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JAVIER TUSELL - Prisa Revistas

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LIBERTAD, LIBERALISMO Y ABSTRACCIÓN<br />

autonomía del individuo. Se trata más<br />

bien de la adecuación de la conducta humana<br />

a un orden natural o divino situado<br />

más allá de las decisiones del sujeto.<br />

Resulta ilustrativo el razonamiento del<br />

intelectualismo moral nacido del pensamiento<br />

de Sócrates y ampliamente utilizado<br />

en la filosofía clásica y cristiana. La<br />

acción humana no puede buscar sino el<br />

bien (“aquello a lo que todas las cosas<br />

tienden”, decía Aristóteles). Si hacemos<br />

el mal es porque lo confundimos con el<br />

bien, y en ese sentido estamos haciendo<br />

lo que no queremos, por lo cual la maldad<br />

se identifica con la ignorancia, que es<br />

la verdadera enemiga de la libertad. Así<br />

que obligar a alguien a realizar el bien no<br />

implica atentar contra su libertad, sino<br />

conducirlo, aun contra sus deseos, a<br />

cumplir su papel en el orden verdadero.<br />

El hombre realmente libre será, por tanto,<br />

aquel que sólo pueda hacer el bien,<br />

que, una vez conocido, atrae inevitablemente<br />

la voluntad humana. Dios será así<br />

el paradigma de toda libertad: su omnipotencia<br />

no incluye –más bien excluye–<br />

la posibilidad de obrar mal, ya que su sabiduría<br />

es infinita y se identifica con el<br />

Bien absoluto. Y el hombre será tanto<br />

más libre cuanto más se acerque a ese<br />

modelo. Es decir, que la única verdadera<br />

libertad consiste en adecuar la propia<br />

conducta a un orden dado que no depende<br />

de la voluntad humana, sino que se<br />

fundamenta primero en leyes naturales<br />

inmutables y luego en la misma Voluntad<br />

Divina 6 . Como se ve, un modelo de legitimación<br />

casi perfecto, ya que los verdaderos<br />

poderes de los que depende ese orden<br />

logran esconder su rostro humano<br />

tras realidades trascendentes y por tanto<br />

inmodificables, de tal modo que cualquier<br />

cuestionamiento a la estructura social<br />

vigente se convierte en un ataque<br />

contra la esencia metafísica de la realidad<br />

y contra la misma libertad antes que contra<br />

decisiones humanas contingentes. Un<br />

triunfo de la abstracción.<br />

Fue necesario que cambiara la relación<br />

del hombre con la naturaleza que le<br />

rodea para que este modelo –con sus diversas<br />

variantes– entrara en crisis. En el<br />

Renacimiento se comienza a descubrir<br />

que el ser humano no es un componente<br />

6 Arthur Schopenhauer, en su ‘Escrito concursante<br />

sobre la libertad de la voluntad’ (publicado<br />

en el volumen titulado Los dos problemas fundamentales<br />

de la Ética, Siglo XXI, Madrid, 1993), desarrolla<br />

ampliamente y con abundancia de citas las<br />

concepciones antigua y medieval de la libertad como<br />

contrapuestas a la libre elección del individuo.<br />

más de un orden natural inmodificable,<br />

sino el centro alrededor del cual gira todo<br />

lo que le rodea. El mundo va dejando<br />

de ser una realidad dada de una vez para<br />

siempre para convertirse en un campo de<br />

operaciones que lo modelan a imagen y<br />

semejanza de la voluntad humana. El<br />

hombre pasa a ser “un dios humano” y se<br />

le transfieren a él muchas cualidades antes<br />

reservadas al Creador. La ciencia y la<br />

técnica nacientes le convencen de que no<br />

existen obstáculos que su voluntad no<br />

pueda superar para construir un mundo<br />

a su medida: “¿Quién quiere poner límites<br />

al ingenio humano?”, decía Galileo. Y<br />

este proceso se profundiza hasta hacer<br />

posible la proclama moderna de Kant,<br />

que define a la Modernidad como la época<br />

que ha logrado la mayoría de edad de<br />

la razón humana. Se han dado las condiciones<br />

para que la libertad deje de considerarse<br />

como la adecuación a un orden<br />

que no depende del hombre y pase a<br />

convertirse en una propiedad del mismo<br />

ser humano. La libertad entendida como<br />

autonomía del sujeto significa, etimológicamente,<br />

que cada individuo es su propia<br />

ley, que su voluntad es capaz de regirse<br />

