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_Quien le hacia la cena a Adam - Katrine Marcal

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero. A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su lugar, hacerlo por amor. El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía. Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo, «el derecho a llorar en público». O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia
Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero.
A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para
exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre
creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la
igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de
manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su
lugar, hacerlo por amor.
El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía.
Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido
hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los
hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo,
«el derecho a llorar en público».
O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

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En el que concluimos que cada sociedad sufre en<br />

consonancia con su grado de estupidez. Y, con ello, nos<br />

despedimos<br />

Uno podría pensar que es una sandez que <strong>la</strong> tercera mayor estación de esquí<br />

cubierta del mundo esté en Dubai. Es decir, en el golfo Pérsico, en el para<strong>le</strong>lo<br />

25º N, donde <strong>la</strong> temperatura roza los cuarenta grados centígrados durante los<br />

secos y ventosos meses de verano, mientras que en invierno no baja de los<br />

veintitrés.<br />

La insta<strong>la</strong>ción se hal<strong>la</strong> abierta al menos doce horas al día, siete días a <strong>la</strong><br />

semana y cubre una superficie de veintidós mil metros cuadrados. Seis mil<br />

tone<strong>la</strong>das de nieve son utilizadas en cinco pistas diferentes. La más <strong>la</strong>rga<br />

tiene cuatrocientos metros y un desnivel de sesenta y cinco. Es <strong>la</strong> única pista<br />

de esquí cubierta para profesiona<strong>le</strong>s del mundo.<br />

La diferencia entre <strong>la</strong> temperatura exterior y <strong>la</strong> de dentro supera los treinta<br />

y dos grados. Mejor no preguntar <strong>la</strong> energía que es necesaria para enfriar el<br />

lugar. Sin embargo, a pesar de todo, seguimos diciendo que es<br />

económicamente racional. Pensémoslo detenidamente: ¿construir una pista de<br />

esquí en mitad del desierto? Bueno, ¿por qué no? Si <strong>la</strong> gente está dispuesta a<br />

pagar por el<strong>la</strong>... Esa es <strong>la</strong> única pregunta que sabemos cómo responder.<br />

¿Es justa <strong>la</strong> economía? ¿Mejora nuestra calidad de vida? ¿Desperdicia<br />

nuestra capacidad humana? ¿Nos proporciona <strong>la</strong> seguridad suficiente?

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