JAVIER TUSELL - Prisa Revistas
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TOCQUEVILLE INÉDITO<br />
una diferencia profunda y<br />
radical entre ellos.<br />
Del mismo modo en las<br />
naciones que han alcanzado<br />
un grado muy alto de<br />
civilización, encontramos<br />
siempre la mezcla<br />
de los mismos elementos…<br />
Hay aquí un interesantísimo<br />
material inédito en el que Tocqueville<br />
expone con claridad su<br />
idea de la historia. Contradiciendo<br />
cualquier tentación de escepticismo<br />
o de empirismo al<br />
modo actual, Tocqueville manifiesta<br />
una decidida confianza en<br />
la existencia de algún elemento<br />
de humanidad común y subyacente<br />
a la multiplicidad visible.<br />
En lo que hace a un estudio de<br />
las condiciones para una filosofía<br />
de la historia en un contexto<br />
posmoderno, las declaraciones<br />
de Tocqueville suponen un respaldo<br />
notable. Si además ocurre,<br />
como en mi caso, que ese estudio<br />
se apoya justamente en Tocqueville,<br />
la importancia de estos<br />
fragmentos adquiere un relieve<br />
casi decisivo 13 . Pero todo este interés<br />
seguiría siendo muy reducido<br />
si no sobrepasara ampliamente<br />
las necesidades de un análisis<br />
concreto y de un texto en<br />
particular. Tocqueville ha sido<br />
con justicia considerado uno de<br />
los precursores de la moderna sociología.<br />
Su forma de enfocar los<br />
problemas, manteniéndose siempre<br />
muy cerca de la realidad empírica,<br />
resulta particularmente<br />
grata al sociólogo, que ve así en<br />
el gran autor francés un destacado<br />
paladín de sus propios planteamientos.<br />
No hay ningún<br />
inconveniente en admitir los aspectos<br />
manifiestamente “sociológicos”<br />
de Tocqueville; pero<br />
convendrá no obstante tener<br />
bien presente que en la disputa<br />
entre sociólogos y filósofos, o lo<br />
que es lo mismo, en la ácida controversia<br />
entre buscadores de leyes<br />
generales y defensores de un<br />
punto de vista universal sobre lo<br />
13 Me estoy refiriendo a un libro<br />
que, con el título probable de La subjetividad<br />
en la historia, confío publicar<br />
en breve.<br />
humano, Tocqueville atestigua<br />
estar reflexionando, clara e indiscutiblemente,<br />
desde una perspectiva<br />
filosófica.<br />
Veamos ahora lo que añade,<br />
casi a renglón seguido, al iniciar<br />
una comparación entre las características<br />
de la subjetividad agente<br />
en un pueblo semicivilizado y<br />
la que opera en las naciones que<br />
han alcanzado ya un elevado grado<br />
de civilización.<br />
Entre los primeros, en<br />
aquel que permanece aún<br />
semisalvaje, el estado social<br />
es imperfecto, la fuerza<br />
pública mal organizada<br />
y la lucha entre ella y<br />
la fuerza individual es<br />
con frecuencia desigual; hay<br />
poca seguridad para el<br />
particular, poca tranquilidad<br />
para la masa, las costumbres<br />
son brutales, las ideas<br />
simples, la religión<br />
se entiende casi siempre<br />
mal; he ahí el lado negativo.<br />
Éste es el positivo: replegada<br />
de este modo sobre<br />
sí misma, el alma obtiene<br />
de su circunstancia un<br />
admirable recurso y la fuerza<br />
individual para despliegues<br />
inesperados; en su caso<br />
el amor a la patria no es<br />
en modo alguno racional<br />
sino instintivo, y ese instinto<br />
ciego produce milagros; los<br />
sentimientos son resueltos,<br />
las convicciones profundas;<br />
por consiguiente el<br />
sacrificio no es una rareza,<br />
el entusiasmo es común<br />
y el desprecio de la muerte<br />
se halla en el fondo de<br />
los corazones y no en<br />
la superficie de los labios.<br />
Tocqueville está haciendo<br />
aquí una descripción del alma<br />
de los pueblos en términos de<br />
sus móviles íntimos, de su noción<br />
de las cosas y de su visión<br />
del mundo; utilizando una expresión<br />
del propio Tocqueville,<br />
diríamos que está retratando el<br />
modo de ser de una sociedad semisalvaje<br />
del mismo modo que<br />
poco después comprenderá el<br />
par democracia-aristocracia bajo<br />
el doble aspecto de organización<br />
institucional y “modo de ser del<br />
pueblo” 14 . El interés principal de<br />
