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_Quien le hacia la cena a Adam - Katrine Marcal

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero. A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su lugar, hacerlo por amor. El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía. Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo, «el derecho a llorar en público». O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia
Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero.
A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para
exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre
creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la
igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de
manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su
lugar, hacerlo por amor.
El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía.
Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido
hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los
hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo,
«el derecho a llorar en público».
O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

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15<br />

En el que observamos que el protagonista del gran re<strong>la</strong>to<br />

contemporáneo tiene un único sexo<br />

En uno de sus poemas, Muriel Rukeyser retoma el mito griego del rey Edipo.<br />

[1] Aquel que, según se cuenta, mató por accidente a su padre y se casó con<br />

su madre, y también aquel que resolvió el misterioso acertijo de <strong>la</strong> esfinge.<br />

Muchos años después de matar a su padre, casarse con su madre y<br />

arrancarse los ojos al descubrirlo, Edipo volvió a toparse con <strong>la</strong> esfinge,<br />

aquel<strong>la</strong> cuyo famoso acertijo había resuelto.<br />

—Respondiste erróneamente al acertijo —dijo el<strong>la</strong>—. Por eso pasó lo que<br />

pasó.<br />

—¿Qué quieres decir? —preguntó el viejo y ciego Edipo—. Respondí<br />

correctamente. Yo fui <strong>la</strong> primera persona en resolverlo.<br />

—No —dijo <strong>la</strong> esfinge—, cuando pregunté qué anda a cuatro patas por <strong>la</strong><br />

mañana, a dos al mediodía y a tres al anochecer, tú respondiste: «El hombre».<br />

Dijiste que el hombre anda a cuatro patas en el amanecer de su vida, a dos<br />

patas cuando es adulto y a tres con un bastón en el ocaso de su existencia.<br />

Pero no dijiste nada de <strong>la</strong> mujer.<br />

—Pero cuando uno dice «hombre» se refiere también a <strong>la</strong> mujer. Todo el<br />

mundo sabe eso —protestó Edipo.<br />

—Eso es lo que tú te crees.

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