JAVIER TUSELL - Prisa Revistas
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El problema con el que se enfrenta el<br />
liderazgo del PP a la hora de definirse como<br />
centrista nace de sus antecedentes y<br />
de su falta de experiencia del poder, pero<br />
existe también un factor estrictamente<br />
ideológico que juega un papel primordial.<br />
Radica en haberse alineado, de forma<br />
completa y excluyente, con una peculiar<br />
versión del liberalismo que se presenta como<br />
la única opción ideológica aceptable<br />
con exclusión de cualquier otra. Por razones<br />
de inserción de su grupo político en<br />
un contexto europeo el PP ha ingresado<br />
en su homónimo democristiano, pero lo<br />
ha hecho con tan poca satisfacción que en<br />
algunos de sus dirigentes se ha convertido<br />
en bastante explícita. El propio Aznar ha<br />
transmitido esa impresión al decir que<br />
percibió algo así como que le obligaban a<br />
hacerse un “análisis de sangre” para medir<br />
su pureza doctrinal. En cuanto a Vidal<br />
Quadras, lo dice con su característica voluntad<br />
provocadora: no tiene el menor reparo<br />
en airear su incomodidad al sentarse<br />
al lado de un socialcristiano. Da la sensación<br />
que, para los dirigentes del PP, el liberalismo<br />
proporciona la adecuada dosis<br />
de modernidad que compensa la significación<br />
derechista en muchos otros terrenos.<br />
Pero, ¿qué liberalismo es éste? Lo primero<br />
que hay que decir es que resulta<br />
muy confuso con respecto a sus raíces.<br />
Toda opción política se reconoce en momentos<br />
precedentes y elige pensadores y<br />
políticos en el pasado como referencia justificativa<br />
y para construir el futuro. Aznar,<br />
por ejemplo, afirma que la Restauración<br />
fue “un período de libertades, constitucionalismo<br />
y parlamentarismo”, afirmación<br />
que es cierta pero que debe de forma inmediata<br />
ser completada con el recuerdo<br />
de que aquél no fue un régimen democrático.<br />
De ahí deriva el interés que el Gobierno<br />
del PP ha mostrado por la conmemoración<br />
del centenario de la muerte de<br />
Cánovas, sin duda justificado, pero que<br />
en ocasiones da la sensación de derivar a<br />
interpretaciones políticas desafortunadas.<br />
En un libro, escrito por José María Marco,<br />
que ha revestido los caracteres de oficioso<br />
por la presentación que de él hizo el<br />
propio Aznar, se ha presentado a los intelectuales<br />
de la generación del 98 como peligrosos<br />
profetas que pusieron en peligro<br />
las instituciones liberales, como si éstas,<br />
además de ser óptimas, no necesitaran ulterior<br />
perfeccionamiento. Incluso si el<br />
moderantismo del siglo XIX, Cánovas y la<br />
transición pudieran ser enmarcados, de<br />
manera genérica, en esa tradición liberal<br />
ni fueron lo único en ella ni cabe atribuir<br />
a esos periodos o personas la impecabili-<br />
Nº 85 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
dad o la intachabilidad. Más absurdo aun<br />
es vincular a la derecha española con Azaña,<br />
un excelente intelectual pero discutible<br />
político que en cualquier caso se situaría<br />
en la izquierda y cuyo liberalismo tiene<br />
como rasgo esencial un marcado intervencionismo<br />
estatal cuando el PP se sitúa en<br />
las antípodas de esa actitud.<br />
Lo que significa el liberalismo del PP<br />
tiene poco que ver con ese pasado. La pista<br />
acerca de sus orígenes nos la proporciona<br />
Vidal Quadras cuando habla de la “escasa<br />
simpatía de la derecha por el principio<br />
de igualdad”. La derecha sería, según<br />
él, “el conjunto de ideas y actitudes que<br />
derivan de la elección de la libertad negativa<br />
como objetivo moral primordial”. Se<br />
entiende como “libertad negativa” el principio<br />
de no intervención del Estado en el<br />
terreno económico, pero también social;<br />
en general la libertad negativa consiste en<br />
no constreñir o prohibir. Ahora bien ésa<br />
es, sin duda una versión reduccionista del<br />
liberalismo, muy relacionada con la política<br />
llevada a cabo por Reagan y por Thatcher<br />
durante los ochenta. A este respecto<br />
conviene no olvidar la importancia de las<br />
ideas en la política diaria. Como escribió<br />
Keynes, a menudo les quitamos trascendencia<br />
pero “los locos instalados en el poder<br />
