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JAVIER TUSELL - Prisa Revistas

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TOCQUEVILLE INÉDITO<br />

ma para adaptarse mejor a las<br />

mudables relaciones del ambiente,<br />

pero queda intacta la médula<br />

que la vigoriza en toda época. El<br />

artista sustituye el pincel por el<br />

aerógrafo, el tambor por el clavicordio<br />

y el láser al pedernal, pero<br />

la forma humana de aprehender<br />

el mundo, la actividad única<br />

por la que un ser se ve capacitado<br />

para la percepción de lo bello,<br />

lo bueno o lo verdadero se mantiene<br />

indemne tras la multiplicidad<br />

de las herramientas que fabrica.<br />

El verdadero sujeto transhistórico,<br />

aquél cuyo avatar narra<br />

una historia comprensiva, una<br />

historia como autointerpretación,<br />

la única historia posible, es<br />

la voluntad o querer-ser de los sujetos.<br />

Poco importa el carácter<br />

plástico y polifacético de este<br />

querer-ser; se trata de un ímpetu<br />

de transformación del mundo<br />

que inevitable y continuamente<br />

compele a los hombres a la acción.<br />

De hecho, es justamente<br />

esta diversidad, esta multiplicidad<br />

de las expresiones de la voluntad,<br />

la que define al hombre<br />

como tal. La voluntad del animal,<br />

si alguna tiene, no puede<br />

ser otra cosa que su instinto, y sabido<br />

es que éste se expresa con<br />

rara constancia y univocidad. La<br />

polimorfia observada en la manifestación<br />

de la voluntad de los<br />

hombres, la diferencia de su variado<br />

arte, religión, política e ideas,<br />

la inacabable transformación<br />

de su permanente actividad atañe<br />

a los productos que realiza,<br />

mas, por lo mismo, afirma indubitablemente<br />

la existencia y<br />

agencia del propio productor.<br />

Llamo voluntad al conjunto<br />

de impulsos transformadores que<br />

lanzan al hombre a generar una<br />

cultura. Y contra toda la opinión<br />

relativista, la “cultura” no nos<br />

fragmenta en un mosaico irrepetible<br />

sino al revés: es justamente<br />

ella, como prueba empírica de<br />

una conciencia activa que se vierte<br />

al exterior en productos culturales,<br />

la evidencia más palpable<br />

de una unidad transcultural que<br />

permanece inalterada bajo el epifenómeno.<br />

La actividad cultural<br />

–lenguaje, arte, religión, historia<br />

o ciencia– responde al operar de<br />

un rasgo colectivo, a una fuerza<br />

creativa común cuya “sensibilidad”<br />

deviene convergente entre<br />

el número de los individuos que<br />

reconocen compartir una misma<br />

“identidad”. Es una fuerza transmisible<br />

cuya cualidad invariable<br />

se oculta tras lo modificable de<br />

sus efectos. Ésta es la fuerza que<br />

permite hablar, por ejemplo, de<br />

una cultura olmeca como entidad<br />

discernible de la cultura griega.<br />

Y la prueba de que bajo estas<br />

diferencias late una única esencia<br />

es justamente ésta: que, dadas<br />

ciertas condiciones, un olmeca<br />

puede interiorizar el carácter<br />

griego por completo y volverse<br />

culturalmente tan griego como<br />

Sócrates y viceversa.<br />

El escéptico debería tener aquí<br />

en cuenta las hipótesis de contactos<br />

entre las culturas americanas<br />

y algunos civilizados pueblos<br />

coetáneos. Las travesías de Heyerdahl<br />

y otros, junto con las<br />

conclusiones de arqueólogos como<br />

Meggers y Evans, han sugerido<br />

con fuerza la posibilidad de<br />

un intercambio cultural con<br />

egipcios y fenicios por un lado,<br />

con japoneses y chinos por otro.<br />

La presencia de aspectos coincidentes<br />

en los restos de cerámica<br />

descubiertos, en el estilo artístico<br />

y la manufactura de herramientas<br />

así lo manifiestan. No es necesario<br />

imaginar una presencia<br />

en gran escala; algo así como una<br />

“conquista” o una invasión. En<br />

algunos casos, dice Luis Pericot,<br />

“[l]a llegada de un grupo o de<br />

unos pocos individuos, aunque<br />

fuera un solo náufrago, puede haber<br />

sido decisiva” 9 , tal es la fuerza<br />

contagiosa de la subjetividad.<br />

Lo contrario, como digo, es también<br />

cierto, de modo que si hubiera<br />

habido contacto entre griegos<br />

y olmecas, un joven griego,<br />

inmerso en la vida centroamericana<br />

de los siglos séptimo al primero<br />

antes de Cristo, acabaría<br />

siendo tan meso-americano como<br />

los constructores de las pirámides<br />

de Teotihuacán. La totipotencialidad<br />

lingüística y cultural<br />

del niño, bien conocida por<br />

9 ‘Las altas culturas centroamericanas’<br />

en Historia del arte, vol. 6, pág.<br />

