Nuevas adicciones - Proyecto Hombre
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CAPÍTULO 19<br />
Empero, encontramos un nuevo matiz a destacar, fenómeno surgido<br />
estas últimas décadas. Se trata de que la felicidad es considerada<br />
un derecho, y, en ocasiones, un derecho un tanto idílico. Una<br />
obligación sistemática lejos de lo que nos proponen autores humanistas<br />
de la talla de Seligman (2002) en su obra Authentic happiness.<br />
Ya no es sólo cuestión de calidad de vida o de estar bien sin más.<br />
La lógica tendencia de todas las personas a la búsqueda del “sentirse<br />
bien” ha encontrado la horma de su zapato en la lógica circular del<br />
capitalismo. Todo un exceso de autoestima generalizada. El capitalismo<br />
carente de límites, se va hermanando con formas determinadas,<br />
bien sean las normas cívicas o la burocracia, que lo hacen subsistir;<br />
los liderazgos en cuanto tales pasan a ser sustituidos por sistemas de<br />
calidad, pautas que suplantan esa ausencia de autoridad. El mundo de<br />
plazos y el ciclo de normativas se suceden instituyendo la repetición.<br />
“Si la histérica contestaba al amo en posición de saber, ahora es lo<br />
real lo que viene como respuesta al amo en posición protocolaria, ya<br />
que los protocolos son el nombre de la rutinización, o sea, el empuje<br />
hacia la repetición”, opina Manuel Fernández Blanco (2006).<br />
El capitalismo imprime un plus a esta lógica gestión de bienestar.<br />
Nuestra cultura occidental impone un empuje extra a la tendencia<br />
natural de las personas a procurarse ese bienestar, agrandándose en<br />
nuestros días tal efecto como idea irracional que no tiene límites, o<br />
que, según los cognitivistas, carece de fin; una especie de perenne<br />
pretensión o de íntima plegaria que no alcanza a ser atendida. Igual<br />
que el burro porfía detrás de la zanahoria, viendo su deseo aumentado<br />
a cada paso sin poder llegar nunca a verlo cumplido, así se<br />
arrastra el hombre tras la quimera de una continua y deleitosa armonía<br />
del disfrute.<br />
El psicoanalista Borderías nos recuerda que, “sin duda, el de las<br />
<strong>adicciones</strong> es un síntoma acorde con la época, un síntoma acorde con<br />
el repudio de la castración propio del discurso capitalista y de la exigencia<br />
del derecho al goce”. El lema “todo es posible” choca frontalmente<br />
con los límites, límites que entorpecen o estorban el curso<br />
de nuestro modo de vida. Un imperativo éste que genera tarde o temprano<br />
“angustia, depresiones y signos en el cuerpo”, puesto que tarde<br />
o temprano nos habremos de topar con los límites trazados, con,<br />
digamos, el jefe en la oficina, con el muro de piedra, con el obstáculo<br />
insalvable, con lo imposible, con los variados conflictos en el<br />
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