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VIAJE AL CENTRO DE LA ALIMENTACIÓN QUE NOS ENFERMA

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mientos de energía y de ciertos nutrimentos, lo cual, aunado a<br />

los cortos intervalos intergenésicos, al intensivo cuidado de los<br />

hijos (reproducción social) y a una mala alimentación, hace de<br />

la población femenina uno de los grupos con mayor riesgo. Esto<br />

podría parecer positivo; no obstante, algunas investigadoras<br />

alertan que caracterizar a la mujer esencialmente por sus funciones<br />

reproductivas (solo como «madres») es lo que ha llevado a<br />

las y los profesionales de la salud y la nutrición a estudiar casi de<br />

forma exclusiva el estado nutricional de las mujeres-madres durante<br />

ciertos momentos del proceso reproductivo, sin percatarse<br />

de que esta visión puede distraer la atención de otros elementos<br />

de discriminación y desventaja. La construcción de la identidad<br />

femenina centrada en la maternidad se define en lo femenino<br />

como un «ser para otros», lo cual llega a tener implicaciones en<br />

la autoestima, la valoración social y la capacidad para tomar decisiones<br />

y actuar en su propio cuerpo, su vida y su salud, incluida<br />

su alimentación. La mujer es, sobre todo, quien nutre y alimenta a<br />

los demás y esa parte de la construcción de la identidad cuestiona<br />

la posibilidad de cuidar su propio bienestar. De lo anterior se<br />

desprende la necesidad de contrarrestar el sesgo generalizado<br />

de restringir la salud de la mujer al ámbito reproductivo-materno.<br />

Un muy buen ejemplo de esta tesis la tenemos en los resultados<br />

de un estudio sobre la afectación de la diabetes tipo II en<br />

Andalucía analizando dos determinantes sociales: clase social y<br />

género. El resultado indica (como hemos visto anteriormente)<br />

que las clases populares sufren más diabetes que las superiores,<br />

pero que esta brecha es mucho mayor para las mujeres. Estas,<br />

las mujeres de clases populares, tienen tres veces más diabetes<br />

que los hombres de su misma clase. La explicación que ofrece la<br />

investigación 68 es que «la disponibilidad de ingresos económicos<br />

condiciona numerosas decisiones en el ámbito personal y familiar,<br />

sobre todo en el modelo de sociedad capitalista, en la cual el<br />

acceso a la mayoría de los bienes y servicios está estrechamente<br />

ligado a la posición económica. El hecho de que los riesgos de<br />

obesidad y de diabetes mellitus de tipo II según la dificultad para<br />

llegar a fin de mes se observen solo en las mujeres puede ser<br />

consecuencia del mayor peso que en general tienen, respecto a<br />

los hombres, en la planificación y la ejecución del gasto del hogar.<br />

Este rol ligado al género que la sociedad les asigna haría que<br />

evaluaran de forma más precisa y percibieran más directamente<br />

la existencia de dificultades económicas en el hogar, y por tanto<br />

sufrirían más las consecuencias de la incertidumbre asociada a<br />

las posibilidades de adquisición de, entre otros bienes y servicios,<br />

los alimentos necesarios para los miembros de su núcleo familiar,<br />

o para sí mismas en las que viven solas. En el Estado español se<br />

ha comprobado un mayor riesgo de pobreza en las mujeres que<br />

en los hombres. La desigualdad de género podría ser una expresión<br />

de otras exposiciones de riesgo para la salud derivadas de las<br />

dobles cargas de trabajo (en el hogar, con el cuidado de los niños<br />

y los mayores más el resto de trabajos domésticos, y fuera de él),<br />

la subordinación en la toma de decisiones, la mayor precariedad<br />

laboral y el menor apoyo social para sus cuidados personales,<br />

68. http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0213-91112009000500012<br />

especialmente en las mujeres que viven solas. Estos factores,<br />

entre otros, podrían condicionar negativamente su alimentación<br />

y limitar sus posibilidades de realizar ejercicio físico, favoreciendo<br />

la obesidad y el riesgo de diabetes mellitus de tipo II. Es posible<br />

que la mayor prevalencia y el riesgo aumentado de diabetes<br />

mellitus de tipo II en las mujeres con dificultades para llegar a fin<br />

de mes pueda ser, en parte, consecuencia de desigualdades en los<br />

cuidados recibidos».<br />

• nDiabetes tipo II<br />

Esta dolencia se presenta con una alta prevalencia en mujeres<br />

mayores de 40 años, relacionada en muchos casos con la obesidad,<br />

que también hemos visto que tiene un claro sesgo de género<br />

especialmente entre clases populares. La diabetes es una enfermedad<br />

de mujeres que se ha estudiado en hombres, así de simple.<br />

• nTrastornos de la conducta alimentaria<br />

(TCA)<br />

Estos trastornos son un apartado clásico en los estudios de género<br />

y alimentación, aunque hemos intentado reflejar en estas páginas<br />

hasta qué punto el género como determinante social afecta<br />

a toda la alimentación insana, no solamente a problemas como la<br />

anorexia, la bulimia o sus formas mixtas. Se sabe que las mujeres<br />

desarrollan con mayor frecuencia desórdenes de la conducta<br />

alimentaria que los hombres, y el género femenino generalmente<br />

es considerado un factor de riesgo importante para los TCA. Los<br />

últimos estudios alertan del aumento de casos especialmente en<br />

adolescentes y mujeres jóvenes. La prevalencia en estos grupos<br />

oscila entre el 1 y el 4%, con una ratio mujer/varón de 10-20:1,<br />

aunque las actitudes anoréxicas que no cumplen todos los criterios<br />

de enfermedad son mucho más altas. Las pacientes con trastornos<br />

de la alimentación puntúan en las escalas de feminidad<br />

con los ítems más altos. Pocas patologías tienen de manera más<br />

evidente la marca de la presión cultural sobre el ideal de mujer.<br />

Nadie duda de la importancia de los mensajes de los medios de<br />

comunicación sobre el desarrollo de esta epidemia, que provocan<br />

un choque entre la exigencia de perfección sobre el físico femenino,<br />

según determinados patrones estéticos, y la percepción de<br />

una realidad siempre alejada de este ideal. La visibilización es un<br />

paso, pero hay que actuar de manera que no solamente se visibilicen<br />

las mujeres como protagonistas de la enfermedad, sino que<br />

puedan actuar como gestoras en el cambio de su propia realidad.<br />

De objeto de estudio a sujetos de cambio. Los alimentos no solo<br />

se componen de nutrientes, sino también de significaciones.

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