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_Quien le hacia la cena a Adam - Katrine Marcal

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero. A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su lugar, hacerlo por amor. El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía. Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo, «el derecho a llorar en público». O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia
Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero.
A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para
exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre
creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la
igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de
manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su
lugar, hacerlo por amor.
El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía.
Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido
hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los
hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo,
«el derecho a llorar en público».
O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

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personas no son jugadores ais<strong>la</strong>dos que respondan sistemáticamente al palo y<br />

<strong>la</strong> zanahoria. No vivimos en un mundo donde todo pueda ser calcu<strong>la</strong>do en<br />

términos económicos. Si se introduce un incentivo económico, se corre el<br />

riego, como en <strong>la</strong> guardería israelí, de acabar con aquello que mantenía<br />

contro<strong>la</strong>da <strong>la</strong> situación.<br />

En Suiza, se l<strong>le</strong>vó a cabo un estudio económico antes de uno de sus<br />

numerosos referéndums.[5] Versaba sobre si se debían alma<strong>cena</strong>r o no<br />

residuos nuc<strong>le</strong>ares; los científicos estaban interesados en saber lo que<br />

pensaba <strong>la</strong> gente acerca de este tema.<br />

Fueron puerta a puerta con sus cuestionarios. ¿Se imaginaban una p<strong>la</strong>nta<br />

de residuos nuc<strong>le</strong>ares en su vecindario? El 50 por ciento respondió: «Sí».<br />

Desde luego, <strong>la</strong> gente lo consideraba peligroso y sabía que haría bajar el<br />

precio de su vivienda, lo cual no <strong>le</strong>s gustaba. No obstante, <strong>la</strong> p<strong>la</strong>nta tenía que<br />

construirse en alguna parte, en eso estaban de acuerdo. Así que si <strong>la</strong>s<br />

autoridades consideraban que había que edificar<strong>la</strong> allí, entonces sentían <strong>la</strong><br />

responsabilidad cívica de aceptarlo. Como buenos ciudadanos suizos.<br />

Cuando, por otro <strong>la</strong>do, se <strong>le</strong>s preguntaba si aceptarían <strong>la</strong> p<strong>la</strong>nta nuc<strong>le</strong>ar en<br />

su vecindario a cambio de una suma re<strong>la</strong>tivamente grande de dinero por <strong>la</strong>s<br />

mo<strong>le</strong>stias (el equiva<strong>le</strong>nte a seis semanas de sa<strong>la</strong>rio para un trabajador<br />

normal), entonces solo el 25 por ciento respondió afirmativamente. Querían<br />

ser buenos ciudadanos; pero ya no se <strong>le</strong>s pedía eso. El incentivo monetario<br />

acabó con el verdadero incentivo.<br />

La gallina de los huevos de oro es, a menudo, algo distinto de lo que<br />

creemos que es.<br />

Por eso ponemos en riesgo su vida.<br />

Introducimos un incentivo económico bajo <strong>la</strong> suposición de que lo que nos<br />

mueve a <strong>la</strong>s personas son <strong>la</strong>s fuerzas económicas. Entonces, el incentivo

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