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_Quien le hacia la cena a Adam - Katrine Marcal

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero. A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su lugar, hacerlo por amor. El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía. Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo, «el derecho a llorar en público». O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia
Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero.
A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para
exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre
creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la
igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de
manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su
lugar, hacerlo por amor.
El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía.
Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido
hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los
hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo,
«el derecho a llorar en público».
O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

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pocas manzanas de <strong>la</strong>s que se hal<strong>la</strong>n sumidas en <strong>la</strong> pobreza extrema. La<br />

economía mundial ha reunido a <strong>la</strong> mujer occidental con sus hermanas menos<br />

privi<strong>le</strong>giadas del Sur y de Oriente. Hoy en día, a menudo viven bajo el mismo<br />

techo, pero no en el mismo mundo. Se reúnen en calidad de emp<strong>le</strong>adora y<br />

trabajadora. Señoras y criadas.<br />

Cada año mueren cerca de medio millón de mujeres al dar a luz.[13] La<br />

mayoría habrían sobrevivido si hubieran tenido asistencia sanitaria. A pesar<br />

de que no hay organización internacional que no escriba hermosas pa<strong>la</strong>bras<br />

acerca de que <strong>la</strong>s mujeres son <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ve del desarrollo en los países pobres, el<br />

mundo fracasa sistemáticamente a <strong>la</strong> hora de invertir en <strong>la</strong> educación y <strong>la</strong><br />

salud femeninas. En el país más próspero del mundo, Estados Unidos, el<br />

riesgo de morir durante el embarazo es mayor que en otras cuarenta naciones.<br />

La vida de los hombres se considera valiosa. La vida de <strong>la</strong>s mujeres se<br />

considera valiosa en re<strong>la</strong>ción con <strong>la</strong> de los hombres. A estos se <strong>le</strong>s<br />

proporcionan asistencia médica y comida antes que a <strong>la</strong>s mujeres, si es que a<br />

estas <strong>le</strong>s l<strong>le</strong>ga a tocar algo. El resultado son <strong>la</strong>s altísimas tasas de mortalidad<br />

de <strong>la</strong>s mujeres en zonas del norte de África, en China y en el sur de Asia. Un<br />

niño supone ventajas económicas para <strong>la</strong> familia, y el acceso a <strong>la</strong> tecnología<br />

moderna ha hecho posib<strong>le</strong> detectar el sexo de un feto en el útero. El aborto<br />

se<strong>le</strong>ctivo por sexo ocurre con frecuencia en el sur de Asia, China y Corea del<br />

Sur, pero también en países como Singapur y Taiwan.<br />

En China hay 107 hombres por cada 100 mujeres. En <strong>la</strong> India, 108. El<br />

economista Amartya Sen calculó que, si <strong>la</strong>s mujeres hubieran recibido <strong>la</strong><br />

misma atención sanitaria y nutricional, habría cien millones más de mujeres<br />

en <strong>la</strong> tierra.[14]<br />

Estos cien millones de «mujeres desaparecidas» constituyen <strong>la</strong><br />

consecuencia más extrema de un sistema en el que el 70 por ciento de los<br />

pobres del mundo son mujeres.[15] De un sistema en el que el 1 por ciento de

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