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_Quien le hacia la cena a Adam - Katrine Marcal

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero. A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su lugar, hacerlo por amor. El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía. Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo, «el derecho a llorar en público». O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia
Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero.
A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para
exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre
creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la
igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de
manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su
lugar, hacerlo por amor.
El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía.
Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido
hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los
hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo,
«el derecho a llorar en público».
O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

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Sabe lo que quiere y está decidido a conseguirlo.<br />

El hombre económico, en cambio, se caracteriza por carecer de todo<br />

aquello que tradicionalmente se ha asociado con <strong>la</strong> feminidad: sentimiento,<br />

cuerpo, dependencia, comunidad, abnegación, ternura, natura<strong>le</strong>za,<br />

imprevisibilidad, pasividad, conexión.<br />

Pero eso es solo una coincidencia, según los economistas.<br />

Cuando los economistas de Chicago descubrieron que <strong>la</strong>s mujeres existen, <strong>la</strong>s<br />

agregaron al modelo como si fueran igua<strong>le</strong>s al hombre económico. Sin<br />

embargo, eso <strong>le</strong>s iba a resultar más difícil de lo que Gary Becker se había<br />

imaginado. Desde <strong>la</strong> época de <strong>Adam</strong> Smith, <strong>la</strong> teoría sobre el Homo<br />

economicus ha presupuesto siempre que otra persona representa el cuidado, <strong>la</strong><br />

empatía y <strong>la</strong> dependencia. El hombre económico puede representar <strong>la</strong> razón y<br />

<strong>la</strong> libertad precisamente porque otra persona significa lo contrario. Si puede<br />

decirse que el mundo se rige por el interés propio, ello es debido a que hay<br />

otro mundo que se rige por algo más. Y esos dos mundos deben mantenerse<br />

separados. Lo masculino por un <strong>la</strong>do; lo femenino por otro.<br />

Si quieres ser parte de <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> economía, tienes que ser como el<br />

hombre económico. Tienes que aceptar su versión de <strong>la</strong> masculinidad. Al<br />

mismo tiempo, lo que l<strong>la</strong>mamos «<strong>la</strong> economía» siempre se basa en otro<br />

re<strong>la</strong>to. El re<strong>la</strong>to implícito, marginal, que permite al hombre económico ser<br />

quien es. El que <strong>le</strong> permite afirmar que no hay nada más.<br />

Alguien tiene que ser el sentimiento, para que él pueda ser <strong>la</strong> razón.<br />

Alguien tiene que ser el cuerpo, para que él pueda ser el espíritu. Alguien<br />

tiene que ser dependiente, para que él pueda ser independiente. Alguien tiene<br />

que ser afectuoso, para que él pueda conquistar el mundo. Alguien tiene que<br />

ser abnegado, para que él pueda ser egoísta.<br />

Alguien tiene que cocinar ese fi<strong>le</strong>te para que <strong>Adam</strong> Smith pueda decir que

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