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VIAJE AL CENTRO DE LA ALIMENTACIÓN QUE NOS ENFERMA

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CAPÍTULO 3. ¿POR QUÉ COMEMOS TAN REMATADAMENTE M<strong>AL</strong>?<br />

1.2 Regulación de la<br />

publicidad alimentaria<br />

insana<br />

Como hemos visto, la publicidad tiene un impacto determinante<br />

en las compras de la población. Si la publicidad alimentaria es,<br />

básicamente, insana, eso influye (en mayor o menor medida) en<br />

la compra de alimentos insanos y en una dieta insana. Nos hemos<br />

centrado en la población infantil y los impactos publicitarios que<br />

reciben (que son mucho más insanos, si cabe, que los de la población<br />

adulta) por la importancia del problema de la mala alimentación<br />

en ella y porque se trata de una población vulnerable que,<br />

según la OMS y demás organismos internacionales, debería ser<br />

adecuadamente protegida en materia de publicidad perniciosa.<br />

De la misma manera que no se pueden publicitar según que artículos<br />

en horario infantil o dentro de la programación infantil,<br />

parecería coherente, vista la gravedad de la situación de salud<br />

pública ante la que nos encontramos, que existiera algún tipo de<br />

control y protección infantil de este tipo de alimentación. ¿Existe?<br />

Sí y no. Podríamos, de hecho, decir que no, pero es aún peor que<br />

eso. Hay una cosa peor que la ausencia de control y es que parezca<br />

que lo hay. Un falso control, eso es lo que tenemos. Un engaño.<br />

Y ese engaño se llama código PAOS y Autocontrol.<br />

• nLa urgente necesidad de una<br />

regulación estricta de la publicidad<br />

En 2012, la Oficina Regional de Europa de la Organización Mundial<br />

de la Salud publicó Márquetin de alimentos ricos en grasa, sal y<br />

azúcar para la población infantil: actualización 2012-2013, donde<br />

declara que «por desgracia, el márquetin de alimentos poco saludables<br />

dirigido a la población infantil ha demostrado ser desastrosamente<br />

eficaz». Y es que las pruebas que confirman que el<br />

márquetin de alimentos insanos «funciona» son indiscutibles.<br />

Como indiscutible es el efecto devastador que ejerce el consumo<br />

frecuente de dichos «alimentos» sobre la salud en general, y sobre<br />

el riesgo de obesidad infantil en particular, tal y como acreditan<br />

las 44 páginas del citado documento.<br />

Según la OMS, mientras que los adultos sabemos cuándo estamos<br />

ante un anuncio, la población infantil no tiene esa capacidad.<br />

El tema de la libre elección individual es uno de los caballos de<br />

batalla de la industria, pero como hemos visto repetidamente en<br />

este informe, es un hecho comprobado que los seres humanos no<br />

funcionamos así. Somos altamente vulnerables en nuestras decisiones<br />

de compra de alimentos, y la población infantil lo es muchísimo<br />

más. En su caso, son terriblemente receptivas (y vulnerables)<br />

a mensajes que les conducirán a decisiones poco saludables<br />

o a insistir a sus progenitores a que les compren determinados<br />

productos. Esta publicidad irrumpe, según la OMS, en escuelas,<br />

guarderías, supermercados, lugares de juego, consultorios y<br />

servicios de atención familiar y pediátrica, televisión, Internet y<br />

«muchos otros entornos». Las técnicas de márquetin incluyen patrocinios,<br />

utilización de personas famosas, mascotas u otros personajes<br />

populares entre la población infantil, mensajes de correo<br />

electrónico y de texto a través del teléfono móvil, actividades<br />

filantrópicas vinculadas con la promoción de una marca y un largo<br />

etcétera que abarca «innumerables conductos y mensajes». Y<br />

en cuanto a los medios, la publicidad abunda también en las redes<br />

sociales de las que son usuarias, e incluso en las aplicaciones de<br />

teléfonos inteligentes dirigidas a la población infantil. Es la nueva<br />

amenaza del márquetin digital, que tiene como ventaja para la<br />

industria alimentaria un coste económico muchísimo menor.<br />

La recomendación número 1 de la OMS en sus Recomendaciones<br />

sobre la promoción de alimentos y bebidas no alcohólicas dirigida<br />

a la población infantil, dicta que la calidad nutricional de los<br />

productos publicitados debería ser un objetivo prioritario a controlar.<br />

Pero como veremos, la forma de regulación más extendida<br />

(los códigos de autorregulación) en su gran mayoría no aborda<br />

esta problemática, ocupándose únicamente de aspectos éticos de<br />

la publicidad (es el caso del código PAOS español).<br />

Esta organización internacional no se cansa de repetir que hay<br />

que controlar la publicidad y, lo que es más importante, también<br />

dice no se está haciendo. En 2010 la OMS ya indicó que los entornos<br />

donde hay población infantil «deben estar libres de toda<br />

forma de promoción de alimentos ricos en grasas saturadas,<br />

ácidos grasos de tipo trans, azúcares libres o sal». En su nueva<br />

publicación, tras analizar los cambios que se han producido en la<br />

última década, constata que siguen sin estar libres. La mayoría<br />

de los productos que aparecen publicitados en dichos entornos,<br />

como hemos visto, son alimentos insanos. Las principales categorías<br />

de alimentos anunciados son los refrescos, los cereales<br />

azucarados, las galletas, la confitería, la bollería, los platos preparados<br />

y los restaurantes de comida rápida. Ni más ni menos que la<br />

pirámide nutricional invertida.<br />

Para discernir qué alimentos deberían ser objeto de restricción<br />

en la publicidad, la OMS propone que los Estados apliquen directrices<br />

internas sobre calidades nutricionales establecidas por órganos<br />

científicos, así como que se usen modelos de perfiles nutricionales<br />

o se establezcan categorías específicas de alimentos más<br />

o menos recomendables. Un ejemplo de este tipo de abordaje es<br />

la normativa implantada en el Reino Unido. Por contra, veremos<br />

que el Estado español está a años luz de lo que propone la FAO<br />

(Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la<br />

Agricultura), ya que sus organizaciones científicas más relevantes<br />

se niegan a establecer categorías de alimentos o perfiles más o<br />

menos saludables. Para la mayor parte de los estudios centrados<br />

en evaluar la calidad nutricional de los alimentos que inundan la<br />

publicidad infantil, se han utilizado las recomendaciones internacionales<br />

y las de países que sí han avanzado en este sentido.

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