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Un día, mientras la niña estaba jugando en el patio, a los cuidados <strong>de</strong> la abuela, que<br />

tejía, sentada en su silla preferida, oyó a Marta gritar:<br />

suya.<br />

— ¡Esta pelota es mía!¡Devuélvemela ya!<br />

— Está bien — le respondió Cecilia, poniendo la pelota roja en el lugar y buscado la<br />

En el mismo instante, Vanda comenzó a jugar con la muñeca que camina.<br />

— ¡Es mía! — le dijo, quitándosela <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong> Vanda y llevó la linda muñeca para<br />

un lugar más seguro.<br />

Vanda llorisqueó un poquito, pero ella era una niña <strong>de</strong> buen carácter y enseguida<br />

estaba jugando muy alegre con su propia muñeca <strong>de</strong> trapo. Todos parecían que se divertían,<br />

menos Marta, que estaba muy preocupada pensando que los otros le fuesen a coger sus<br />

juguetes.<br />

Luego, Marina cogió un libro <strong>de</strong> historia para leer. Enseguida Marta le gritó:<br />

— ¡Es mío! ¡El libro es mío! ¡Lo vas a romper!<br />

Y cogiendo el libro, dijo, dirigiéndose para la silla <strong>de</strong> la abuela:<br />

— Creo que me voy a sentar aquí, para leer un poquito.<br />

Pero, la abuela que se había levantado para tomar agua le dijo:<br />

— ¡No, no vas a sentarte! ¡Esta silla es mía!<br />

Marta la miró, sorprendida. Ella nunca había escuchado la abuela hablar <strong>de</strong> aquel<br />

modo.<br />

— Es mía — exclamó la abuela sonriendo —, pero tendré mucho gusto en <strong>de</strong>jarte<br />

sentar en ella y que leas tu libro, si quieres.<br />

Martita no le dijo nada. Se sentó a leer, pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> algún tiempo, se levantó y <strong>de</strong>jó<br />

el libro en la silla. Enseguida cogió un cubo y una palangana para lavar algunos vestiditos<br />

<strong>de</strong> las muñecas.<br />

— ¡No toques ahí! ¡Es <strong>de</strong> tu mamá! — le dijo su abuela.<br />

— ¿Es, qué? — preguntó Marta, como si no hubiese entendido bien.<br />

Y la abuela, serenamente, le confirmó:<br />

— La palangana y el cubo son <strong>de</strong> tu mamá, pero tengo la seguridad que a ella no le<br />

molestará que los uses.<br />

¡Marta estaba admirada! Ella nunca había pensado en eso. ¡Estaba usando más cosas<br />

que pertenecían a los otros, que las que eran <strong>de</strong> ella misma! El patio era <strong>de</strong>l papá, pero<br />

ciertamente a él no le importaba que ella jugara allí cuando quisiese. Los biscochos eran <strong>de</strong><br />

su hermanita menor, pero ella podía comerse uno, cuando lo <strong>de</strong>seara…<br />

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