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El Teide, una mirada histórica, de Eustaquio Villalba - ATAN

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más útil. Ya han <strong>de</strong>forestado Tenerife, ya han agotado casi todos los manantiales y, por<br />

ello, resulta muy difícil el tránsito por la montaña, sin hablar <strong>de</strong> la agricultura en el<br />

valle.”<br />

FIGURA 65. Plantando pinos en Las Cañadas. (Archivo Fotográfico P. N. <strong>Tei<strong>de</strong></strong>).<br />

A finales <strong>de</strong>l siglo XVIII, Viera y Clavijo, <strong>de</strong>fine la voz “taginaste” en su diccionario<br />

<strong>de</strong> plantas canarias. Desconoce, puesto que no los nombra, la existencia <strong>de</strong> los<br />

tajinastes <strong>de</strong> las cumbres <strong>de</strong> Tenerife. En la primera década <strong>de</strong>l siglo XX, Florence Du<br />

Cane, cuando nombra el género Echium, el <strong>de</strong> los tajinastes, escribe “el echium<br />

auberianum, <strong>de</strong> flores azules, ha encontrado su ambiente en lugares casi inaccesibles,<br />

entre las rocas <strong>de</strong> la Fortaleza, a 2.000 metros <strong>de</strong> altitud cerca <strong>de</strong> Las Cañadas” No se<br />

dieron cuenta que este tajinaste azul no estaba en su ambiente, sino en su refugio. Pero<br />

tampoco estas inglesas, tan observadoras y cultas, pudieron ver la planta que hoy atrae<br />

la <strong>mirada</strong> <strong>de</strong> millones <strong>de</strong> visitantes: el tajinaste rojo <strong>de</strong> Las Cañadas.<br />

Los años <strong>de</strong> la guerra Civil Española y el aislamiento económico como consecuencia <strong>de</strong><br />

la segunda Guerra Mundial, fueron los peores <strong>de</strong>l siglo para la vegetación <strong>de</strong> las Islas.<br />

La falta <strong>de</strong> contactos y la paralización <strong>de</strong>l comerció obligó a la sociedad a incrementar<br />

la utilización <strong>de</strong> los esquilmados recursos insulares. Cerrada la espita <strong>de</strong> la emigración,<br />

se ampliaron las superficies <strong>de</strong> cultivos y pastos hasta límites que resultan ahora<br />

difíciles <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r. Es el caso <strong>de</strong> la proliferación <strong>de</strong> las terrazas <strong>de</strong> las medianías que<br />

llegaron a superar pendientes que obligaban a construir muros verticales que tenían más<br />

superficie que la tierra ganada para el cultivo. Una situación que repetía la <strong>de</strong>nunciada<br />

en 1880 por el ya anciano Sabino Berthelot en <strong>una</strong> conferencia a raíz <strong>de</strong> las<br />

consecuencias que estaba teniendo en la vegetación <strong>de</strong> Canarias la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong>l<br />

comercio <strong>de</strong> la cochinilla: “esta <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nada extensión <strong>de</strong>l cultivo sólo produjo<br />

ventajas momentáneas; las aguas pluviales barrieron las vertientes <strong>de</strong> las montañas,<br />

privadas <strong>de</strong> los árboles que las protegían: el suelo <strong>de</strong>scubierto cedió a la acción <strong>de</strong> las<br />

aguas, y en la estación <strong>de</strong> las lluvias los torrentes <strong>de</strong>sbordados <strong>de</strong> la región superior<br />

arrastraron al mar aquellas tierras sueltas, que ya no estaban protegidas por los<br />

gran<strong>de</strong>s vegetales. En Canarias más que otros puntos, aparte <strong>de</strong> las ma<strong>de</strong>ras<br />

indispensables para las construcciones urbanas y rurales, los montañeses viven <strong>de</strong>l<br />

bosque y ejercen el monopolio <strong>de</strong>l carbón vegetal por <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> necesidad: <strong>de</strong> aquí<br />

provienen estos incendios premeditados que vemos reproducirse con tanta frecuencia, y<br />

estas incesantes <strong>de</strong>vastaciones, que las leyes reprimen apenas y cuyos progresos van en<br />

constante aumento.”<br />

FIGURA 66. Sabino Berthelot<br />

La situación llegó a ser tan grave que el ingeniero director <strong>de</strong>l Jardín <strong>de</strong> Aclimatación<br />

<strong>de</strong> plantas <strong>de</strong> La Orotava escribió en el prólogo <strong>de</strong> un trabajo <strong>de</strong>l botánico Ericus<br />

Sventenius (1946)) “Nota sobre la flora <strong>de</strong> Las Cañadas <strong>de</strong>l <strong>Tei<strong>de</strong></strong>”, que <strong>de</strong>bido a la<br />

presión <strong>de</strong> leñadores y cabreros, la vegetación se encontraba en grave peligro <strong>de</strong><br />

extinción, y que <strong>de</strong> alg<strong>una</strong>s especies quedan tan pocos ejemplares que preveía su pronta<br />

<strong>de</strong>saparición. En el exhaustivo trabajo <strong>de</strong>l botánico sueco se llega a <strong>de</strong>cir que si la<br />

retama sigue sometida al mismo ritmo <strong>de</strong> <strong>de</strong>predación, <strong>de</strong>saparecerá en poco tiempo.<br />

Especies que hoy son tan abundantes como la olorosa retama, como el rosalillo <strong>de</strong><br />

cumbre o la hierba pajonera, estaban al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la extinción. Las causas <strong>de</strong> esta<br />

situación estaban claras para la administración <strong>de</strong> la época, y así lo manifestaron los<br />

ingenieros <strong>de</strong> montes Ceballo y Ortuño: “Las Cañadas y sus alre<strong>de</strong>dores pertenecieron

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