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— La culpa es tuya — le dijo el caballero — creyendo que nunca se acabaría la<br />
herencia que obtuviste <strong>de</strong> tus padres, abandonaste la tierra que antes siempre producía<br />
bastante. No te preocupaste <strong>de</strong> sembrar, <strong>de</strong> cuidar <strong>de</strong> ella. Y si no tienes <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> cuidar <strong>de</strong><br />
ellas, vén<strong>de</strong>melas.<br />
Renato creyó que era la mejor salida para conseguir algún dinero y continuar viviendo<br />
sin trabajar, pero, recordando que ya había tenido bastante dinero, un granero lleno <strong>de</strong> maíz,<br />
pero, que se había acabado, se recordó <strong>de</strong> la educación que sus padres le dieron, <strong>de</strong> cuando<br />
le enseñaron el valor y la necesidad <strong>de</strong>l trabajo, le respondió al caballero:<br />
— No, no puedo ven<strong>de</strong>rlas. Creo que todavía puedo hacer que estas tierras sean fértiles<br />
<strong>de</strong> nuevo y ellas producirán muchos frutos con mi trabajo.<br />
— Muy bien, así se habla y se hace. ¿Sabes con qué dinero te iba a pagar tus tierras?<br />
Con los tres granos <strong>de</strong> maíz que irónicamente me diste un día cuando te pedí limosna.<br />
— ¿Pero, cómo pue<strong>de</strong> ser eso? — le preguntó Renato.<br />
— Me llevé los granos, y, como no tenía herramienta, con las propias manos hice un<br />
hueco en la tierra, <strong>de</strong> la cual nacieron tres pies <strong>de</strong> maíz con varias espigas que dieron muchos<br />
granos y los sembré nuevamente y así fui multiplicándolos. Sembrando los granos que recogí,<br />
logré un cantero. El cantero me dio una roza. La roza, me dio un campo y siempre fui<br />
cambiando lo que obtenía por otras tierras. Después en ganado, luego en maquinarias y<br />
muchos empleados y hoy ya no vivo en la pobreza ni pido más limosna, y cómo ves, hasta<br />
podría comprar tus tierras.<br />
— ¿Solamente con aquellos tres granos <strong>de</strong> maíz? — le preguntó Renato.<br />
— Viste ahora, lo que hice con los tres granos <strong>de</strong> maíz y el esfuerzo <strong>de</strong>l trabajo. Ahora<br />
compara mi situación con la tuya. A pesar <strong>de</strong> haber poseído vastas tierras y un granero<br />
gran<strong>de</strong> abarrotado <strong>de</strong> maíz, no supiste aprovechar los bienes que tu papá te <strong>de</strong>jó y el<br />
resultado fue el abandono <strong>de</strong> las tierras y la pobreza.<br />
— Usted tiene toda la razón. El dinero se escapa entre los <strong>de</strong>dos como agua. Sólo el<br />
trabajo garantiza la nueva vida y nos da seguridad y respeto.<br />
Viendo que, finalmente, Renato había comprendido lo que había hecho con su vida, el<br />
caballero sin <strong>de</strong>cir nada más, porque lo que había dicho ya era bastante, montó en su caballo<br />
y se fue para su casa.<br />
Fecha:<br />
Evaluación <strong>de</strong> la Clase:<br />
130