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JAVIER TUSELL - Prisa Revistas

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En las actuales democracias modernas,<br />

todo debe estar a la vista, ser entendido y<br />

conocido, traducido masivamente en un<br />

alarde por enseñar que la democracia es<br />

igual a la comunicación absoluta.<br />

La comunicación, la fluidez entre categorías,<br />

la circulación, es requerida para<br />

el buen funcionamiento de los mercados<br />

financieros, pero también para toda producción<br />

material o cultural dentro de las<br />

mismas normas de globalidad que imponen<br />

la industria y el comercio integrados.<br />

Las aperturas de mercados, el abatimiento<br />

de las trabas y barreras nacionales, la convertibilidad<br />

de todas las monedas, la conmutabilidad<br />

de todos los espacios, la accesibilidad<br />

a todos los productos, el desbaratamiento<br />

de la intimidad, desde las<br />

revelaciones forzadas sobre lo íntimo a los<br />

voluntarios reality shows, todo debe ponerse<br />

a la luz, ante las cámaras, apto para<br />

ser calificado y facturado sin que el secreto<br />

interrumpa el tráfico general.<br />

¿La creación? Hasta hace unos años,<br />

con las vanguardias, con las dictaduras, la<br />

creación se oponía a la convención establecida,<br />

la política sospechaba de ella y la<br />

economía, con frecuencia, la expulsaba de<br />

sus dominios. El cambio ha sido radical y<br />

sustantivo. El artista como fuerza de provocación<br />

ya no provoca a nadie; no importa<br />

a qué punto lleve el paroxismo de su<br />

provocación. Más aún: llegado a un punto,<br />

lo que antes era subversión se convierte<br />

en nuevo espectáculo y el artista, más que<br />

introducir nuevos conocimientos, se ve<br />

forzado a producir sucesos o simulacros de<br />

sucesos. En lugar de subversión, la tarea<br />

consiste en la perversión.<br />

No hay prácticamente actividad artística<br />

en nuestro entorno que pueda socavar<br />

el poder. Y no por efecto de que el poder<br />

sea hoy más fuerte o legítimo, sino por haberse<br />

convertido en difuso y casi impalpable.<br />

Lejos de hallarse representado en un<br />

centro duro y distinto, el poder se ha alla-<br />

Nº 85 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

nado subrepticiamente y se camufla en un<br />

laberinto de redes. Somos víctimas de un<br />

poder, pero no sabemos desde dónde nos<br />

acosa ni exactamente con qué. Su fuerza<br />

se ha metamorfoseado en una epidemia<br />

interna; su violencia en virulencia general,<br />

en nubes de virus que se cuelan desde los<br />

rayos catódicos, los ramajes de la informática,<br />

la seducción de los objetos o la interconexión<br />

social.<br />

El creador no encuentra resistencia<br />

definida a la que oponerse, realidad a la<br />

que vencer con su aporte de nueva realidad<br />

porque todas las barreras de lo real y<br />

lo irreal se han reblandecido y se ofrecen<br />

con indiferencia a ser manoseadas, recreadas<br />

una vez que pueden traducirse en productos<br />

de facturación virtual. Antes hablábamos<br />

de industrias culturales manipuladoras<br />

de la conciencia. Ahora esa industria<br />

omnipresente, indiscriminada, difuminada<br />

en las emisoras públicas y privadas, dispersa<br />

en los medios de comunicación, extraviada<br />

en la trasestética o en la transexualidad,<br />

se encuentra en todas partes y en<br />

ninguna. El sistema de producción cultural<br />

ha dejado de tener cabeza y pies para<br />

convertirse en un magma total donde flotamos<br />

o braceamos inmersos dentro de la<br />

misma sopa. La obra literaria, la nueva película,<br />

la serie de telefilmes, la exposición<br />

de pintura, se alinean en el bazar del “entretenimiento”<br />

en cuyo ámbito el autor es<br />

un productor de distracciones y el receptor<br />

un consumidor que olvida ya el último<br />

bocado de lo recibido para seguir metabolizando<br />

el siguiente menú, sin que su estatura<br />

crezca.<br />

Al artista se le reconocía la facultad de<br />

crear. Al autor, según la etimología de<br />

auctor, se le reconocía la fama de aumentar<br />

lo conocido. Ahora la tarea autoimpuesta<br />

no es aumentar el conocimiento y<br />

mucho menos transformarlo críticamente<br />

en energía. Lo decisivo no es crear o potenciar<br />

sino producir, y el mito no está en<br />

el saber mismo, sino en saber comunicar.<br />

¿Comunicar qué? Emociones, antes que<br />

ideas; impactos, antes que reflexiones; evasiones<br />

antes que compromisos. La creación<br />

ha semiabandonado la concentración<br />

en sus estudios y talleres de sedición para<br />

proyectarse sobre las pantallas de la seducción.<br />

Ni el autor puede ser ya lo que era ni<br />

los artistas-creadores tampoco. El consumo<br />

es hoy el rey de “La Creación”. La facilidad<br />

de lo consumible dicta hoy el movimiento<br />

de los “astros”; resucita estrellas<br />

extintas si todavía de su destello puede obtenerse<br />

la energía del reciclaje; enaltece estrellas<br />

enanas o traza la línea de los neutrinos.<br />

No importa de qué arte se trate, no<br />

importa de qué pintura se hable; sobre la<br />

última pincelada, sobre la última edición,<br />

domina la definitiva sanción del mercadeo<br />

que también en el arte reproduce el carácter<br />

de una nueva divinidad.<br />

Basta fijarse en los fines que guían la<br />

política de los museos. Desde mediados<br />

de los años ochenta, el problema de los<br />

patronatos que gobiernan los grandes centros<br />

museísticos del mundo no se encuentra<br />

en encontrar un buen director artístico<br />

sino un buen gestor. Aquél que, avezado<br />

en las condiciones del mercado, elija y<br />

prepare las exposiciones de mayor rentabilidad,<br />

elija a los arquitectos que construyan<br />

edificios más espectaculares, creen, en<br />

definitiva, colas de visitantes no importa<br />

si, como en repetidos casos, las salas de exposición<br />

se encuentran vacías de obras o el<br />

paso por ellas no lleve a los visitantes a<br />

otra cosa que al espectáculo de los visitantes<br />

mismos.<br />

El Neus Museum de Berlín ha sido diseñado<br />

con una disposición que permite a<br />

los turistas desembarcar del autobús, hacerse<br />

fotos frente a la fachada, pasear por<br />

las galerías, visitar la tienda y regresar al<br />

autocar, todo en 45 minutos.<br />

Los museos, considerados instituciones<br />

reverenciales para democratizar el ac-<br />

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