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_Quien le hacia la cena a Adam - Katrine Marcal

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero. A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su lugar, hacerlo por amor. El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía. Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo, «el derecho a llorar en público». O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia
Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero.
A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para
exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre
creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la
igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de
manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su
lugar, hacerlo por amor.
El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía.
Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido
hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los
hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo,
«el derecho a llorar en público».
O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

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[2] Véase, por ejemplo, Grapard y Hewitson, 2011.<br />

[3] Defoe, 1992.<br />

[4] Joyce, 1964, pp. 24-25.<br />

[5] Para una definición del concepto, véase por ejemplo Marshall, 1920,<br />

libro V, cap. V.<br />

[6] Fue John Stuart Mill el que utilizó por primera vez el término «hombre<br />

económico». Aunque el concepto se asocia con los pensadores del siglo XVIII,<br />

como <strong>Adam</strong> Smith, no empezó a usarse ampliamente hasta el siglo XIX. Más<br />

sobre el Homo economicus en Persky, 1995.<br />

[7] Mandevil<strong>le</strong>, 1997.<br />

[8] Citado en Nelson, 2002, p. 301.<br />

3. EN EL QUE QUEDA CLARO QUE EL HOMBRE ECONÓMICO NO ES MUJER<br />

[1] Folbre, 2010.<br />

[2] West, 1989, p. 219.<br />

[3] El economista británico Nassau Senior (1790-1864) es uno de los<br />

principa<strong>le</strong>s responsab<strong>le</strong>s de esta idea. Véase, por ejemplo, Senior, 1965.<br />

[4] Véase, por ejemplo, Becker, 1978.<br />

[5] Foucault, 2010.<br />

[6] Citado en Hewitson, 1999, p. 130.<br />

[7] Véase Mincer y Po<strong>la</strong>chek, 1992. Aunque Jacob Mincer desarrolló <strong>la</strong><br />

mayor parte de su actividad en <strong>la</strong> Universidad de Columbia, su nombre se<br />

asocia sobre todo a <strong>la</strong> Escue<strong>la</strong> de Chicago, principalmente debido a sus<br />

teorías sobre el capital humano, que utilizó para explicar <strong>la</strong>s diferencias<br />

sa<strong>la</strong>ria<strong>le</strong>s antes que Gary Becker y T. W. Schultz.

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