258. La cursiva es mía, 1970.<br />

la psicología evolutiva, manifiesta<br />

el hecho de que las barreras<br />

que separan y enfrentan a las culturas<br />

necesitan tiempo y esfuerzo<br />

para levantarse y que no existen<br />

por sí mismas de forma natural.<br />

Esas barreras se mantienen por<br />

interés y miedo, por inercia y por<br />

tradición, pero no por ello dejan<br />

de ser meros artificios que la<br />

inteligencia y la sensibilidad<br />

comprenden y superan.<br />

4. La voz de las pasiones<br />

He hablado de la voluntad como<br />

elemento transhistórico, como<br />

fuerza transformadora que, supeditada<br />

al entendimiento, actúa<br />

sobre el mundo. A este respecto<br />

vale la pena traer a colación<br />

el ejemplo con el que<br />

Arrillaga Torrens, en su Introducción<br />

a los problemas de la Historia,<br />

ilustra una de las diferencias<br />

entre el animal y el hombre,<br />

una diferencia capital que hará<br />

entender con precisión a qué me<br />

estoy refiriendo. Un lobo, dice,<br />

que encontrara interpuesta una<br />

roca entre el abrevadero y la lobera<br />

se limitaría a rodear el obstáculo<br />

sin preocuparse de nada<br />

más. Así pasen generaciones de<br />

lobos necesitados de recorrer<br />

idéntico camino, la roca mantendrá<br />

su posición y el lobo su<br />

conducta. El hombre en cambio,<br />

enfrentado al mismo problema,<br />

rodea la roca en su primer viaje,<br />

cuando se dirige a beber, pero a<br />

la vuelta se detiene junto a ella, la<br />

considera y, tras alguna reflexión,<br />

regresa al poblado, pide ayuda a<br />

los demás hombres y no tarda en<br />

deshacerse del estorbo.<br />

He ahí la voluntad agente que<br />

transforma el mundo y compone<br />

las modificaciones a registrar por<br />

la historia. En algún caso esta voluntad,<br />

o este impulso, pertenece<br />

a un hombre situado en una<br />

posición tal que sus actos acarrean<br />

inmediatamente consecuencias<br />

colectivas. Vemos entonces,<br />

podríamos decir con Hegel, al<br />

“hombre decisivo”. En la mayoría<br />

de circunstancias, sin embargo,<br />

la voluntad de cada individuo<br />

se disipa en acciones oscuras<br />

o minúsculas que sólo registra su<br />

biografía, pero no la historia.<br />

Ahora bien, la historia no es otra<br />

cosa que una biografía colectiva;<br />

y si para trazar la semblanza biográfica<br />

de un hombre es necesario<br />

reunir bajo un hilo conductor<br />

las acciones y los hechos, lo mismo<br />

ocurre cuando se trata de hallar<br />

las trazas vertebrales de la vida<br />

común. En tales casos, no debe<br />

confundirse la voluntad o<br />

determinación particular de un<br />

individuo con la acción resultante<br />

de la suma de las intenciones<br />

de los sujetos. Esta suma se<br />

caracteriza por reunir un gran<br />

número de inclinaciones singulares<br />

en una sola dirección, del<br />

mismo modo que la vibración<br />

aleatoria de átomos en un determinado<br />

objeto material se reúne<br />

en el dato único de su temperatura.<br />

Como en el caso de los átomos,<br />

las voluntades concretas de<br />

los sujetos se influyen a la recíproca,<br />

de modo que en la fracción<br />

temporal en que se registra<br />

una revolución o una guerra, las<br />

voluntades –y las subjetividades–<br />

interactúan de manera que la<br />

efervescencia se transmite entre<br />

ellas de forma exponencial.<br />

En otros casos la relación hace<br />

que los impulsos se frenen y<br />

contrarresten mutuamente. El<br />

número de interacciones y la<br />

cantidad de los factores que intervienen<br />

no es menor que en el<br />

caso de los átomos de un objeto<br />

que se calienta o se enfría, pero<br />

de modo análogo al ejemplo termodinámico,<br />

resulta posible observar<br />

el resultado de todas ellas y<br />

registrarlo como signo aislado. Si<br />

el físico concluye con la obtención<br />

de una cifra en una escala, el<br />

filósofo de la historia constata la<br />

resultante de un vector bélico,<br />

de un impulso de transformación<br />

drástica o de una calma más<br />

o menos acentuada. Cuando el<br />

filósofo quiere obtener un análisis<br />

más fino de las causas que investiga,<br />

debe proceder a un examen<br />

tan detenido como le sea<br />

posible de los acontecimientos,<br />

teniendo en cuenta que lo que<br />

actúa y se expresa a través de ellos<br />

es justamente la voluntad de los<br />

hombres que estudia. Esta voluntad<br />

de los sujetos no es más<br />

que el modo en que la intuición<br />

de los deseos alcanza la formulación<br />

racionalizada, esto es, lin-<br />

70 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 85

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