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El payasito hizo algunas otras acrobacias sobre el caballo. Todas las veces que pasaba
cerca de Sergio, lo miraba sonriente.
Finalmente, Jorge comenzó a caminar alrededor del picadero, con el sombrero de
payaso entre las manos, recibiendo, con graciosas mesuras, las monedas y los caramelos que
los espectadores le iban tirando. Pero, al llegar frente a Sergio, en vez de presentar el
sombrero, lo retiró y siguió adelante.
Sergio se entristeció con el gesto del pequeño artista. Se levantó, enfadado, y al
terminar el espectáculo fue en busca de su papá. Ya iba por el medio de la multitud y estaba
cerca de la calle, cuando sintió que le tocaban el brazo. Se viró: era el payasito, que le
sonreía, con las manos llenas de caramelos.
manos.
— ¿Quieres aceptar estos caramelos? — le preguntó tímidamente, extendiéndole las
Sergio sonrió satisfecho y, para ser agradable, cogió unos tres o cuatro. Los ojos del
payasito brillaban de alegría. Y fue con la voz trémula que le dijo:
— Quiero agradecer a ti y a tu papá. No pueden ni imaginar el bien que nos hicieron
con aquella noticia en el periódico. Nunca me olvidaré de ustedes. Y rezaré siempre por su
familia.
Fecha:
Y como Sergio, muy conmovido, nada le dijo, Jorge lo animó y le pidió:
— ¡Déjame darte un abrazo!
— Dame dos — le respondió Sergio rápidamente.
Entonces, el payasito lo abrazó dos veces, diciéndole, con mucho cariño:
— Llévale uno a tu papá.
Evaluación de la Clase:
170