que oyen voces en el aire formulan<br />
ideas frenéticas tomadas de algún escritor<br />
anticuado”. A menudo quienes se presentan<br />
como políticos pragmáticos cuyas mejores<br />
virtudes residen en la capacidad de<br />
gestión son, en realidad, “esclavos de algún<br />
economista difunto”. Esto vale para<br />
los ultraliberales del PP que están todavía<br />
en ese mundo de los ochenta, en una derecha<br />
reactiva contra el socialismo y el estatismo.<br />
Es posible que tuviera sentido en<br />
otro momento pero que, al menos, resulta<br />
dudoso que lo tenga ahora. Si se lee Nueva<br />
Revista, una iniciativa editorial privada<br />
que inspira en gran medida al núcleo dirigente<br />
del PP e incluso se ofrece oficialmente<br />
como alimento intelectual para sus<br />
militantes, se observará una significativa<br />
identidad con este tipo de planteamientos.<br />
Abundan de manera especial en los<br />
aspectos relativos a la política económica:<br />
números enteros aparecen, por ejemplo,<br />
dedicados al mercado y a su ética.<br />
El pensador que sirve de punto de referencia<br />
a esta revista y a los ultraliberales<br />
en general, más que Popper, que aparece<br />
citado de vez en cuando, es Hayek. Se<br />
comprende que así sea, porque Popper, en<br />
realidad, es un autor que resulta interpretable<br />
desde la óptica socialdemócrata. Lo<br />
más trascendental en su pensamiento se<br />
refiere a la teoría del conocimiento. De<br />
<strong>JAVIER</strong> <strong>TUSELL</strong><br />
ella se deduce su repudio a las interpretaciones<br />
omnicomprensivas, seudorreligiosas<br />
y totalitarias. Una derivación política<br />
de este planteamiento se plasma en una<br />
concepción minimalista de la democracia.<br />
Lo esencial en ella sería constituir un régimen<br />
que nos hace capaces de sujetar a<br />
quienes nos gobiernan. La democracia sería,<br />
por tanto, “el derecho a juzgar a los<br />
gobernantes” y de hacerles abandonar el<br />
poder periódicamente.<br />
En Hayek nos encontramos con una<br />
concepción distinta. Su Camino de servidumbre,<br />
publicado inmediatamente después<br />
de la Segunda Guerra Mundial, resulta<br />
muy revelador. Es un libro de un liberal<br />
angustiado por la existencia del<br />
deseo de seguridad de los seres humanos<br />
que tendería –según su opinión– a ser más<br />
fuerte que el amor a la libertad. Llegó, entonces,<br />
a presentar los tiempos recientes<br />
como un camino inevitable hacia el socialismo.<br />
La planificación de la economía<br />
vendría a ser algo así como una especie de<br />
monstruo o de hidra, siempre amenazador<br />
y nunca fácil de detener. Hayek, además,<br />
en el libro citado se refirió a las raíces socialistas<br />
del nazismo, aunque hubiera sido<br />
más oportuno denominarlas colectivistas.<br />
A la altura de cuando Hayek escribió su libro,<br />
resultaba tan evidente como irreversible<br />
la intervención del Estado en la economía<br />
y, más aun, aparecía en el horizonte la<br />
creación de un Estado de bienestar como<br />
resultado de una evolución lógica en el<br />
ideario democrático, en especial después<br />
del trance agónico que había pasado la<br />
Humanidad en guerra. Pero algunos no se<br />
dieron cuenta de ello: no sólo Hayek, sino<br />
también Churchill que, después de convertirse<br />
en un héroe combatiendo el nazismo,<br />
perdió las decisivas elecciones de<br />
1945 porque durante la campaña hizo una<br />
parecida identificación entre el nazismo y<br />
el laborismo. Mucho más modesto, Attlee,<br />
el líder laborista, fue consciente de que<br />
tras una guerra no se podía pensar en el<br />
puro retorno a la política de antes y que<br />
era necesario que la democracia conllevara<br />
importantes reformas sociales. Ganó las<br />
elecciones con una avalancha de votos que<br />
sólo se repetiría medio siglo después con<br />
la victoria de Blair tras una década marcada<br />
por la impronta de Thatcher. Aquellas<br />
reformas, sin embargo, no sólo las llevaron<br />
a cabo en 1945 los socialdemócratas, sino<br />
también liberales y democristianos, por lo<br />
que no se puede decir que esa fuera una<br />
conquista tan sólo de la izquierda moderada<br />
del periodo. El Estado de bienestar fue<br />
obra de todos y ha sido reivindicado también<br />
por todos.<br />
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