a sí misma para construir su propio<br />

ser. Se anticipa ya la idea existencialista<br />

del hombre como un ente que debe crear<br />

su propia esencia, “escultor de sí mismo”,<br />

como dice Pico de la Mirandola en pleno<br />

Renacimiento 7 , porque la naturaleza no<br />

le ha dotado de aquello que ha otorgado<br />

a todos los demás seres: un puesto fijo en<br />

el cosmos.<br />

Parece que se ha superado la abstracción:<br />

a primera vista, nada más concreto<br />

que el sujeto individual autónomo, dueño<br />

de sus propias decisiones y liberado de<br />

un orden inmodificable que no depende<br />

de sí mismo. Sin embargo, el concepto de<br />

libertad tiene que seguir conviviendo con<br />

nuevas formas de dominación. El capitalismo<br />

naciente no puede prescindir de legitimaciones<br />

abstractas en la medida en<br />

que su lógica interna le obliga a reproducir,<br />

aunque de forma distinta, los dualismos<br />

que separan al trabajo humano del<br />

ejercicio del poder y, por tanto, reservan<br />

el ejercicio real de la autonomía a una pequeña<br />

porción de la humanidad. Y así<br />

surge el liberalismo, que se presenta como<br />

la superación de todas aquellas ideologías<br />

que hurtaban a la decisión de los individuos<br />

la construcción de las estructuras<br />

sociales, confiando a cada uno la respon-<br />

7 Pico de la Mirandola: Oración sobre la dignidad<br />

del hombre.<br />

sabilidad de jugar su propio papel en<br />

ellas. Tanto en su vertiente económica<br />

como política, el liberalismo parte del supuesto<br />

de que si no se ponen trabas a la<br />

libre decisión de cada individuo el orden<br />

resultante será el mejor posible, siempre<br />

que se respeten las reglas del juego mediante<br />

el cumplimiento del famoso axioma<br />

que comentaremos más adelante: “Mi<br />

libertad termina donde empieza la libertad<br />

de los demás”. Aparentemente, nada<br />

más alejado de las hipóstasis abstractas de<br />

las que hemos hablado: el orden no se<br />

fundamenta ya en una naturaleza inasequible<br />

a la decisión humana ni en una<br />

Voluntad Divina inapelable, sino en el libre<br />

juego de las opciones concretas de los<br />

hombres, que encuentran su único límite<br />

en el respeto de las opciones de los demás.<br />

Trataremos de mostrar, sin embargo,<br />

que tras esta declaración de principios<br />

se esconde una formidable abstracción,<br />

tanto más eficaz como criterio de legitimación<br />

cuanto menos aparente se muestra<br />

en ese discurso.<br />

Etimológicamente la palabra abstracción<br />

significa, poco más o menos, lo mismo<br />

que extracción: sacar de, quitar de.<br />

Un concepto abstracto es aquel que ha<br />

prescindido, ha quitado de su contenido<br />

las características diferenciales de los objetos<br />

concretos que abarca para quedarse<br />

sólo con lo común. Procedimiento, por<br />

supuesto, esencial a cualquier lenguaje y<br />

que sólo resulta engañoso si pretende expresar<br />

una concreción que no tiene.<br />

Cuando, por ejemplo, los nacionalismos<br />

exacerbados enarbolan el concepto abstracto<br />

de Nación o de Raza como portador<br />

de no sabe qué esencias metafísicas<br />

por las cuales vale la pena morir y matar,<br />

la razonable abstracción se convierte en<br />

una legitimación mistificada. De ese tipo<br />

de abstracción estamos hablando aquí. Y<br />

para construirlas existen dos caminos.<br />

Uno de ellos consiste en expresar generalidades<br />

vacías que todo lo abarcan y de<br />

las cuales han sido cuidadosamente quitados<br />

los signos distintivos de lo real. Tales<br />

son las abstracciones a las que nos hemos<br />

referido antes, a las que ha acudido<br />

el pensamiento antiguo y medieval como<br />

criterios de legitimación: el Orden Natural,<br />

la Voluntad de Dios o –más modernamente–<br />

la Razón de Estado.<br />

Pero existe otro tipo de abstracción<br />

menos evidente y que también responde,<br />

de otra manera, a su etimología. Consiste<br />

en sacar a un elemento de su contexto,<br />

prescindir de las relaciones que lo constituyen<br />

y pretender comprenderlo aislada-<br />

34 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 85

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