16.09.2018 Views

_Quien le hacia la cena a Adam - Katrine Marcal

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero. A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su lugar, hacerlo por amor. El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía. Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo, «el derecho a llorar en público». O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia
Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero.
A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para
exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre
creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la
igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de
manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su
lugar, hacerlo por amor.
El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía.
Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido
hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los
hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo,
«el derecho a llorar en público».
O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

ealidad que excluye a <strong>la</strong>s mujeres. Y esto crea prob<strong>le</strong>mas.<br />

No basta con añadir <strong>la</strong>s mujeres a <strong>la</strong> mezc<strong>la</strong> y agitar.[11]<br />

En 1957 Betty Friedan, que a <strong>la</strong> sazón tenía treinta y seis años y era madre de<br />

dos hijos, envió un cuestionario a sus antiguas compañeras de c<strong>la</strong>se.[12]<br />

Habían pasado quince años desde que se licenciara en el Smith Col<strong>le</strong>ge, una<br />

universidad femenina de élite, y <strong>la</strong> mayoría de <strong>la</strong>s ex alumnas estaban, al<br />

igual que Friedan, comp<strong>le</strong>tamente absorbidas por el hogar y los hijos. Pero<br />

Friedan también trabajaba como escritora free <strong>la</strong>nce, ya que <strong>la</strong> habían<br />

despedido de su emp<strong>le</strong>o como periodista al quedarse embarazada. Antes del<br />

reencuentro con sus compañeras de c<strong>la</strong>se, quería averiguar cómo valoraban<br />

sus vidas y quizá escribir un artículo al respecto.<br />

Betty Friedan incluyó algunas preguntas de carácter psicológico y envió el<br />

cuestionario. Las respuestas fueron impactantes. La mayoría de estas mujeres<br />

que en teoría lo tenían todo, eran en realidad profundamente infelices. Un<br />

sentimiento de infelicidad que tenían comp<strong>le</strong>tamente reprimido, al ser<br />

considerado tabú.<br />

Ansiedad, frustración sexual, desesperanza y depresión; <strong>la</strong>s emociones<br />

rea<strong>le</strong>s que embargaban a estas amas de casa rea<strong>le</strong>s contrastaban<br />

profundamente con <strong>la</strong> imagen que los medios daban de mujeres felices en<br />

felices barrios de <strong>la</strong>s afueras. Se trataba del Estados Unidos de <strong>la</strong> posguerra;<br />

el de <strong>la</strong> carrera espacial, el crecimiento vertiginoso y los niños sonrientes a <strong>la</strong><br />

puerta del garaje. Friedan no sabía cómo definir su descubrimiento. No había<br />

ningún idioma adecuado para describirlo, así que empezó a l<strong>la</strong>marlo «el<br />

prob<strong>le</strong>ma sin nombre».<br />

Insatisfechas, confundidas, enganchadas a los tranquilizantes,<br />

desorientadas por el psicoanálisis e ignoradas por <strong>la</strong> sociedad; así eran <strong>la</strong>s<br />

amas de casa rea<strong>le</strong>s. Friedan escribió un artículo que ningún periódico quiso

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!