endo tal vez, que matar un elefante era cosa tan fácil como lo había sido<br />

para él concluir con una jirafa, pero yo le cogí por un brazo y le hice sentar,<br />

diciéndole:<br />

—Cuidado con lo que hace usted, deje que se vayan.<br />

—Paréceme que estamos en un paraíso de caza. Propongo nos detengamos<br />

aquí un día o dos y veamos cómo andan nuestras armas —dijo sir Enrique.<br />

Quedé completamente sorprendido al oír esto, porque hasta aquel<br />

momento, sir Enrique sólo pensaba en acelerar nuestra marcha, especialmente<br />

desde Inyati, en donde nos cercioramos que hacía cosa de dos años, un inglés<br />

llamado Neville, había vendido su carro y continuado a pie su viaje hacia el<br />

interior; pero creo que sus instintos de cazador se apoderaron completamente<br />

de él.<br />

Good casi saltó de contento, ardía en deseos de probar su puntería en<br />

aquellos elefantes, y, hablando en plata, lo mismo hice yo, porque remordía a<br />

mi conciencia dejar que tan hermosa manada escapase ilesa, cuando tan cerca<br />

estaba de la boca de mi rifle.<br />

—Perfectamente —dije— creo que no nos vendrá mal ese pequeño recreo,<br />

y ahora durmamos pues para el alba debe estar en camino, si queremos<br />

sorprenderlos pastando antes de que emprendan sus correrías.<br />

Los demás convinieron, y nos dirigimos a nuestra cama. Good se quitó la<br />

ropa, la sacudió, y después de guardar su lente y dentadura postiza en el<br />

bolsillo de los pantalones, la dobló con esmero, colocándola bajo una punta de<br />

su impermeable, para resguardarla <strong>del</strong> sereno. Sir Enrique y yo nos<br />

contentamos con arreglos más rudimentarios, y bien pronto, envueltos en<br />

nuestras mantas, dormíamos con ese sueño profundo y tranquilo que aguarda<br />

al caminante.<br />

De repente nos despertó el ruido de una violenta lucha que parecía<br />

efectuarse cerca de la charca, y casi en el mismo instante nos ensordeció una<br />

serie de terribles rugidos. No podíamos equivocarnos, sólo un león era capaz<br />

de producirlos. Pusímonos de pie, y mirando al citado lugar, descubrimos una<br />

masa confusa, amarillenta y negra, que se revolvía en extraño combate,<br />

acercándose a nosotros. Cogimos los rifles, y calzándonos nuestras abarcas,<br />

abandonamos el scherm para salir a su encuentro; pero al hacerlo, la vimos<br />

caer y rodar por el suelo, y cuando llegamos hasta ella sus agitadas<br />

convulsiones habían cesado, su inmovilidad era absoluta.<br />

Entonces comprendimos lo que era. Tendidos sobre la hierba,<br />

completamente muertos, teníamos a nuestros pies un antílope negro, el más<br />

hermoso de los antílopes africanos, y clavado en sus largos y corvos cuernos,<br />

un magnífico león de negra melena. Evidentemente, aquel antílope bajó a la<br />

charca para beber y el león, sin duda el mismo que antes oímos, allí en acecho,<br />

de un salto se había abalanzado sobre el citado animal mientras bebía, el que,<br />

recibiéndolo sobre sus agudas defensas, lo traspasó de parte a parte. Ya en<br />

otra ocasión había presenciado una cosa igual. El león, no pudiendo

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!