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_Quien le hacia la cena a Adam - Katrine Marcal

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero. A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su lugar, hacerlo por amor. El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía. Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo, «el derecho a llorar en público». O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia
Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero.
A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para
exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre
creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la
igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de
manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su
lugar, hacerlo por amor.
El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía.
Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido
hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los
hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo,
«el derecho a llorar en público».
O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

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emociones, <strong>la</strong> natura<strong>le</strong>za, lo subjetivo y lo concreto porque él no encarna<br />

ninguna de esas cosas. Su propia constitución biológica lo demuestra.<br />

Según esta segunda premisa, el<strong>la</strong> no se define por lo que es, sino por lo que<br />

no es.<br />

No obstante, en cualquiera de los dos casos, se define a través de él.<br />

O bien <strong>la</strong> mujer debe probar que es como un hombre, o bien demostrar que<br />

puede comp<strong>le</strong>mentarlo. Nunca se enfoca en lo que es el<strong>la</strong>. Ya que hay un<br />

único sexo.<br />

Cuando el alienado hombre de negocios que interpreta Richard Gere l<strong>le</strong>va a<br />

Julia Roberts a <strong>la</strong> ópera en <strong>la</strong> comedia romántica Pretty Woman, está más<br />

interesado en <strong>la</strong> reacción de el<strong>la</strong> que en <strong>la</strong> propia representación de La<br />

traviata. Él no es capaz de llorar escuchando a Verdi. Sin embargo, puede<br />

ver<strong>la</strong> a el<strong>la</strong> llorar escuchando a Verdi. La necesita para acceder a su propio<br />

mundo emocional, y <strong>la</strong> única estrategia segura que se <strong>le</strong> ocurre para ponerse<br />

en contacto con sus propios sentimientos es observándo<strong>la</strong>. Le hace sentirse<br />

vivo. Es entonces cuando, rápidamente, se convence de que <strong>la</strong> ama.<br />

Poseyendo y conquistando a <strong>la</strong> mujer, el hombre ha podido conectar con<br />

esa parte de sí mismo que, por otro <strong>la</strong>do, se niega a sí mismo. Dependencia,<br />

mundo emocional, re<strong>la</strong>ción, p<strong>la</strong>cer y rendición. Sin embargo, después de<br />

todo, <strong>la</strong> mujer es una persona; no una esencia. Vaya si él lo sabe.<br />

«Buscabas una flor / y hal<strong>la</strong>ste un fruto. / Buscabas una fuente / y hal<strong>la</strong>ste<br />

un mar. / Buscabas una mujer / y hal<strong>la</strong>ste un alma: / estás decepcionado»,<br />

escribió <strong>la</strong> poetisa Edith Södergran.[3]<br />

Imaginémonos a un hombre que trabaja ocho horas al día en unas oficinas<br />

situadas en <strong>la</strong> p<strong>la</strong>nta veinte de un enorme edificio, tomando decisiones<br />

objetivas de <strong>la</strong> mayor importancia que no <strong>le</strong> atañen personalmente en nada.<br />

Todas <strong>la</strong>s mañanas, deja atrás su propia persona al descolgar el abrigo de <strong>la</strong>

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