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_Quien le hacia la cena a Adam - Katrine Marcal

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero. A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su lugar, hacerlo por amor. El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía. Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo, «el derecho a llorar en público». O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia
Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero.
A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para
exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre
creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la
igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de
manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su
lugar, hacerlo por amor.
El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía.
Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido
hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los
hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo,
«el derecho a llorar en público».
O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

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desarrol<strong>la</strong>ndo productos que <strong>le</strong>s permitan rivalizar con sus competidores.<br />

Buscan el beneficio en una forma puramente especu<strong>la</strong>tiva. Con <strong>la</strong>s grandes<br />

fluctuaciones el dinero l<strong>le</strong>ga más rápido, pero también hay más riesgos y<br />

mayores pérdidas. Es <strong>la</strong> apuesta sobre <strong>la</strong> apuesta sobre <strong>la</strong> apuesta.<br />

Según constata Gordon Gekko en <strong>la</strong> pelícu<strong>la</strong> de Oliver Stone Wall Street<br />

(1987), <strong>la</strong>s finanzas se han convertido en un juego de suma cero. El dinero no<br />

se pierde ni se crea, sino que muda de una percepción a otra. «La ilusión se<br />

ha convertido en una realidad, y cuanto más real se vuelve, más<br />

desesperadamente se anhe<strong>la</strong>», observa con cinismo.[7]<br />

Hasta el Mefistófe<strong>le</strong>s de Fausto entendía esto a <strong>la</strong> perfección. Era, después<br />

de todo, el representante del diablo, al acecho de una oportunidad para atrapar<br />

el alma de Fausto y l<strong>le</strong>várse<strong>la</strong> al infierno. Fausto solo quería ser feliz. Según<br />

el economista suizo Hans Christoph Binswanger, Fausto representa al<br />

hombre moderno: por medio de <strong>la</strong> ciencia y el conocimiento, trata de<br />

subyugar a <strong>la</strong> natura<strong>le</strong>za y construir un nuevo reino económico. Quiere<br />

libertad y prosperidad, todos los p<strong>la</strong>ceres, todos los conocimientos y todo<br />

aquello que hace que implores y reces por que este momento nunca l<strong>le</strong>gue a<br />

su fin. ¿Es eso mucho pedir?<br />

Hoy en día, los algoritmos abstractos están reemp<strong>la</strong>zando cada vez más el<br />

trabajo del agente de bolsa en los mercados financieros.[8] Los ordenadores<br />

compran y venden automáticamente de acuerdo con modelos matemáticos.<br />

Dentro de poco, ya no existirán esos corredores de bolsa de <strong>la</strong> pelícu<strong>la</strong> Wall<br />

Street que, con camisas b<strong>la</strong>ncas sudadas, gritaban mientras seña<strong>la</strong>ban los<br />

números de grandes pantal<strong>la</strong>s. Su <strong>la</strong>bor <strong>la</strong> realizan empresas especializadas<br />

con sistemas informáticos hiperveloces que ejecutan transacciones<br />

financieras en masa basándose en matemáticas avanzadas. Los grandes<br />

bancos ya ni siquiera tienen su sede en Wall Street. Se han tras<strong>la</strong>dado a<br />

insta<strong>la</strong>ciones más adecuadas para dar cabida a grandes sistemas informáticos.

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