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JAVIER TUSELL - Prisa Revistas

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EL CENTRISMO DEL PP<br />

que eran de centro e incluso llegaron a<br />

utilizar alguna de las frases literales con las<br />

que se abre este trabajo. Ahora bien, ¿hasta<br />

qué punto ese deseo de identificación se<br />

corresponde con la realidad? ¿Se trata de<br />

una maniobra política, de un deseo sincero<br />

o del comienzo de un proceso con solución<br />

clara y previsible?<br />

Lo primero que hay que decir al respecto<br />

es que el PP, más que nada, representa<br />

una renovación generacional. Este<br />

dato significa algo mucho más decisivo<br />

que cualquier definición ideológica porque<br />

supone la respuesta global y omnicomprensiva<br />

de un grupo humano a todo<br />

un entorno con el que se enfrenta. Las<br />

circunstancias de esta nueva generación<br />

son, en primer lugar, temporales, es decir,<br />

nacidas del momento en que ha llegado a<br />

la vida pública. Se trata de personas para<br />

las que ya la democracia no ha sido una<br />

tarea a realizar sino un dato de la vida pública,<br />

para quienes las referencias culturales<br />

no son ya francesas sino anglosajonas<br />

(y quizá más británicas que norteamericanas,<br />

lo que explicaría la devoción por la<br />

Thatcher), que han visto en el momento<br />

de la primera madurez derrumbarse algunos<br />

mitos importantes, sin duda puntos<br />

de referencia para la generación anterior<br />

(1989 es la fecha de la renovación de la<br />

antigua AP, pero también de la caída del<br />

comunismo) y que, en fin, no habían adquirido<br />

un status profesional previo, como<br />

fue el caso de casi todos los protagonistas<br />

de la transición. Son, con mucha<br />

frecuencia, políticos “reduplicativos”, por<br />

así denominarlos, que a lo largo de su vida,<br />

todavía corta, se han dedicado en forma<br />

exclusiva a esa profesión. Eso les ha<br />

especializado tan sólo en generalidades y<br />

principalmente en el aprendizaje elemental<br />

de los recursos dialécticos para enfrentarse<br />

al adversario. No tienen complejos,<br />

pero tampoco inconvenientes excesivos<br />

en romper lo que en otros tiempos se habría<br />

considerado como el consenso de<br />

fondo que une a los partidos de una democracia.<br />

Son polémicos con respecto a<br />

la generación anterior: aseguran que los<br />

méritos de la transición a la democracia<br />

en buena parte les corresponden a ellos<br />

mismos, en cuanto que se sitúan en la derecha,<br />

pero apenas agradecen nada a los<br />

que en realidad la hicieron; y, en el fondo,<br />

tienen un rictus despectivo de cara a los<br />

antiguos centristas, como aquel que se<br />

suele emplear ante quien es demasiado<br />

blando o ambiguo (o quien no supo<br />

construir un partido). Quienes protagonizaron<br />

la transición no están en absoluto<br />

en el núcleo duro de la dirección del PP.<br />

La mayor parte de ellos está en la periferia<br />

decisoria, normalmente irrelevante, y muchos,<br />

convertidos en afiliados han pasado<br />

a ser amortizados en poco tiempo.<br />

Los dirigentes actuales del PP han<br />

configurado durante años una derecha de<br />

confrontación. Quien primero la practicó<br />

durante la transición fue Manuel Fraga y<br />

eso le sirvió para organizar un partido.<br />

Los jóvenes dirigentes del PP, por su parte,<br />

han vivido unas circunstancias que resultan<br />

óptimas para que consideren que la<br />

confrontación juega un papel imprescindible<br />

en la política. Interpretan que el desastre<br />

de la UCD se debió a una debilidad<br />

que nunca tuvo el PSOE; y, sobre todo,<br />

han pasado por la experiencia de una lucha<br />

política durísima en los años del declive<br />

socialista, con constantes escándalos<br />

que alimentaban la espiral de la violencia<br />

verbal, y, al mismo tiempo, una sensación<br />

de impotencia por no llegar a alcanzar un<br />

poder que sintieron con mucha frecuencia<br />

en la yema de los dedos.<br />

El hecho de que la apelación al centrismo<br />

se haya exhibido en la campaña<br />

electoral de 1996 no implica ni mucho<br />

menos que todos los dirigentes del PP la<br />

suscriban. Vidal Quadras, por ejemplo,<br />

inicia un libro suyo con una cita evangélica<br />

que dice lo siguiente: “Y serán reunidas<br />

