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— ¡¿Qué sucedió?! — pensaba Julito. — ¡¿Tanto tiempo y Didi aún no regresa con la<br />

pelota?!<br />

dijo:<br />

Mal terminara <strong>de</strong> pensar, cuando Didi apareció blanco como un papel y temblando, le<br />

— ¡La pelota cayó encima <strong>de</strong> un rosal y le partió un gajo! ¿Y ahora? ¿Qué hacer?<br />

Papá se molestará mucho.<br />

— ¡No te aflijas tanto! — le respondió Julito. — ¡Échale la culpa a Príncipe y listo!<br />

— ¿A Príncipe? ¡No! ¡Pobrecito! Pero no existe otra salida... le dijo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

reflexionar un poco. — Tendré que <strong>de</strong>cir que fue Príncipe quien estropeó el rosal.<br />

Los dos continuaron jugando. Ya habían olvidado lo sucedido hasta cuando Didi vio al<br />

señor Fernando, cerca <strong>de</strong> su rosal.<br />

— ¡Papito! — lo llamó el niño queriéndole explicar.<br />

Pero no continuó, pues su papá, mirando para el rosal estropeado, le dijo:<br />

— ¡¿Quién estropeó mi rosal?!<br />

Temblando, Didi le respondió:<br />

— ¡Oh! ¡Papá, fue Príncipe!<br />

— ¿Príncipe? ¡Pues lo amarraré y mañana mismo lo mandaré lejos <strong>de</strong> aquí!<br />

Inmediatamente trajo el perrito y lo amarró en un poste <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra que tenía en el<br />

patio. A la hora <strong>de</strong> cenar, Didi casi no comió. Sólo probó la comida. Su corazón parecía que<br />

le iba a salir por la boca, le palpitaba muy fuerte.<br />

Preocupada su mamá, le preguntó:<br />

— ¿Qué tienes, hijito? ¿Por qué no comes? ¿Sientes algún dolor?<br />

— ¡No! ¡No es nada, tengo sueño! — fue la respuesta <strong>de</strong>l niño.<br />

Y fue para la cama. Su mamita, afligida, comentaba:<br />

— ¡Este niño parece que está enfermo! Voy a ver si tiene fiebre.<br />

Cuando llegó al cuarto escuchó un fuerte sollozo <strong>de</strong> llanto. Llamó al señor Fernando<br />

para que viera lo que estaba sucediendo.<br />

— ¡¿Qué tienes?! — le preguntaron ambos al mismo tiempo.<br />

— ¡Papá, mamá! — sollozaba Didi. — No fue Príncipe quien estropeó el rosal, fue la<br />

pelota.<br />

Y, entonces, les contó cómo había sucedido todo.<br />

Todavía llorando, <strong>de</strong>cía:<br />

— ¡Pobrecito Príncipe ladrando <strong>de</strong> aquella manera allá fuera! ¡Pobrecito! ¡Debe estar<br />

con frío y hambre!... Yo no comí para <strong>de</strong>jarle aquella comidita a él. ¿Papá, me disculpas?<br />

¿Déjame ir a buscar a Príncipe? Más nunca diré mentiras.<br />

— Está bien, mi hijo. Busca tu amiguito Príncipe. Tráelo para a<strong>de</strong>ntro y dale comida.<br />

Acepto tus disculpas y tu arrepentimiento tan sincero; mereces una nueva oportunidad.<br />

Abrazó al hijito que corrió para el patio para también abrazar a su perrito, pidiéndole<br />

disculpas.<br />

Fecha:<br />

Evaluación <strong>de</strong> la Clase:<br />

238

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