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_Quien le hacia la cena a Adam - Katrine Marcal

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero. A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su lugar, hacerlo por amor. El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía. Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo, «el derecho a llorar en público». O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia
Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero.
A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para
exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre
creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la
igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de
manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su
lugar, hacerlo por amor.
El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía.
Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido
hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los
hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo,
«el derecho a llorar en público».
O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

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Una cosa es discutir qué es lo que hace que una obra cueste mucho dinero<br />

(por qué una insta<strong>la</strong>ción va<strong>le</strong> doce millones de dó<strong>la</strong>res y otra, cien millones)<br />

[10] y otra comp<strong>le</strong>tamente distinta es afirmar, como Char<strong>le</strong>s Gray, coautor de<br />

The Economics of Art and Culture: «Todos queremos creer que el arte<br />

encierra algo especial, pero yo no me trago que exista diferencia alguna entre<br />

el valor artístico y el económico».[11]<br />

Esto último es sostener que el análisis econométrico del precio es aplicab<strong>le</strong><br />

a todas <strong>la</strong>s cosas. Que el valor económico es lo único que existe. La<br />

economía no es <strong>la</strong> ciencia que nos permitirá dedicarnos a cosas más<br />

importantes. Por el contrario, <strong>la</strong> lógica económica es lo único que cuenta.<br />

Keynes quería que <strong>la</strong> humanidad disolviera con el paso del tiempo su<br />

alianza con el hombre económico. Que <strong>la</strong> codicia era buena venía a ser solo<br />

un decir, un <strong>le</strong>ma transitorio.<br />

A pesar del progreso material, los «prob<strong>le</strong>mas económicos» están <strong>le</strong>jos de<br />

haber sido resueltos. Si jugamos a dividir el crecimiento mundial anual a<br />

partes igua<strong>le</strong>s, una para cada uno de los 6.500 millones de habitantes,<br />

tocaríamos a unos 11.000 dó<strong>la</strong>res por persona, de modo que nadie tendría por<br />

qué pasar hambre.[12] Pero en cuanto abandonamos el juego y miramos a<br />

nuestro alrededor, vemos que <strong>la</strong> realidad es muy diferente.<br />

La mitad de <strong>la</strong> pob<strong>la</strong>ción mundial vive con menos de dos dó<strong>la</strong>res al día. La<br />

mayoría de <strong>la</strong>s personas que integran esa mitad son mujeres. La pobreza se ha<br />

convertido en un tema femenino, y <strong>la</strong> búsqueda de una existencia mejor<br />

supone para millones de mujeres una vida muy <strong>le</strong>jos de casa, a menudo <strong>le</strong>jos<br />

de sus hijos, ya sea cuidando de los de otras a cambio de una remuneración, o<br />

bien como limpiadora, camarera, peón de fábrica, trabajadora agríco<strong>la</strong>,<br />

trabajadora sexual, o lo que sea, dentro de <strong>la</strong> economía mundial sumergida.<br />

Países increíb<strong>le</strong>mente ricos limitan con países extremadamente pobres; y,<br />

dentro tanto de unos como de otros, <strong>la</strong>s personas inmensamente ricas viven a

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