delante de él todas las gentes y los apartará<br />

los unos de los otros, como aparta el<br />

pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá<br />

las ovejas a su derecha y los cabritos a su<br />

izquierda” (san Mateo). Se trata, por supuesto,<br />

de una boutade aunque a algunos<br />

les puede resultar algo bastante semejante<br />

a una blasfemia. Pero no se crea que este<br />

tipo de afirmación es circunstancial sino<br />

que incluso es el eje mismo de su texto. El<br />

centro sería, para él, una contradicción en<br />

sus propios términos, algo así como algo<br />

la virginidad lúbrica. “La derecha rebautizada<br />

como centro corre el peligro de vaciarse<br />

de contenido doctrinal”, nos asegura,<br />

porque “no hay que confundir moderación<br />

con pusilanimidad, objetividad<br />

con ambigüedad y diálogo con ganancia<br />

de tiempo a ver si se nos ocurre algo”. En<br />

definitiva, para él, “derecha e izquierda<br />

son términos que se excluyen entre sí y<br />

que agotan el espacio político” mientras<br />

que el centro es un intento inútil de escapar<br />

a esa exhaustividad dicotómica. Incluso<br />

llega a decir que “el centro es el nom de<br />

guerre de la derecha contrita”. Este género<br />

de planteamiento recuerda mucho al de<br />

un personaje político hoy olvidado y no<br />

hace poco fallecido, Barry Goldwater, en<br />

su día candidato en contra de Lyndon B.<br />

Johnson por la presidencia norteamerica-<br />

na. De él fue una frase suicida: que la<br />

moderación en la persecución del bien no<br />

era una virtud. Obtuvo unos resultados<br />

pésimos a pesar de una campaña intensísima:<br />

de él se dijo que parecía un perro<br />

con una lata atada a la cola; cuanto más<br />

se movía más ruido hacia la lata.<br />

Importa señalar que una cosa es que<br />

el PP sea una derecha de confrontación y<br />

otra que sea democrática. A mi modo de<br />

ver esto último lo es de forma inequívoca<br />

y yerran quienes, en la izquierda, sugieren<br />

en algún momento lo contrario. Nada tiene<br />

que ver el hecho de que muchos de<br />

quienes la protagonizan sean personas con<br />

conexiones familiares con el pasado –como<br />

asegura Alfonso Guerra– o que no<br />

exista una extrema derecha, como resultaría<br />

lógico, dadas las peculiaridades de<br />

nuestro país y los paralelismos con otros<br />

países europeos. Pero eso no es el Centro.<br />

Tanto las definiciones programáticas a la<br />

hora de enfrentarse a unas elecciones como<br />

ese género de libros que publican los<br />

líderes políticos –cuyo contenido se suele<br />

caracterizar por su vaguedad– revisten, en<br />

el caso del PP, un cierto aire centrista. Si<br />

se lee, por ejemplo, el libro de Aznar titulado<br />

La segunda transición se podrá objetar<br />

la calidad de los asesores que ha podido<br />

tener en determinadas materias (política<br />

exterior) o incluso el mismo título, pues<br />

un relevo electoral en absoluto reviste la<br />

misma importancia que toda una transición<br />

a la democracia. Sucede, sin embargo,<br />

que en ocasiones se plantea el problema<br />

de que quien dice querer ser de centro<br />

no siempre demuestra ni tan siquiera saber<br />

en qué consiste esta actitud. Aznar<br />

afirma, por ejemplo, que “el centro que<br />

representamos no fluctúa entre los extremos,<br />

sino que se sitúa permanentemente<br />

en el vértice del interés general” pero esta<br />

afirmación carece de sentido. ¿Quién determina<br />

con objetividad dónde está el interés<br />

nacional? Si se desciende a un nivel<br />

inferior al de Aznar todavía la claridad es<br />

menor. La diputada Ana Mato asegura,<br />

por ejemplo, que el PP “es el centro y<br />

punto” y que el centro es “buena gestión<br />

sin descuidar lo social”, entrecomillados<br />

que resultan idénticos a la pura vaciedad.<br />

Refiriéndose a UCD Aznar ha hecho declaraciones<br />

afectuosas pero que no testimonian<br />

particular sagacidad. Resulta, por<br />

ejemplo, muy dudoso que se pueda atribuir<br />

al partido de Suárez la capacidad para<br />

“mantener la ilusión democrática del<br />

país”, como aseguraba en su entrevista con<br />

Pilar del Castillo en Nueva Revista. Más<br />

bien fue su incapacidad en este terreno la<br />

que explica su derrota electoral en 1982.<br />

6 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 85

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