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JAVIER TUSELL - Prisa Revistas

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Domingo Plácido,<br />

La sociedad ateniense.<br />

La evolución social en Atenas<br />

durante la guerra del Peloponeso,<br />

Barcelona, Crítica, 1997<br />

Laura Sancho Rocher,<br />

Un proyecto democrático.<br />

La política en la Atenas del siglo V,<br />

Zaragoza, Egido, 1997<br />

Quizá sólo sea ya un ejercicio<br />

intelectual prescindible,<br />

pero hay quien sigue<br />

defendiendo la utilidad de<br />

recordar que los orígenes del sistema<br />

democrático con el que el<br />

discurso político de Occidente<br />

sigue identificándose de forma<br />

explícita se sitúan en los albores<br />

del siglo V a. de J. C. y en el seno<br />

de una civilización reacia a<br />

asumir un control político centralizado.<br />

Me refiero a la firme<br />

voluntad autárquica que preside<br />

el desarrollo de las comunidades<br />

griegas desde sus orígenes hasta<br />

su integración, a mediados del<br />

siglo IV a. de J. C., en el marco<br />

unificador de la monarquía macedónica.<br />

Dicha voluntad se materializó<br />

en una serie de principios<br />

organizativos entre los que<br />

son de destacar el poder de autolegislación,<br />

el mantenimiento<br />

de un ejército propio, la emisión<br />

de una moneda particular y el<br />

establecimiento de regímenes<br />

políticos resistentes a toda intervención<br />

exterior. Autonomía era<br />

el término definidor del marco<br />

político en el que surgió la democracia,<br />

la invención, célebre<br />

donde las haya, que las dos recientes<br />

investigaciones en las que<br />

vamos a centrarnos consiguen<br />

examinar desde renovadoras<br />

perspectivas.<br />

Nº 85 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />

El estudio de Laura Sancho<br />

Rocher se estructura en base a<br />

tres valores fundamentales del sistema<br />

democrático: nómos-ley,<br />

eleuthería-libertad e isótes-igualdad.<br />

Tres nociones clave que la<br />

autora estudia, de forma ordenada<br />

y sistemática, a partir de sus<br />

empleos arcaicos con el firme<br />

propósito de mostrar que la demokratía<br />

no fue ni una invención<br />

radical ni un advenimiento<br />

ajeno a la consciencia de sus creadores.<br />

“La democracia en Atenas<br />

fue un ‘proyecto’, lo que significa<br />

un plan con intención de<br />

lograr un objetivo preciso y consciente”,<br />

concluye la autora.<br />

Pero empecemos, como se debe,<br />

por el principio. En el capítulo<br />

referido al nómos, al principio<br />

legal, se recuerda cómo, en<br />

la Teogonía hesiódica, las representaciones<br />

divinas de la justicia y<br />

de la obediencia a las buenas leyes<br />

–es decir, Díke y Eunomía– se<br />

presentan como dos compenetradas<br />

hijas de Zeus y de Temis,<br />

precisando que dicha hermandad<br />

trasciende el alto arcaísmo. Esta<br />

firme asociación entre la esencia<br />

de la legalidad y la noción de justicia<br />

condicionaría, de hecho, el<br />

respeto imperturbable de los atenienses<br />

del siglo V a la ley tradicional<br />

(p. 68). Respeto ático a la<br />

antigua ley no exento, eso sí, de<br />

conflictividad, como indica el lugar<br />

privilegiado que en la vida intelectual<br />

de la Atenas clásica ocupó<br />

el debate sobre la convivencia<br />

entre las leyes heredadas y la nueva<br />

legislación mediante la cual los<br />

demócratas (amparados en la soberanía<br />

propia de la autonomía<br />

política) pretenden equilibrar las<br />

desigualdades sociales.<br />

La trágica Antígona, entregando<br />

su vida en nombre de unas<br />

obligaciones familiares con las<br />

HISTORIA<br />

DE ‘DEMOKRATÍA’<br />

