16.09.2018 Views

_Quien le hacia la cena a Adam - Katrine Marcal

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero. A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su lugar, hacerlo por amor. El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía. Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo, «el derecho a llorar en público». O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia
Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero.
A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para
exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre
creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la
igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de
manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su
lugar, hacerlo por amor.
El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía.
Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido
hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los
hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo,
«el derecho a llorar en público».
O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

El hombre nos enseña que hay cosas por <strong>la</strong>s que merece <strong>la</strong> pena morir. La<br />

mujer nos enseña que hay cosas por <strong>la</strong>s que merece <strong>la</strong> pena vivir.<br />

Este es el reparto de pape<strong>le</strong>s. Como en una función de bal<strong>le</strong>t. Y sería<br />

fantástico si se tratara solo de eso, de una danza.<br />

De hecho, lo que el hombre y <strong>la</strong> mujer hagan de verdad es lo que menos<br />

importa; actuamos en consonancia con nuestras suposiciones más que con <strong>la</strong><br />

realidad. La mujer debe, de alguna forma, tener siempre en cuenta lo que se<br />

espera de su género. Y lo mismo es válido para el hombre. Aunque no<br />

exactamente del mismo modo.<br />

Cuando hab<strong>la</strong>mos de <strong>la</strong> desaparición de los ro<strong>le</strong>s de género, es raro oír a<br />

alguien que sugiera que los niños deben vestir de rosa o los directivos<br />

masculinos de una empresa, l<strong>le</strong>var estampados de flores para que se <strong>le</strong>s pueda<br />

«tomar en serio». Qué cosa tan ridícu<strong>la</strong>, pensaríamos. No obstante, muy a<br />

menudo, de una mujer con un alto cargo en el mundo de los negocios se sigue<br />

esperando que vista de forma sobria. Si apareciera con un vestido de vo<strong>la</strong>ntes<br />

multicolor, estaría exponiéndose a los comentarios de sus co<strong>le</strong>gas. Ha de<br />

vestir de forma neutra; es decir, de forma masculina. Adaptarse a un modelo<br />

preexistente que gira en torno al cuerpo y <strong>la</strong> figura de los hombres. Al mismo<br />

tiempo, tampoco ha de ser demasiado masculina. Ha de seguir siendo una<br />

mujer; pero una mujer que acepta el hecho de estar realizando una actividad<br />

tradicionalmente masculina.<br />

Un equilibrio bastante difícil.<br />

Lo que esperamos de los hombres es comp<strong>le</strong>tamente diferente. No oiremos<br />

a nadie exigir<strong>le</strong> a Jamie Oliver que se adapte al rol de género femenino solo<br />

porque <strong>la</strong> cocina haya sido tradicionalmente una actividad femenina. Al<br />

te<strong>le</strong>visivo chef se <strong>le</strong> toma en serio de inmediato, sin cuestionar en absoluto su<br />

hombría. Oliver no corta albahaca. Oliver coloca sin miramientos <strong>la</strong> albahaca

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!