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¡El animalito estaba con hambre! Y, muy ansioso, bebió la leche hasta la última gota.
Enseguida volvió para los brazos de la niña. ¡Ana María estaba feliz! Y, notando que el
animalito estaba con sueño, lo colocó en el cochecito de la muñeca y lo tapó con una
frazadita. Después, se sentó en el escalón de la puerta de la entrada. Estaba tan feliz que
comenzó a tararear. En ese mismo instante, un muchacho atravesó la calle. Tenía el rostro
triste, preocupado y miraba para todos los lados como si estuviera buscando alguna cosa.
— ¿Tú viste mi gato? — le preguntó, enseguida que vio la muchachita.
Ana María tuvo un sobresalto. Miró para el cochecito de la muñeca, donde el
animalito dormía.
— Él no vio el gato — pensó —, si no se lo digo, el gato continuará aquí.
¡Pero, en cuanto tuvo ese pensamiento, su rostro enrojeció! ¡Parecía que su ángel de
la guarda le estaba leyendo el pensamiento!
— ¿Cómo era tu gato? — le preguntó ella contraída.
— Era cenizo y con las patas blancas. Yo lo llamaba de Tip — fue la respuesta.
El muchacho tenía la voz trémula, cuando agregó:
— Tip está perdido por ahí, tal vez esté sufriendo.
Era difícil para Ana María entregar el gato, justamente aquél que era cenizo, de
patitas blancas, como ella tanto lo quería.
¡Pero el animal no era suyo! Entonces, reaccionó ante la tentación y le dijo, también
con la voz trémula:
— Aquí apareció un gato. Le di de comer. Ven a ver. Tal vez sea el tuyo.
El muchacho dio un salto, acercándose al cochecito. Miró para adentro. ¡Qué sonrisa
alegre y feliz apareció en su rostro!
— ¡Es él mismo! Es Tip — gritó, mientras tomaba el gatito en los brazos. — ¡Muchas
gracias por haber cuidado a Tip!
Y, él se fue, llevándose el gato.
Ana María permaneció en el portón hasta perderlo de vista. Tenía lágrimas en sus
ojos, pero tenía el corazón tranquilo.
Y, entonces, pensó:
— Algún día, tendré un gatito cenizo de patas blancas. Aquél no era mío.
Pensando así, entró a su casa para contarle a la mamá lo que ocurrió con el gatito
cenizo.
Fecha:
Evaluación de la Clase:
260