A FINALES DEL II MILENIO<br />

ANA IRIARTE<br />

que recientes leyes de la ciudad le<br />

impiden cumplir, constituye una<br />

personificación todavía sobrecogedora<br />

de este conflicto. Un conflicto<br />

que los helenistas han abordado<br />

con perseverancia desde el<br />

punto de vista del enfrentamiento<br />

entre demócratas y oligarcas,<br />

atribuyendo a estos últimos la reivindicación<br />

de un retroceso a las<br />

leyes de los ancestros –a los pátrioi<br />

nómoi– que quedan identificadas<br />

como conservadoras.<br />

Un proyecto democrático viene,<br />

sin embargo, a enriquecer la amplia<br />

y actualizada documentación<br />

en la que se basa subrayando que<br />

la idea democrática de “ley” incluye<br />

tanto las tradiciones no escritas<br />

como las normas de los viejos<br />

legisladores y las nuevas decisiones<br />

que toma el pueblo<br />

reunido en asamblea. Desde esta<br />

perspectiva, la “ley de los padres”<br />

se revela como parte de la legislación<br />

vigente en el Gobierno democrático,<br />

mientras que los oligarcas<br />

se habrían posicionado en<br />

contra de esta legislación igualitaria,<br />

a la que culpaban tanto de<br />

limitar el desarrollo de las ambiciones<br />

personales como de beneficiar<br />

en exceso al pueblo, a los<br />

“débiles” que integran la mayoría:<br />

“Los atenienses acusados<br />

de ser excesivamente<br />

innovadores en materia<br />

legal valoran por encima<br />

de todo la tradicionalidad<br />

y antigüedad de sus leyes,<br />

y son cautos a la hora de<br />

cambiar las normas civiles o<br />

de decidir transformaciones<br />

constitucionales. Ello<br />

no significa que no haya<br />

conciencia de la capacidad<br />

reguladora de la Asamblea,<br />

sino que ésta se siente<br />

constreñida, no tanto por<br />

prohibiciones estatutarias,<br />

cuanto por la convicción<br />

de que la justicia es también<br />

la veneración por lo<br />

tradicional” (p. 74).<br />

La libertad, segundo puntal en<br />

la definición del proyecto democrático<br />

ateniense elaborada por<br />

L. Sancho Rocher, es otro historiado<br />

concepto de cuyo proceso<br />

evolutivo han dado puntualmente<br />

cuenta los estudiosos contemporáneos.<br />

A modo de introducción<br />

a esta problemática, resulta<br />

ilustrativo retener que la semántica<br />

primigenia del adjetivo libre<br />

asocia libertad a “permanencia en<br />

y de la comunidad natural” para<br />

pasar más tarde a convertirse en<br />

la antítesis –más reconocible para<br />

nosotros– de esclavitud y de<br />

vasallaje. Considerar tanto el origen<br />

del concepto como las connotaciones<br />

políticas que éste va<br />

adquiriendo desde Homero hasta<br />

el siglo V, facilita, sin duda, el<br />

entendimiento de la fructífera relación<br />

entre la libertad y el régimen<br />

en el que esta noción se problematiza:<br />

la democracia.<br />

Según Aristóteles, los dos rasgos<br />

que componen ese elemento<br />

fundamental de la práctica democrática<br />

que es la libertad son el<br />

aceptar “ser gobernado y gobernar<br />

alternativamente” y el “vivir como<br />

cada uno quiera”. Un planteamiento<br />

que L. Sancho Rocher<br />

acepta como hilo conductor para<br />

dar cuenta de los vínculos que los<br />

atenienses establecieron entre la<br />

noción de libertad y el ejercicio<br />

directo del poder, tratando con<br />

detenimiento los dos extremos<br />

que delimitan la soberanía del<br />

pueblo reunido en asamblea. Tales<br />

extremos son el rechazo de esa<br />

acumulación personal de poder<br />

que simboliza en última instancia<br />

el tirano arcaico (figura denostada<br />

por la ideología democrática) y el<br />

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