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— ¿Hijo, qué hiciste en la Tierra?<br />

Alegremente le respondió el lindo rayito:<br />

— Llegué a un campo muy ver<strong>de</strong>, don<strong>de</strong> vi muchas hierbas, plantas y arbustos<br />

<strong>de</strong>seando reflorecer. ¡Entonces, padre, los besé, los calenté con tanto cariño y calor, que era<br />

<strong>de</strong>masiado bonito ver la florescencia en que los <strong>de</strong>jé! ¡Brotaron rosas <strong>de</strong>l color <strong>de</strong> la sangre,<br />

se abrieron margaritas <strong>de</strong>l color <strong>de</strong> la nieve y <strong>de</strong>l oro! ¡Se abrieron las amapolas, las<br />

primaveras adornaron la cerca! ¿No fue lindo y bueno lo que hice?<br />

— Si, fue, mi hijo — le dijo el Sol, virándose para el segundo rayito — ¿Y tú que tienes<br />

para contarme?<br />

— Yo vi una lavan<strong>de</strong>ra tendiendo mucha ropa, tan bien lavada y blanquita, que quise<br />

secarla rápidamente. Empleé tanta fuerza, le di tanto calor, que la pobre mujer, muy contenta,<br />

fue más temprano para su casa, <strong>de</strong>jando la ropa lavada y seca. ¿Estás satisfecho conmigo,<br />

padrecito?<br />

— ¡Lo estoy, mi hijo! — dijo el Sol dirigiéndose al rayito menor — ¿Y tú, mi pequeño<br />

rayito, qué tienes para contarme?<br />

Temblaba <strong>de</strong> vergüenza, casi extinguiéndose <strong>de</strong> humildad, encontrando tan bonito lo<br />

que los hermanos habían hecho, le respondió el rayito:<br />

— Vi un campo <strong>de</strong> arroz casi listo para madurar y sentí un gran <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> calentarlo,<br />

para que madurara más rápido. Ya iba correr hacia él, cuando miré por la puerta mal<br />

cerrada <strong>de</strong> una casita pobre y triste, que parecía abandonada en el camino. Allá <strong>de</strong>ntro vi<br />

acostada sobre las pajas, cobijada apenas con una sábana rasgada, una viejita enferma, con<br />

los ojos cansados <strong>de</strong> llorar y el rostro enflaquecido. No resistí. Entré y le calenté las manos<br />

frías y le iluminé los ojos apagados y jugué sobre aquella cabeza blanca que, iluminada por<br />

mí, parecía <strong>de</strong> plata. Resplan<strong>de</strong>cí <strong>de</strong> alegría, mi padre, al verla unir las manos, murmurando<br />

bajito: “Bendito sea Dios, que me mandó este rayito <strong>de</strong> sol, que tanto me alegra, me consuela<br />

y me calienta”.<br />

Radiante, el Sol abrazó los tres hijos.<br />

— Fue bueno y bello todo lo que hicieron, mis hijos. Estoy muy contento con sus<br />

acciones. Todo trabajo hecho con amor no tiene tamaño, no es mayor o menor que el otro y<br />

es siempre gran<strong>de</strong> a los ojos <strong>de</strong> Dios. Uste<strong>de</strong>s merecen un gran beso <strong>de</strong> luz.<br />

Fecha:<br />

Evaluación <strong>de</strong> la Clase:<br />

<strong>11</strong>7

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