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VIAJE AL CENTRO DE LA ALIMENTACIÓN QUE NOS ENFERMA

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de género. Parafraseando a Bella Abzug, la prueba para saber si<br />

se puede tener un empleo o no, un buen salario o no, una buena<br />

salud o no, una buena dieta o no, no debe ser la existencia o ausencia<br />

del cromosoma Y. Pero los datos confirman que es así. La<br />

salud de hombres y mujeres es diferente y es desigual. Y la que<br />

nos interesa aquí es la vertiente desigual. Diríamos que su salud<br />

es diferente porque existe una serie de factores biológicos (genéticos,<br />

hereditarios, fisiológicos, etc.) que determinan el funcionamiento<br />

y el riesgo de enfermar de los cuerpos de unos y otras,<br />

y es desigual porque existe otra serie de condicionantes sociales,<br />

explicados por el género, que influyen de forma injusta sobre la<br />

salud de hombres y mujeres 37 .<br />

Cuando hablamos de las desigualdades de género en la salud,<br />

a menudo surge la siguiente cuestión: en la mayor parte de las<br />

sociedades, las mujeres son más longevas que los hombres y,<br />

sin embargo, padecen más enfermedades a lo largo de sus vidas.<br />

Este hecho se ha denominado paradoja de la mortalidad. Sin<br />

cuestionar la desigualdad de género, es cierto que en los últimos<br />

años, diversos estudios han matizado tal afirmación, apuntando<br />

en otra dirección que resulta interesante para este informe. Así,<br />

sin obviar el hecho de que para algunos indicadores de salud las<br />

mujeres muestran peores resultados, esta nueva perspectiva<br />

subraya la heterogeneidad de situaciones dentro del colectivo<br />

de las mujeres, derivadas de sus diferentes circunstancias en el<br />

mercado laboral y en el espacio doméstico, de su edad, etnia o<br />

clase social 38 .<br />

Bajo esta perspectiva, desde el momento en que las mujeres comienzan<br />

a desarrollar trabajos de tipo remunerado en el espacio<br />

público, estas deben soportar cargas de trabajo mayores (el remunerado<br />

más el doméstico) y tienden a adoptar conductas menos<br />

saludables que afectan negativamente a su estado de salud.<br />

Un estudio realizado a partir de la Encuesta Nacional de Salud de<br />

1997 mostró que, independientemente del efecto de la edad y de<br />

la clase social, la prevalencia de tabaquismo era significativamente<br />

superior en las mujeres ocupadas. Concretamente, fumaban el<br />

39% de las mujeres empleadas y el 41% de las paradas, y solo lo<br />

hacía el 20% de las amas de casa 39 . Esto parece apuntalar algunos<br />

datos que veremos más adelante: las mujeres de las clases populares<br />

son las que más están sufriendo los estragos de la dieta<br />

insana.<br />

Añadamos a esto otro elemento que creemos es interesante. Las<br />

causas de desigualdad en salud asociadas al género están cambiando<br />

debido a que los roles de género también están cambiando<br />

(y no siempre a mejor). En el momento histórico actual, por<br />

ejemplo, el hecho de que las mujeres hayan comenzado a ocupar<br />

espacios y funciones tradicionalmente reservados a los hombres<br />

está afectando directamente a su salud y las razones de la brecha<br />

de salud entre hombres y mujeres están, también, modificándose.<br />

Por ejemplo, existe numerosa bibliografía que sostiene que, para<br />

las mujeres, tener un trabajo remunerado (especialmente si es a<br />

jornada completa) a la vez que criaturas en edad de ser atendidas<br />

puede dañar su salud, como consecuencia del estrés provocado<br />

por el desempeño paralelo del rol de madre y de trabajadora<br />

remunerada. Este conflicto de roles generaría en las mujeres la<br />

sensación de no estar cumpliendo debidamente ambas obligaciones,<br />

especialmente cuando el volumen de trabajo para poder<br />

combinar la vida familiar y laboral es elevado. Por ello, el estado<br />

civil o de convivencia, las condiciones laborales, así como los<br />

recursos materiales y personales disponibles para hacer frente a<br />

tal sobrecarga de trabajo serán factores relevantes que podrán<br />

modificar el efecto sobre la salud de tal combinación 40 .<br />

Y el tercer elemento que queremos destacar. Volvamos un<br />

momento no a la calidad de vida, sino a la mortalidad, elemento<br />

esgrimido a menudo para indicar que el estado de salud de las<br />

mujeres no será tan malo cuando viven más. Pues bien, también<br />

la desigualdad en la mortalidad relacionada con los hábitos de<br />

vida se está modificando en los últimos años. Los roles sociales de<br />

las mujeres se han transformado sustancialmente en los países<br />

occidentales, por lo que los patrones de la mortalidad de hombres<br />

y mujeres han ido progresivamente asemejándose. En el<br />

Estado español, el aumento de esta brecha entre la esperanza de<br />

vida entre hombres y mujeres fue especialmente acusado en la<br />

década de los 80, debido principalmente a las consecuencias del<br />

consumo de drogas y los accidentes de tráfico entre los hombres,<br />

y siguió aumentando hasta la década de los 90. Sin embargo, la<br />

progresiva homogeneización de los estilos de vida de los hombres<br />

y las mujeres de las generaciones más jóvenes parece haber<br />

provocado la reducción de la diferencia en la esperanza de vida<br />

en la década de los 90 cuando, por primera vez, la esperanza de<br />

vida de los hombres aumentó más que la de las mujeres 41 .<br />

La desigualdad en salud tiene cuatro grandes características:<br />

En primer lugar, su gran magnitud, ya que el impacto de la desigualdad<br />

es enorme. Por ejemplo, en los años 90 se estimaba<br />

que si las tasas de mortalidad de la población afroamericana de<br />

los EE. UU. hubieran sido iguales a las de los blancos, se habrían<br />

evitado cerca de 900.000 muertes entre 1991 y el año 2000.<br />

Durante el mismo periodo de tiempo, los avances médicos solo<br />

conseguirían evitar 176.000 muertes. La mortalidad infantil de<br />

los hijos de madre de clase trabajadora en Bolivia es de 100 por<br />

1.000, mientras que la de los hijos de madre de clase media es<br />

de 40 por 1.000. Otro ejemplo de desigualdad social lo tenemos<br />

bien cerca, en el Estado español, donde cada hora mueren cuatro<br />

37. http://www.ararteko.net/RecursosWeb/DOCUMENTOS/1/1_701_3.pdf<br />

38. Ver los trabajos de Verbrugge, 1989; Annandale y Hunt, 2000; Walters y col, 2002.<br />

39. www.ararteko.net/RecursosWeb/DOCUMENTOS/1/1_701_3.pdf<br />

40. http://www.ararteko.net/RecursosWeb/DOCUMENTOS/1/1_701_3.pdf<br />

41. Observatorio de Salud de la Mujer, 2006.

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