<strong>La</strong> cosa <strong>es</strong> <strong>que</strong> me informan, pu<strong>es</strong>, <strong>que</strong> me van a bajar. Dejame decirte, <strong>que</strong> yo me agüevé, por<strong>que</strong> ya le había cogido cariño al medio, cariño a la gente, había tomado confianza sobre mí mismo, había aprendido tantas cosas en la montaña, <strong>que</strong> entonc<strong>es</strong>, yo m decía: yo no puedo dejar abandonados a los muchachos, yo no puedo bajar, yo no puedo dejarlos en el lodo, en el abra, yo no puedo dejarlos en la soledad. Pero bueno, ya era <strong>una</strong> decisión del alto mando en <strong>es</strong>e momento, y me bajan. Fue un verano, a mediados de abril de 1975. 74
15. Empiezo a bajar con Juan de Dios Muñoz y con Valdivia, con José Dolor<strong>es</strong> Valdivia, <strong>que</strong> se llamaba Faustino, Silv<strong>es</strong>tre. Faustino se <strong>que</strong>daba hasta cierto punto, y luego yo seguía bajando; Faustino se iba a trasladar al Cuá, para <strong>que</strong> abriera <strong>una</strong> nueva zona, o <strong>una</strong> nueva ruta, o no sé cómo <strong>es</strong> la cosa. Caminamos varios días, hasta <strong>que</strong> llegamos de noche a un ranchito, en <strong>es</strong>e ranchito <strong>es</strong> <strong>que</strong> yo conocí a Francisco Rivera. A Juan de Dios ya lo conocía, él <strong>es</strong>taba con el Gato en <strong>es</strong>e campamento, yo conocía a Juan de Dios Muñoz por<strong>que</strong> él me había subido a mí a la montaña, cuando trepé en el 74. Entonc<strong>es</strong> llegamos a un rancho, hacemos la señal y cont<strong>es</strong>tan la señal; entramos, era un ranchito pe<strong>que</strong>ño, así como <strong>es</strong>te cuarto, de unos 5 metros por 5 metros, la cocina, <strong>una</strong>s patitas de gallina, con <strong>una</strong> m<strong>es</strong>a chiquita, rústica, <strong>una</strong> hamaca, <strong>una</strong> cama, el fogón y <strong>una</strong> pata de gallina cerca del fogón <strong>es</strong>perando <strong>que</strong> <strong>es</strong>tuviera el café negro. Yo veo <strong>que</strong> <strong>es</strong>taba un hombre chele, ojos azul<strong>es</strong>, bien parecido, con un sombrero, cuando entramos, ni se inmuta; luego, cuando dice Juan de Dios "Rómulo, <strong>es</strong>te <strong>es</strong> Eugenio", me dice "¿usted <strong>es</strong> Eugenio?... mucho gusto compañero" y me da la mano. Y ya <strong>es</strong>tá, se <strong>que</strong>dó sentado. "¿Y cómo le fue en el viaje?" dice, "Bien, compañero". "Compita" dirigiéndose a la señora "como <strong>que</strong> ya quiere reverberear <strong>es</strong>to"; <strong>es</strong>taba como afanado con el café negro y metiéndole, atizándole los palos al fuego y fumando, "¿cómo <strong>es</strong>tán los muchachos?" me pregunta; "bien, compa". Tenía todo el hablado camp<strong>es</strong>ino y parecía un hombre de ciudad; a la orilla del r<strong>es</strong>plandor del fogón lucía como <strong>una</strong> <strong>es</strong>pecie de cowboy norteamericano, con el sombrero, por<strong>que</strong> era ojos azul<strong>es</strong>, blanco, de rasgos finos, y con un sombrero tejano más o menos. Puta... <strong>es</strong>te hombre, decía yo, tiene tipo de tejano y habla como camp<strong>es</strong>ino. Estuvimos allí un buen rato platicando cosas, y él hablando como camp<strong>es</strong>ino preguntando cosas y hablando cosas. Y luego nos fuimos todos a acostar fuera del rancho, ahí en <strong>una</strong>s hamacas como a unos quinientos metros. Platicamos al día siguiente y nos fuimos, seguimos bajando... seguimos bajando. Y en todo el trayecto en <strong>que</strong> yo venía bajando, cuando yo miraba <strong>que</strong> era un hecho irrefutable, <strong>que</strong> iba caminando para la ciudad, mi cabeza era <strong>una</strong> mezcla de información proc<strong>es</strong>ándose; por un lado yo dejaba lo <strong>que</strong> para <strong>es</strong>e momento más <strong>que</strong>ría, mis hermanos de la montaña; y al mismo tiempo también me iba acercando a los <strong>que</strong> yo más <strong>que</strong>ría, <strong>que</strong> era la ciudad, y mis hermanos de la ciudad. Y entonc<strong>es</strong> la gran incertidumbre, adónde me iban a ubicar, y la ciudad y la luz eléctrica, y de nuevo los color<strong>es</strong>, los carros, y el ruido de los radios, ver televisión, y azúcar siempre, azúcar, todos los tr<strong>es</strong> tiempos y comer helados y el Pop's y el Chip's y alg<strong>una</strong> vez al cine. Y los carros. Yo nunca comprendí, al fin y al cabo, si yo quise o no quise la montaña, por<strong>que</strong> sentía dejarla y también la odiaba, yo llegué a odiar a la montaña, o si la <strong>que</strong>ría, no sé qué puta era lo <strong>que</strong> me <strong>es</strong>taba pasando. <strong>La</strong> cosa <strong>es</strong> <strong>que</strong> iba pensando de nuevo en la ciudad, bueno me iban a operar y luego, ¿qué voy a hacer? Me van a mandar a otra ciudad, me van a subir de nuevo a la montaña, voy a ir al campo, y la ciudad y las muchachas, iba a ver a Claudia. Y entonc<strong>es</strong> sí, iba a hacer el amor y me entusiasmaba la idea de hacer el amor con Claudia, o con cualquier otra mujer, la sensación nuevamente de b<strong>es</strong>ar <strong>una</strong> mujer, de acariciar <strong>una</strong> mujer, de pasarle la mano a <strong>una</strong> mujer por todo el cuerpo, de <strong>es</strong>tar sobre <strong>una</strong> mujer, de derramarte sobre <strong>una</strong> mujer y pensaba en las cland<strong>es</strong>tinas <strong>que</strong> había en <strong>es</strong>e momento y las iba repasando, cuál me gustaba más para ver, si no <strong>es</strong>taba Claudia, o si ya Claudia no me <strong>que</strong>ría ¿cuál mujer era?, o qué mujer<strong>es</strong> podían 75
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La montaña es algo más que una in
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1. Recuerdo que ingresé al Frente
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llegaban a León a estudiar, que vi
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A Prío le decían el "Capi" Prío
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Entonces, fundamentalmente, Leonel
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pasado. A veces, por suspicacia, es
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situación yo me llegué a formar d
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cuestión de segundos. Saltaban al
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máquinas de escribir, que teníamo
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ostros serios o desconcertados, o d
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compañero que va de tránsito para
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Y empieza a nacer todo un movimient
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