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_Quien le hacia la cena a Adam - Katrine Marcal

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero. A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su lugar, hacerlo por amor. El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía. Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo, «el derecho a llorar en público». O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia
Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero.
A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para
exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre
creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la
igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de
manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su
lugar, hacerlo por amor.
El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía.
Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido
hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los
hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo,
«el derecho a llorar en público».
O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

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de oportunidad —esto es, perdía menos dinero— si <strong>la</strong> mujer se quedaba en<br />

casa. En otras pa<strong>la</strong>bras, los sueldos más bajos de <strong>la</strong>s mujeres se debían a que<br />

estas hacían más tareas domésticas, pero el hecho de que <strong>la</strong>s mujeres<br />

dedicaran más tiempo a <strong>la</strong>s tareas domésticas significaba, a su vez, que tenían<br />

sa<strong>la</strong>rios más bajos.<br />

Este era el círculo vicioso de <strong>la</strong> Escue<strong>la</strong> de Chicago.<br />

Otras teorías sobre <strong>la</strong>s mujeres y el trabajo doméstico se basaban en <strong>la</strong> idea de<br />

que <strong>la</strong>s mujeres, lisa y l<strong>la</strong>namente, estaban hechas para <strong>la</strong> casa. Si <strong>la</strong>s mujeres<br />

<strong>la</strong>vaban los p<strong>la</strong>tos, limpiaban los mocos a los niños y hacían <strong>la</strong>s listas de <strong>la</strong><br />

compra, se debía a que esa era <strong>la</strong> división más eficiente del trabajo. Los<br />

economistas consideraban a <strong>la</strong>s familias unidades individua<strong>le</strong>s con una so<strong>la</strong><br />

voluntad, una especie de pequeñas empresas que actuaban de forma<br />

independiente a partir de una función de utilidad común a sus miembros.<br />

El hombre agarraba su ma<strong>le</strong>tín y <strong>la</strong> mujer se ponía los guantes de fregar<br />

porque a esta última se <strong>le</strong> daban mejor <strong>la</strong>s tareas domésticas. Si fuera el<br />

hombre el que cogiera <strong>la</strong> fregona, sería menos eficiente y <strong>la</strong> familia en su<br />

conjunto saldría perdiendo. ¿Cómo l<strong>le</strong>gaban los economistas a esa<br />

conclusión? Bueno, si no fuera beneficioso para <strong>la</strong> familia que <strong>la</strong>s mujeres se<br />

ocuparan de <strong>la</strong> casa, entonces serían los hombres los que se ocuparían de el<strong>la</strong>,<br />

y <strong>la</strong> realidad era que no lo hacían.<br />

Ya está. No aportaban argumentos rea<strong>le</strong>s de por qué <strong>la</strong>s mujeres eran más<br />

eficientes en el cuidado del hogar. Como mucho, se limitaban a apuntar<br />

<strong>la</strong>cónicamente que era una cuestión biológica.[13]<br />

Para <strong>le</strong>gitimar el patriarcado, se ha recurrido casi siempre al cuerpo. Ser<br />

humano consistía en subordinar el cuerpo a <strong>la</strong> inteligencia; como a <strong>la</strong> mujer<br />

no se <strong>la</strong> consideraba capaz de hacer esto, no debería tener derechos humanos.<br />

La mujer tenía que ser el cuerpo para que el hombre pudiera ser el alma. A

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