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La próxima cosa que él escuchó fue:
— ¿Qué quieres que haga por ti?
Era una voz tan suave. ¡Era Jesús!
— ¡Señor, yo quiero ver! Sácame de esta oscuridad.
Y entonces Jesús le dijo serenamente:
— Porque crees, tienes fe que yo pueda hacer esto, ¡tú vas a ver!
La oscuridad desapareció de los ojos de Bartimeo. ¡Y bien frente a él apareció Jesús!
Bartimeo podía verlo, y también podía verlo todo a su alrededor — hombres, mujeres,
niños, las ropas coloridas, la puerta de la ciudad, todo, todo.
¡Ah! ¡Eran tantas cosas, que Bartimeo no sabía para donde mirar primero! Entonces,
miró nuevamente a Jesús, y le dijo:
— ¡Oh! Jesús. ¡Qué alegría! ¡Yo puedo ver! ¡Muchas gracias!
Cuando Jesús volteó para continuar bajando por el camino, Bartimeo lo siguió en el
medio de la multitud. Él se olvidó de cómo había planificado pasar el día. ¡Se olvidó de todo,
menos de que él amaba a Jesús y que ahora veía, podía mirarlo todo!
Bartimeo había sido ciego, nadie consiguió curarlo hasta que Jesús llegó. ¡Ahora podía
verlo todo pero, lo más importante, es que podía ver a Jesús!
Fecha:
Evaluación de la Clase:
88