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_Quien le hacia la cena a Adam - Katrine Marcal

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero. A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su lugar, hacerlo por amor. El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía. Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo, «el derecho a llorar en público». O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

El feminismo y la economía siempre han tenido mucho que ver. Virginia
Woolf quería una habitación propia, y eso cuesta dinero.
A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres se unieron para
exigir el derecho a la propiedad privada y a la herencia, el derecho de libre
creación de empresas, el derecho a pedir préstamos, el derecho al trabajo, la
igualdad salarial y, en definitiva, la posibilidad de mantenerse a sí mismas, de
manera que no tuvieran que casarse por dinero, sino que pudieran, en su
lugar, hacerlo por amor.
El feminismo sigue guardando una estrecha relación con la economía.
Durante las últimas décadas, el objetivo del movimiento feminista ha sido
hacerse con el dinero y otros privilegios tradicionalmente acaparados por los
hombres, a cambio de cosas menos fáciles de cuantificar como, por ejemplo,
«el derecho a llorar en público».
O, por lo menos, así es como lo han explicado algunos.

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empresas, para hacer negocios. Peores condiciones de trabajo. Peores<br />

sa<strong>la</strong>rios. Peor acceso a <strong>la</strong> información y, por consiguiente, peor conocimiento<br />

de sus derechos.<br />

El sexo sí que importa en un mundo en el que el 20 por ciento de <strong>la</strong>s<br />

mujeres viven por debajo del umbral de <strong>la</strong> pobreza, mientras, al mismo<br />

tiempo, están prácticamente ausentes de <strong>la</strong>s nuevas élites que <strong>la</strong> economía<br />

global ha creado en <strong>la</strong>s más altas estratosferas. Unas élites que se han<br />

asegurado una influencia aún mayor sobre nuestra economía y nuestros<br />

sistemas políticos.<br />

El sexo sí que importa en un mundo en el que <strong>la</strong>s mujeres tienen sa<strong>la</strong>rios<br />

más bajos y peores condiciones <strong>la</strong>bora<strong>le</strong>s, y en el que l<strong>le</strong>van a cabo <strong>la</strong> mayor<br />

parte de <strong>la</strong>s <strong>la</strong>bores no retribuidas, <strong>la</strong>bores infravaloradas y permanentemente<br />

excluidas de <strong>la</strong>s estadísticas que usamos para medir nuestros rendimientos<br />

económicos.<br />

El sexo sí que importa en un mundo en el que <strong>la</strong>s normas, <strong>la</strong> cultura y los<br />

valores restringen o reprimen a <strong>la</strong> mujer por el mero hecho de ser mujer.<br />

Aunque los economistas sostengan que dichas normas, cultura y valores no<br />

son económicamente re<strong>le</strong>vantes, y afirmen que <strong>la</strong> economía en sí misma<br />

constituye algo absolutamente libre y ajeno precisamente a esas normas, esa<br />

cultura y esos valores. Una expresión neutra de <strong>la</strong> verdad más profunda sobre<br />

el género humano.<br />

En resumen: que los hombres y <strong>la</strong>s mujeres tengan posiciones estructura<strong>le</strong>s<br />

distintas en <strong>la</strong> economía influye en que <strong>la</strong>s políticas económicas impacten de<br />

forma diferente en los hombres y <strong>la</strong>s mujeres. Algo a lo que son ajenas <strong>la</strong>s<br />

teorías económicas, <strong>la</strong>s cua<strong>le</strong>s son incapaces de lidiar con esta realidad y,<br />

mucho menos, de medir<strong>la</strong>.<br />

Uno de los prob<strong>le</strong>mas del patriarcado es que da lugar a modos de medir <strong>la</strong><br />

economía que son insuficientes. Y los medios de medición son importantes.

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