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las frecuentes lluvias no permitían que hubiera muchos espectadores en el circo, aunque los
espectáculos fueran sumamente buenos.
El director, pues, tenía razón de sobra, para estar preocupado.
Una noche de intenso frío, el circo estaba casi desierto, sólo se encontraban algunas
personas aisladas asistiendo la función. Los artistas estaban un tanto desanimados, pero el
payasito se esforzaba por alegrar a los presentes: daba saltos mortales, se agarraba a la cola
de los caballos, caminaba con las piernas hacia arriba, solito, y cantaba graciosas
canciones, siempre con una alegre sonrisa en su rostro moreno. El papá lo miraba con
admiración, aunque estuviera muy triste.
Vivían de los trucos que obtenían con el circo y éste, últimamente, casi no rendía nada.
Entre los que asistían al espectáculo estaba Sergio, acompañado por su papá, que
trabajaba en un periódico. Sergio se divertía bastante con las piruetas del payasito.
Se reía y aplaudía muchísimo. Sin embargo, en un dado momento, se puso muy serio:
notando que el circo estaba casi vacío.
Sergio era un niño muy bondadoso, tan bondadoso como inteligente. En un instante
percibió lo que significaba para los artistas el circo vacío e, inmediatamente, comprendió las
dificultades que aquella gente estaría enfrentando. Entonces, no se contuvo y, virándose para
el papá, le dijo, compadecido:
— ¡Qué pena, papá! ¡Tan pocos asistentes y un espectáculo tan bueno! Observa el
payasito. ¡Nunca vi otro igual! Me gustaría tanto que todos apreciaran sus proezas.
respondió:
El papá sonrió con ternura, ante el entusiasmo del niño y, muy conmovido, le
— Creo que una propaganda en el periódico despertaría el interés del pueblo. Mañana
mismo escribiré un artículo sobre el payasito del circo. ¿Qué crees de la idea, mi hijo?
— ¡Excelente, papá excelente! Todos leen lo que escribes. Garantizo que en la próxima
función el circo estará lleno — dijo Sergio muy entusiasmado.
El papá de Sergio cumplió con lo que había prometido y, el sábado en la tarde, fue
publicado en el periódico un bello artículo de gratis e ilustrado con la figura de un payasito
muy parecido al pequeño artista.
La propaganda dio resultado; al día siguiente, una verdadera multitud compareció al
circo, atraída por el bello artículo. Sergio y su papá allá se encontraban, sentados en los
primeros lugares. ¡El circo estaba repleto! Muchos espectadores tenían el periódico en las
manos y se lo mostraban al payasito, que reía y saltaba de un lado para el otro, muy feliz.
La función fue un suceso. Jorge se esmeró en las proezas, tanto montado en el caballo,
como en el trapecio o en la cuerda.
Todos lo aplaudían con entusiasmo. En cierto momento, alguien se acercó al pequeño
artista y le apuntó para el autor del artículo publicado. El papá de Sergio, viendo que el
payasito lo miraba con insistencia, comprendió lo que sucedía y, para evitar
agradecimientos, salió diciendo:
— Te espero allá fuera, mi hijo. Quédate hasta que se termine.
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