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Pero no valía la pena, pues la flor naranja continuaba desanimada y pesimista,
diciendo:
— No veo nada bueno, ni interesante en mi vida.
— Cómo no, mira que sol más hermoso que nos calienta, la brisa, que sopla suave
refrescándonos.
— Tú hablas eso porque estás ahí en lo alto. Aquí en el suelo no es nada bueno.
— ¡Oh, oh, pero que florecita más pesimista! No estoy tan alto. ¿No estamos bien
cerquita? Si quieres crecer un poco más es sólo estirarte un poquito y me alcanzarás.
— Estoy débil, no logro hacer nada, sólo debo esperar que el tiempo pase y mis
pétalos se sequen.
— ¡Vaya! ¡De ti sólo viene pesimismo! ¡Mira, atiéndeme, debe existir alguna cosa que
te guste!
— ¿Mirar para dónde? Veo aquellos árboles frondosos, llenos de frutas, veo el lago,
los pájaros. Este lugar no tiene ningún atractivo, existen muchas flores, mucho verde. Yo
quería nacer en un lugar solita, donde sólo existiera una flor: yo.
— ¡¿En un lugar donde sólo existas tú?!
— Claro, todos pasarían y podrían ver el brillo, la delicadeza y la belleza de mis
pétalos. ¡Y mi perfume sería único! No nací para mezclarme. Aquí en este lugar no se puede
distinguir el aroma de cada una. Todo se confunde. Realmente no me gusta, quiero irme de
aquí.
— Pero, ¡qué tontería! Cada una de nosotras tiene su valor. Juntas podemos
embellecer y aromatizar este rincón, haciéndolo más bonito. Quien pase por aquí apreciará
la belleza de la naturaleza, de la cual formamos parte.
— ¡Para mí basta!, no aguanto más oír tu voz. Quiero irme, quiero que sople un
viento bien fuerte que me arranque de la tierra y me lleve bien lejos de aquí.
Y diciendo eso, el cielo se oscureció. Parecía que el mundo se iba a desplomar. Viento
fuerte, las plantas se agarraban a la tierra. Sólo la Naranjita no se protegió, la ventolera se
la llevó para un lugar distante.
pie.
En aquel lugar no había flores, árboles o arbusto.
La tierra era seca y por más que intentase, la Naranjita no conseguía mantenerse en
Ahí fue donde echó de menos a las otras flores de aquel antiguo lugar. Pero,
desafortunadamente, para ella, era demasiado tarde. No podría regresar más. No valorando
la vida y los amigos, ahora sufría las consecuencias.
¿Cuántas veces actuamos como la flor naranja?
Queremos cambios imposibles y nos creemos los más grandes, los únicos.
Cuántos engaños, mis amigos, pues, juntos, somos fuertes, separados somos débiles.
Esa es la vida, esa es la ley: cada uno siembra y dependiendo de la plantación viene
la cosecha.
Fecha:
Evaluación de la Clase:
270