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_Quien le hacia la cena a Adam - Katrine Marcal

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero. A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su lugar, hacerlo por amor. El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía. Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo, «el derecho a llorar en público». O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia
Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero.
A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para
exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre
creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la
igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de
manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su
lugar, hacerlo por amor.
El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía.
Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido
hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los
hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo,
«el derecho a llorar en público».
O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

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de <strong>la</strong> riqueza en Estados Unidos era casi idéntica a <strong>la</strong> existente antes de <strong>la</strong><br />

crisis de 2008.[16] El 1 por ciento de <strong>la</strong> pob<strong>la</strong>ción poseía el 24 por ciento de<br />

<strong>la</strong> riqueza nacional. En 1928 igual que en 2008. Y cuando el dinero se mueve<br />

<strong>hacia</strong> arriba, otro tanto hace el poder político.<br />

Los ricos y los poderosos pueden, por supuesto, influir en el contenido y <strong>la</strong><br />

aplicación de <strong>la</strong>s normas de <strong>la</strong> economía global en un grado mayor que<br />

ninguna otra persona. Lo cual es aplicab<strong>le</strong> también a <strong>la</strong>s normas que <strong>le</strong>s<br />

imponen restricciones.<br />

«Dios está con todos [...] aunque, a <strong>la</strong> <strong>la</strong>rga, se quede con los que tienen<br />

más dinero y los mejores ejércitos», escribió el dramaturgo francés Jean<br />

Anouilh.[17]<br />

El hombre económico es el héroe de este mundo. Es, a <strong>la</strong> vez, su aspiración<br />

y <strong>le</strong>gitimación. Él es <strong>la</strong> historia a través de <strong>la</strong> cual el mundo adquiere sentido<br />

en sí mismo y nos manda su mensaje: si los ricos se vuelven aún más ricos,<br />

nos irá bien a todos. Dios nos ayudará.<br />

El hombre económico es el que nos dice que no hay ninguna alternativa; y,<br />

en efecto, mientras sigamos intentando parecernos a él, ninguna alternativa<br />

será posib<strong>le</strong>.<br />

El mundo diferente con el que soñamos habita en los rasgos de nuestra<br />

humanidad de los que él nos insta a huir como de <strong>la</strong> peste.

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