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pomar.
— ¡Pobrecita! — murmuró pensativo. — Le voy a llevar la primera naranja de nuestro
La esposa recibió el regalo, muy alegre. Entretanto, a su vez, ella se recordó de su hija
Estela, que no tardaría en regresar de la escuela.
— ¡Pobre pequeña! — comentó ella. — Con ese calor, apreciará mucho esta naranja.
Diciendo eso, guardó la fruta para la hijita. Cuando la niña llegó, se puso muy contenta
al recibir la naranja. Pero, pensando en su hermano Francisco, que demoraría en regresar de
las entregas que hacía para el supermercado donde trabajaba, decidió:
— Francisco regresará cansado y con sed. ¡Con qué placer el se comerá esas lonjas
llenas de jugo!
Y ya feliz con la idea, corrió para el portón a esperar el muchacho, que luego apareció,
sudoroso y cansado, igual a como ella lo imaginara.
El hermano, satisfecho con la recordación de la niña, examinó la linda fruta,
golosamente interesado.
Sin embargo, cuando se disponía a pelarla, se recordó de su papá y dijo,
conteniéndose:
— Será nuestro buen viejo quien deberá saborearla. Es él quien trabaja sin descanso en
el pomar y fue él quien sembró el árbol que dio tan bella fruta.
Y sin vacilar, fue al encuentro de su papá, que conmovido, le agradeció el cariño de
haberlo recordado.
Aquel mismo día después de cenar, todavía reunidos alrededor de la mesa el señor
Julio, le agradeció a Dios la felicidad que reinaba en su modesto hogar. Después, para
sorpresa de la familia, colocó en un plato la bonita, madura y apetitosa naranja. Pelándola y
cortándola en pedazos, todos pudieron deleitarse con las lonjas de la refrescante fruta que
encontró en el pomar.
Fecha:
Evaluación de la Clase:
231