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VIAJE AL CENTRO DE LA ALIMENTACIÓN QUE NOS ENFERMA

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CAPÍTULO 3. ¿POR QUÉ COMEMOS TAN REMATADAMENTE M<strong>AL</strong>?<br />

3.3 Opciones para mejorar<br />

el acceso a los alimentos<br />

saludables a través de la<br />

intervención en los precios<br />

Visto lo visto, resulta tentador proponer que las Administraciones<br />

competentes utilicen una política de ajuste de precios con el<br />

fin de incentivar una mejor opción alimentaria. ¿Cómo debería<br />

un Gobierno ajustar los precios relativos? Se han realizado varias<br />

propuestas y algunas ya se han puesto en práctica. Analizaremos<br />

aquí algunas de ellas. Ante de ello, conviene recordar<br />

una cosa, para las personas susceptibles al tema (a veces tabú)<br />

de la intervención pública sobre el precio de las cosas, aunque<br />

sean elementos constitutivos de un derecho básico como es la<br />

alimentación. La manipulación gubernamental de los precios ha<br />

sido rutinaria desde hace décadas y está basada en la indiscutible<br />

evidencia de que los hábitos de compra pueden verse influidos<br />

por cambios importantes en los precios de los alimentos. Baste<br />

con recordar el precio del tabaco o los combustibles, por ejemplo.<br />

En el caso alimentario, las ayudas públicas a determinados cultivos<br />

o formas de producción, transformación o comercialización<br />

también son una manera clara de actuar sobre los precios y la<br />

producción y el consumo, conduciendo el mercado hacia áreas<br />

que a la Administración le pueda interesar. Lamentablemente, la<br />

inmensa mayoría de estas ayudas (directas o indirectas) no van<br />

en el sentido de promocionar los sistemas alimentarios locales y<br />

las producciones agroecológicas, sino todo lo contrario, pero este<br />

sería otro tema.<br />

La justificación primaria para intervenir públicamente en los<br />

precios de los alimentos se basa en dos elementos:<br />

››<br />

Una manera de modificar el consumo consiste en desincentivar<br />

el consumo de los alimentos insanos encareciéndolos,<br />

e incentivar el de los sanos abaratándolos.<br />

››<br />

Las clases populares tienen dificultades económicas dado<br />

el alto precio relativo (relativo a sus ingresos, se entiende)<br />

de la dieta saludable. En aras de reducir la desigualdad en<br />

materia de salud y de los riesgos sanitarios (como lo es la<br />

dieta insana), se interviene abaratando los alimentos básicos,<br />

haciéndolos más accesibles.<br />

la reducción. En las líneas que siguen pasará lo mismo (más extensión<br />

dedicada a las tasas que a la reducción de precios), pero<br />

los dos elementos son igualmente interesantes (especialmente<br />

cuando se combinan).<br />

Para quien necesite datos académicos, aquí exponemos algunos:<br />

El Centro Común de Investigación (Joint Research Center, JRC<br />

por sus siglas en inglés) de la Comisión Europea, en su estudio<br />

predictivo sobre La sociedad saludable del mañana: prioridades en<br />

la investigación sobre alimentos y dieta, recoge en su fundamento<br />

cómo el acceso a los alimentos saludables no solo depende de<br />

su disponibilidad física en el lugar de compra o consumo, sino<br />

también de lo asequible que sean en términos de precios. Esta<br />

situación hace que se creen verdaderos desiertos alimentarios<br />

en zonas donde el poder adquisitivo es bajo o muy bajo, tanto<br />

en el tipo y presencia de establecimientos como en la densidad<br />

energética o nutricional de los alimentos disponibles, inclinando<br />

las decisiones de compra hacia opciones más económicas y de<br />

menor calidad nutricional. El resultado final de todo ello es, como<br />

hemos visto en apartados anteriores, el gradiente social y de<br />

género de las enfermedades asociadas a la alimentación insana y<br />

la diferencia sustancial de prevalencia de las mismas en función<br />

del barrio de residencia y del género asignado.<br />

Diversos estudios 200 han mostrado que la disminución de los precios<br />

en ciertos alimentos tiene un efecto directo sobre su adquisición,<br />

especialmente en los grupos de población de menos ingresos.<br />

Por ejemplo, en Estado Unidos se estima que una reducción<br />

del 1% en el precio de frutas y hortalizas podría incrementar su<br />

consumo en 1/2 ración diaria evitando en la población estadounidense<br />

hasta 7.000 casos de enfermedad coronaria y 3.000 ictus,<br />

con un ahorro sanitario de cerca de 1.000 millones de euros.<br />

También existen evidencias robustas que relacionan el aumento<br />

de la incidencia del sobrepeso y obesidad con el precio relativo<br />

entre alimentos de alta densidad energética y otros de perfiles<br />

menos saludables; acciones fiscales sobre el precio de alimentos<br />

como el gravamen y/o los subsidios podrían disminuir un 2% y el<br />

1% el sobrepeso y la obesidad, respectivamente. En los EE. UU.<br />

(uno de los países que más literatura científica ha elaborado de<br />

este tema) se ha llegado a la conclusión de que el fácil acceso y<br />

los precios asequibles de alimentos insanos en combinación con<br />

una menor disponibilidad y precios más altos en frutas y verduras,<br />

pescados y carnes bajas en grasa, podrían haber sido factores<br />

determinantes en la alarmante prevalencia de obesidad que sufre<br />

el país, especialmente en los grupos de menos ingresos.<br />

››<br />

En resumen<br />

Podemos incrementar el precio de algunos alimentos (los insanos)<br />

y/o abaratar otros (los sanos). Sin embargo, buena parte de<br />

la discusión académica (y las medidas políticas implementadas<br />

por algunas Administraciones) se ha centrado en el incremento<br />

de los precios a través de diferentes tipos de tasas, no tanto en<br />

200. https://ec.europa.eu/jrc/sites/default/files/jrc-study-tomorrow-healthly-society.pdf

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