estas líneas reside en su vigorosa<br />
e intuitiva inteligencia del operar<br />
interno de la psicología colectiva<br />
en unas condiciones dadas: las<br />
de una sociedad aún imperfectamente<br />
civilizada.<br />
A este respecto, como ya se ha<br />
apuntado anteriormente, la importancia<br />
de la subjetividad y el<br />
papel que este concepto no explícitamente<br />
formulado desempeña<br />
a todo lo largo de la conceptualización<br />
ética, política e<br />
histórica de Tocqueville es fundamental.<br />
El párrafo precedente<br />
es buena muestra de ello: en él se<br />
comprende la relación de todos<br />
los elementos actuantes en la historia,<br />
el vínculo recíproco entre<br />
los caracteres del alma colectiva<br />
de las sociedades como la íntima<br />
aleación de elementos racionales<br />
y afectivos, es decir, como la reunión<br />
de las voces anímicas provenientes<br />
de una determinación<br />
inspirada por los afectos con los<br />
resultados del cálculo racional de<br />
lo conveniente respecto de los fines.<br />
Justamente es esta reunión<br />
lo que yo llamo subjetividad<br />
agente, potencia actriz y al mismo<br />
tiempo espectadora de la historia,<br />
fuerza simultáneamente<br />
desencadenante de los hechos e<br />
intrigada escudriñadora de sus<br />
resultados.<br />
Oigamos ahora cómo se aplica<br />
la poderosa perspicacia de<br />
Tocqueville a la deducción de las<br />
condiciones actuantes desde y<br />
sobre el espíritu de una sociedad<br />
muy civilizada.<br />
Ahora, comparemos este<br />
pueblo semi-ilustrado con<br />
el que ha alcanzado un alto<br />
grado de civilización. En<br />
éste, el cuerpo social lo ha<br />
previsto todo; el individuo<br />
se toma la molestia de nacer;<br />
en cuanto al resto, la<br />
sociedad le acoge en los brazos<br />
de su nodriza, ella vela por<br />
su educación, abre ante él<br />
las vías de la fortuna; ella le<br />
sostiene en su avance, aparta<br />
de su cabeza los peligros;<br />
progresa en paz bajo los ojos<br />
14 DA, OC (M), I, 1, passim,<br />
1951a.<br />
de esta segunda providencia;<br />
este poder tutelar que le ha<br />
protegido durante su vida,<br />
vela incluso el reposo de<br />
sus cenizas; he ahí la suerte<br />
del hombre civilizado.<br />
La sociedad aparece ya descrita<br />
como un poder tutelar, una denominación<br />
que se hará célebre<br />
diez años más tarde, con el segundo<br />
tomo de su Democracia 15 .<br />
Tocqueville advierte desde el<br />
principio la interacción de la sociedad<br />
con el individuo, la constante<br />
retroalimentación entre el<br />
carácter social (ligado al interés<br />
político y a sus objetivos de prosperidad)<br />
y el carácter de los sujetos.<br />
El cuerpo social modela el<br />
talante de sus integrantes del<br />
mismo modo en que éstos, a la<br />
recíproca, moldean la condición<br />
del conjunto. Pero Tocqueville<br />
no se detiene aquí. No sólo afirma<br />
el íntimo vínculo entre la colectividad<br />
y sus miembros, describiéndolo<br />
como lo que podríamos<br />
denominar un binomio;<br />
comprende también la evolución<br />
de este par inseparable al modo<br />
filosófico, es decir, universalista,<br />
y desde una filosofía de la historia<br />
que asume la existencia de un<br />
elemento que la atraviesa.<br />
No deja de ser interesante<br />
que, frente a la crítica francesa<br />
de Nietzsche, eso que ha venido<br />
en llamarse escepticismo posmoderno<br />
y que afirma como único<br />
sujeto posible el singular y contingente,<br />
podamos oponer una<br />
objeción también francesa: la<br />
que sostiene una noción de sujeto<br />
diametralmente contrapuesta.<br />
El sujeto deconstruido o posmoderno<br />
está circunscrito por los límites<br />
naturales de la biología:<br />
atrapado entre las unidireccionales<br />
fronteras del nacimiento y la<br />
muerte, se ubica en una historia<br />
confeccionada mediante la aposición<br />
de elementos tan insulares<br />
como él mismo. El filósofo deconstructivo<br />
cosecha así una historia<br />
discontinua, literalmente<br />
desprovista de sustrato o que lo<br />
obtiene sólo por la acción reacti-<br />
15 Cf. DA, op. cit., vol. 2, parte IV,<br />
cap. 6, por ejemplo.<br />
72 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 85