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Consultar archivo musical para Evangelización<br />

Infanto juvenil Crescendo Cantando, Editorial Alianza.<br />

Era una vez un niño llamado Didi.<br />

Historia: EL ARREPENTIMIENTO DE DIDI<br />

Vivía con su papá el señor Fernando y con su mamita, doña María. Vivían los tres en<br />

una casita muy bonita, que tenía un lindo jardín en el frente, pues al señor Fernando le<br />

gustaba mucho sembrar flores, especialmente rosas.<br />

Todos los que pasaban por aquella calle no <strong>de</strong>jaban <strong>de</strong> <strong>de</strong>tenerse para admirar los<br />

canteros, hechos con tanto arte y las maravillosas rosas, <strong>de</strong> todos los colores.<br />

El papá <strong>de</strong> Didi siempre le recomendaba:<br />

— Mi hijo, mucho cuidado con el rosal. Ten cuidado que Príncipe no suba a los<br />

canteros y no los estropee.<br />

Príncipe era el nombre <strong>de</strong>l perrito <strong>de</strong> Didi. El niño lo quería mucho y ambos eran<br />

gran<strong>de</strong>s amigos. Don<strong>de</strong> quiera que Didi fuera, Príncipe iba con él. Jugaban, corrían y se<br />

entendían muy bien.<br />

— ¡Agarra la pelota, Príncipe! — le gritaba Didi.<br />

Y el perrito iba rápidamente, trayéndola en la boca y sacudiéndose todo. ¡Cómo a Didi<br />

le gustaba ver a su amigo disparado <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la pelota!<br />

También jugaban al escondido. Y como Príncipe era muy experto, el niño corría para<br />

<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> su casa y <strong>de</strong>spués le gritaba “listo”. El perrito experto e inteligente iba con su nariz<br />

(olfato) rondando alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la casa, buscando aquí y allí, hasta encontrar el escondite.<br />

¡Qué alegría cuando los dos se veían! A Didi no le daba tiempo tocar en el punto marcado<br />

porque el perrito saltaba a sus piernas y los dos rodaban por el suelo.<br />

Príncipe también acompañaba a Didi a hacer las compras. Cuando la mamá le <strong>de</strong>cía:<br />

— ¡Didi! Por favor, ve a comprar pan para el almuerzo.<br />

O entonces:<br />

— Es necesario ir al mercadito.<br />

El perrito era el primero en correr y al regreso siempre traía un paquete en la boca<br />

para ayudar a Didi. Por ser su amigo y por existir tanta comprensión entre ambos era que<br />

Didi quería tanto a Príncipe. A la hora <strong>de</strong> las comidas, el primer atendido era el perrito: Didi<br />

le servía su platito, le ponía agua, y solamente <strong>de</strong>spués que lo veía comiendo era que iba<br />

para la mesa.<br />

Príncipe, entonces, comía, bebía agua y esperaba por su compañero para jugar.<br />

En una bella tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> sol, llegó a la casa <strong>de</strong> Didi un amiguito llamado Julio y lo invitó<br />

a jugar. Traía una linda pelota <strong>de</strong> goma, ver<strong>de</strong> y blanca.<br />

Enseguida Didi aceptó la invitación y se puso a jugar allí, don<strong>de</strong> estaba, al lado <strong>de</strong>l<br />

muro <strong>de</strong> su casa.<br />

— ¡Niño, cuidado con las rosas <strong>de</strong> tu papá! — le dijo doña María, acercándose a la<br />

ventana.<br />

— ¡Julito! — le gritó Didi. — ¡La pelota cayó <strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong>l muro! ¡Espera ahí que<br />

voy a buscarla!<br />

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