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— No hacer ninguna cosa en la casa. Sólo lo que a nosotros nos gusta.<br />

La mamá miró a los hijos. Pensó un poco y les dijo, tranquilamente:<br />

— Muy bien, estoy <strong>de</strong> acuerdo con uste<strong>de</strong>s, pero con una condición: ¡no aceptaré<br />

reclamaciones! En la primera queja, el “<strong>de</strong>scanso” termina. ¿Está claro?<br />

— Excelente, mamá. ¡Qué bueno! ¡Ahora vamos a jugar bastante! — dijeron los dos,<br />

muy contentos.<br />

Al principio, todo marchó bien. Pero ya el domingo hubo un <strong>de</strong>sconcierto. Los niños<br />

durmieron hasta tar<strong>de</strong>. Cuando se levantaron, sólo encontraron una nota <strong>de</strong> la mamá. Carlos<br />

la leyó en voz alta:<br />

— Fui a pasar el día en la casa <strong>de</strong> la abuela. No hice almuerzo, coman pan dulce.<br />

— ¿Pan dulce? ¿Pero y el almuerzo? — reclamó Cirila, que era muy glotona.<br />

— ¿Por qué mamá hizo eso?— refunfuñó Carlos.<br />

— ¡Evi<strong>de</strong>ntemente ella quiso tomar un <strong>de</strong>scanso! — dijo el papá, comenzando a cortar<br />

el pan dulce.<br />

Sin embargo, los niños no se conformaban. ¡Estar en la casa sin mamá! ¡Y también sin<br />

almuerzo! ¡Era <strong>de</strong>masiado!<br />

Y no podían reclamar, <strong>de</strong> lo contrario: ¡adiós “<strong>de</strong>scanso”!<br />

Al otro día, con miedo <strong>de</strong> que la mamá saliera nuevamente, se levantaron bien<br />

temprano, tomaron el <strong>de</strong>sayuno y fueron a jugar al patio. Jugaron, jugaron. En eso Cirila dio<br />

un grito:<br />

— ¡Mamá, mira lo que Claudio está haciendo!<br />

El nené estaba sentado en la puerta <strong>de</strong> la cocina y, con mucha calma, metía los <strong>de</strong>ditos<br />

en los ojos <strong>de</strong> la muñequita <strong>de</strong> Cirila.<br />

Mamá cargó el nené y dijo, muy seria:<br />

— Si la muñeca estuviera en el lugar, esto no hubiera ocurrido.<br />

De repente, Carlos dijo, preocupado:<br />

— Creo que los animales están enfermos. No oigo el pajarito cantar; y mi perrito<br />

Chiclé no sale <strong>de</strong> su casita. Ni tampoco la gatita Xani ha venido a maullar por aquí. Todos<br />

están tristes y quietos.<br />

— Es posible que ellos estén con hambre o con sed — comentó la mamá.<br />

— ¡Ah!... No les di comida ni agua — dijo Carlos.<br />

— ¡Ni yo! — respondió la mamá. — No tuve tiempo.<br />

Entonces Carlos, aunque estaba <strong>de</strong> “<strong>de</strong>scanso”, les fue a dar agua y comida a los<br />

animalitos, pues no quería verlos enfermos.<br />

Por la tar<strong>de</strong>cita, los niños extrañaron que la mamá no sirviera la comida. Y cuando los<br />

dos le dijeron que tenían hambre, ella les respondió:<br />

— Voy a preparar una merienda. No tuve tiempo <strong>de</strong> hacer la comida.<br />

Carlos y Cirila estaban tristes, pero no dijeron nada. Miraron a la mamá. Estaba<br />

abatida, ¡parecía muy cansada!<br />

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