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Carlitos, con el rostro ensangrentado, se retorcía en el suelo <strong>de</strong> tanto dolor. El cohete<br />
había explotado en sus manos, cerca <strong>de</strong> los ojos.<br />
El Pequeño José, inteligentemente or<strong>de</strong>nó:<br />
— Vamos a cargarlo aprisa hasta el servicio <strong>de</strong> emergencias. ¡¡¡Y manos a la obra!!!<br />
Por suerte, en medio <strong>de</strong>l camino encontraron a Joaquín, el farmacéutico. Viendo el<br />
estado en que se encontraba el muchacho, lo colocó en su carro y se dirigió, con toda prisa,<br />
para el hospital.<br />
Llegando allá, enseguida llevaron a Carlitos para los primeros socorros, y sus amigos<br />
se quedaron esperando.<br />
Después <strong>de</strong> realizadas las curaciones, el médico regresó trayendo a Carlitos, con los<br />
ojos vendados. Aprovechó la ocasión <strong>de</strong> que todos sus amigos estaban reunidos en la sala <strong>de</strong><br />
espera <strong>de</strong>l hospital y les dijo:<br />
— Muchachos, Carlitos se lesionó mucho, casi pier<strong>de</strong> su visión, pero gracias a Dios,<br />
fue socorrido a tiempo y por eso las niñas <strong>de</strong> sus ojos no fueron afectadas. Podría haber sido<br />
un gran <strong>de</strong>sastre, y él no más volvería a ver. Pronto él va a estar bien, y espero que nunca<br />
más suceda una cosa <strong>de</strong> esas.<br />
Sólo nosotros, los médicos, sabemos bien el peligro que los cohetes y los fuegos traen<br />
para nuestro cuerpo, que es muy frágil y <strong>de</strong>licado.<br />
Los muchachos, que todavía estaban muy asustados, con lo que había sucedido, y al<br />
mismo tiempo, contentos al saber que Carlitos en breve podría jugar con ellos, prestaron<br />
bastante atención a lo que el médico agregó:<br />
— Tomen nota <strong>de</strong> esto: No jueguen con juguetes que tengan explosivos, tales como<br />
cohetes, fuegos artificiales, fuego <strong>de</strong> cualquier tipo, balones, etc. También no <strong>de</strong>jen tijeras, ni<br />
otros objetos puntiagudos al alcance <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong> sus hermanitos u otros niños. Ellos no<br />
conocen el peligro y pue<strong>de</strong>n quemarse o herirse gravemente.<br />
Oyendo aquello, el corazón <strong>de</strong>l Pequeño José palpitó apresuradamente. Recordó que<br />
casi había cedido a la tentación <strong>de</strong> lanzar algún cohete. ¿Y si lo hubiera lanzado? ¿Habría<br />
dañado a sus Niñas Maravillosas?<br />
El Pequeño José regresó para su casa y, abrazando a su querida mamá, le contó lo que<br />
había sucedido. También le dijo <strong>de</strong> los consejos <strong>de</strong>l tío Antonio y <strong>de</strong>l médico <strong>de</strong>l hospital, y<br />
cómo evitó que el <strong>de</strong>sastre hubiera ocurrido con él. La mamá conmovida le dijo:<br />
— Sí, Pequeño José, tío Antonio sabe lo que dice, él está en lo cierto. Nunca más<br />
olvi<strong>de</strong>s lo que te enseñó.<br />
Y, entonces, el Pequeño José dijo para sí mismo:<br />
— Cuidaré mucho y mucho <strong>de</strong> mis ojos, y siempre que pueda, le diré a los otros<br />
muchachos lo que tío Antonio y el médico <strong>de</strong>l hospital me enseñaron.<br />
Fecha:<br />
Evaluación <strong>de</strong> la Clase:<br />
150