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_Quien le hacia la cena a Adam - Katrine Marcal

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero. A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su lugar, hacerlo por amor. El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía. Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo, «el derecho a llorar en público». O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia
Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero.
A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para
exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre
creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la
igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de
manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su
lugar, hacerlo por amor.
El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía.
Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido
hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los
hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo,
«el derecho a llorar en público».
O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

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dedicados a proporcionarnos <strong>la</strong>s interpretaciones correctas y los simbolismos<br />

religiosos que sean necesarios.<br />

A pesar de que los economistas no nos enseñen demasiado acerca de cómo<br />

funciona en realidad <strong>la</strong> economía, el cuadro en el que nos pintan el mercado y<br />

<strong>la</strong>s <strong>le</strong>yes que lo rigen es una auténtica obra de arte; es más, nos proporciona<br />

un <strong>le</strong>nguaje con el que discutir los temas económicos. Según Nelson, es una<br />

auténtica hazaña.<br />

El caso es que quizá tenga parte de razón. Sean o no una religión, sin<br />

importar de qué tipo de comp<strong>le</strong>jos modelos matemáticos echen mano, <strong>la</strong>s<br />

teorías económicas siempre van asociadas a una serie de valores. Diluidas en<br />

hechos, suposiciones mora<strong>le</strong>s y doctrinas, son <strong>la</strong>s responsab<strong>le</strong>s de lo que hoy<br />

en día conocemos como «lógica económica». Por supuesto, todos los datos<br />

sobre inf<strong>la</strong>ción, desemp<strong>le</strong>o y demás que los economistas han ido recopi<strong>la</strong>ndo<br />

y analizando a lo <strong>la</strong>rgo de los años, han contribuido al extraordinario<br />

desarrollo de nuestra sociedad. Sin embargo, <strong>la</strong> ciencia económica no se ha<br />

quedado ahí. Ha afirmado ser algo mucho más grande; en algún momento<br />

dado, <strong>la</strong>s cosas se torcieron.<br />

No existe formalmente una Ig<strong>le</strong>sia económica, no hay altos sacerdotes<br />

ordenados, ni decretos oficia<strong>le</strong>s que identifiquen cuá<strong>le</strong>s son los textos<br />

sagrados; ni siquiera existe una definición de lo que es en sí <strong>la</strong> teoría<br />

económica. No obstante, <strong>la</strong> creencia de que <strong>la</strong> lógica del mercado forma parte<br />

de <strong>la</strong> natura<strong>le</strong>za humana es algo con lo que ya vivimos día a día. Se ha ido<br />

introduciendo cada vez más hasta incrustarse bien hondo en nuestra cultura.<br />

Se nos insta una y otra vez a hacer uso de el<strong>la</strong>, en cada vez más ámbitos de<br />

nuestra vida cotidiana. Por ello, el debate sobre el hombre económico nos<br />

concierne a todos y cada uno de nosotros. No trata solo de cómo <strong>la</strong> economía<br />

va a ser capaz de e<strong>la</strong>borar hipótesis que concuerden mejor con <strong>la</strong> realidad,<br />

con el objetivo de evitar contribuir a un posib<strong>le</strong> co<strong>la</strong>pso de <strong>la</strong> economía

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