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_Quien le hacia la cena a Adam - Katrine Marcal

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero. A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su lugar, hacerlo por amor. El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía. Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo, «el derecho a llorar en público». O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia
Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero.
A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para
exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre
creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la
igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de
manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su
lugar, hacerlo por amor.
El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía.
Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido
hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los
hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo,
«el derecho a llorar en público».
O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

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con el Bundesbank a<strong>le</strong>mán.»<br />

Pueden l<strong>le</strong>gar a ser vio<strong>le</strong>ntos y agresivos:<br />

«El gobierno griego se hal<strong>la</strong> enzarzado en una guerra a gran esca<strong>la</strong> con los<br />

mercados.» «Estados Unidos podría dejar que los mercados tumbaran al<br />

dó<strong>la</strong>r.» «Los mercados olieron <strong>la</strong> sangre.» «Al banco central <strong>le</strong> queda aún<br />

algo de munición.» «¡Tenemos que convencer a los mercados de que somos<br />

capaces de generar volumen de negocio!»<br />

No obstante, también pueden encontrarse mal:<br />

«La semana pasada los mercados se mostraron muy tensos.» «La caída de<br />

<strong>la</strong> libra esterlina ha enfurecido a los mercados.» «Los mercados están aún<br />

tamba<strong>le</strong>ándose después de haber recibido un duro golpe.» «El culpab<strong>le</strong> del<br />

nerviosismo de los mercados es probab<strong>le</strong>mente el ministro de Economía,<br />

Anders Borg.» «Los mercados se mostraron confusos por sus comentarios.»<br />

«El sentir generalizado en los mercados es de inseguridad.» «Los mercados<br />

han entrado en una fase espasmódica y dubitativa.» «Ayer Portugal intentó<br />

calmar a los mercados.»<br />

Cuando los mercados se hal<strong>la</strong>n inusualmente trastornados (clínicamente<br />

deprimidos o, de alguna manera, víctimas de una ansiedad que no parece<br />

tener fin), entonces <strong>la</strong> sociedad ha de hacer<strong>le</strong>s algún tipo de ofrenda. Grandes<br />

sumas de dinero. La economía debe ser «estimu<strong>la</strong>da». Las personas, el<br />

Estado o ambos han de consumir más para que los mercados sigan<br />

funcionando. Es algo caro, pero <strong>la</strong> alternativa es mucho más desa<strong>le</strong>ntadora,<br />

tanto que ni siquiera merece <strong>la</strong> pena pensar en el<strong>la</strong>. El consumo se convierte<br />

es una especie de sangre sagrada; limpia e impura, desagradab<strong>le</strong> y hermosa a<br />

<strong>la</strong> vez.<br />

«Con todo lo que se está hab<strong>la</strong>ndo sobre cómo estimu<strong>la</strong>r<strong>la</strong>, se podría l<strong>le</strong>gar<br />

a pensar que <strong>la</strong> economía es una especie de clítoris gigante», escribió <strong>la</strong>

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