30.09.2016 Views

Henry Rider Haggard-Las minas del rey salomón

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—Somos de las estrellas. Venimos a ver esta tierra.<br />

—De muy lejos llegáis para ver cosa bien pequeña —y señalando a<br />

Umbopa— ¿ese también viene de las estrellas?<br />

—También ha bajado de ellas; hombres de tu mismo color viven al otro<br />

lado de los cielos; pero no me preguntes más por cosas que son demasiado<br />

elevadas para ti, Twala, <strong>rey</strong> de los kukuanos.<br />

—Altiva es tu voz, hijo de las estrellas —replicó con un tono que bien<br />

poco me agradó—. Recuerda que las estrellas están muy distantes, mientras<br />

que tú con los tuyos os encontráis aquí, al alcance de mi mano. ¿No temes<br />

haga con vosotros como hice con aquel cuyo cuerpo retiraron ha poco?<br />

Lancé una carcajada, aunque maldito el deseo que de reírme tenía.<br />

—¡Oh, <strong>rey</strong>! Ten cuidado, anda con cautela, por encima de ascuas, no vayas<br />

a quemarte los pies; no juegues con los filos de tu lanza, si no quieres cortarte<br />

las manos. Toca uno solo de nuestros cabellos y caerás como herido por el<br />

rayo. ¿Acaso esos —señalando Infadús y Scragga (este malvado a la sazón<br />

limpiaba tranquilamente su enrojecida arma)— no te han dicho qué clase de<br />

hombres tienes ante ti? ¿Has visto seres semejantes a nosotros alguna vez? —<br />

y tendí el brazo hacia Good, bien seguro de que jamás sus ojos habían<br />

tropezado con alguien, cuyo aspecto se pareciera en lo más mínimo al de<br />

nuestro camarada.<br />

—Nunca en verdad.<br />

—¿No te han dicho cómo herimos de muerte desde lejos?<br />

—Sí, me lo han dicho, pero no lo creo. Mostrádmelo ahora. Mátame un<br />

hombre de aquellos —señalando a los que estaban formados al lado opuesto<br />

<strong>del</strong> kraal— y entonces te creeré.<br />

—No, sólo derramamos la sangre de un hombre cuando así lo exige un<br />

justo castigo; pero si quieres verlo, manda a tus criados hagan entrar un buey<br />

por la puerta <strong>del</strong> kraal, y antes que se haya apartado veinte pasos de ella, lo<br />

verás caer muerto a nuestra mano.<br />

—No —replicó riéndose— mátame a un hombre y daré fe a tus palabras.<br />

—Sea, ¡oh <strong>rey</strong>! como lo pides —contesté con frialdad— levántate, cruza<br />

por esta parte despejada y antes que tu planta alcance la puerta, habrás dejado<br />

de existir; y si así no lo quieres, envía a tu hijo Scragga (a quien en aquel<br />

momento hubiera tomado con placer por blanco de mi rifle). Al oír mi<br />

proposición el joven perverso, dejando escapar un aullido, de un salto<br />

desapareció en la choza. Twala frunció majestuosamente el ceño. La idea no<br />

le agradaba.<br />

—Traed un buey —mandó al cabo de un corto silencio.<br />

Dos hombres partieron inmediatamente a la carrera.<br />

—Ahora, sir Enrique, dispare usted, quiero que estos brutos sepan no soy<br />

yo el único mago entre nosotros.<br />

Sir Enrique tomó su rifle y lo preparó.<br />

—Espero hacer un buen blanco.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!