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JAVIER TUSELL - Prisa Revistas

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EL MADRID DE LOS BOHEMIOS (1854-1936)<br />

dor de la del desastre del 98, en<br />

que la rebelión social, política y<br />

cultural está en alza, varios de<br />

aquellos escritores bohemios, de<br />

formación universitaria y vinculados<br />

a la política del republicanismo<br />

radical, sí lograron éxitos<br />

en el teatro (recordemos el de<br />

Joaquín Dicenta con Juan José, o<br />

el primer Benavente) y en el periodismo,<br />

donde los bohemios<br />

del grupo Germinal –Dicenta,<br />

Bark, Palomero, Delorme, Miguel<br />

Sawa, Manuel Paso y<br />

otros– tuvieron sus propios periódicos,<br />

como Germinal y Don<br />

Quijote, y ocupan, por unos meses,<br />

la dirección de El País. A<br />

instancias de París, donde muchos<br />

de ellos acuden (pensemos<br />

en Alejandro Sawa, quien convivió<br />

dentro del círculo de bohemios<br />

parisino, en torno a Verlaine),<br />

estos bohemios tuvieron<br />

hasta su propio barrio latino,<br />

el cual en la actualidad sigue<br />

teniendo una vida ciudadana activa,<br />

en medio de cierta decrepitud,<br />

aunque totalmente olvidada<br />

de su glorioso pasado bohemio.<br />

El barrio latino matritense,<br />

cantado como tal por Carrere<br />

en dos de sus poemas, se formó<br />

en torno a la Universidad, en la<br />

calle Ancha, de San Bernardo,<br />

y al laberinto de las calles adyacentes,<br />

a ambos lados de ella.<br />

Por un lado, su límite sería la<br />

calle de Amaniel y el entramado<br />

de calles entre ésta y la de San<br />

Bernardo o que la prolongan:<br />

San Hermenegildo, Travesía de<br />

Conde Duque, la de Reyes, la<br />

de la Manzana, San Ignacio, entre<br />

otras. Por otro lado, los límites<br />

serían las calles de Fuencarral<br />

y Hortaleza, extendiéndose a la<br />

del Barquillo, en sus zonas más<br />

distantes. Todo un entrecruzamiento,<br />

en precipicio, de calles,<br />

paralelas o diagonales a la de San<br />

Bernardo, con bajada por las de<br />

la Madera o de la Corredera,<br />

hasta llegar a las del Pez o de la<br />

Luna, y más abajo la de Ceres.<br />

Para volver a desembocar en la<br />

de San Bernardo o internarse<br />

por la de Jacometrezo, y bajar<br />

por las calles –Peligros, Carmen–<br />

para ir a dar a la Puerta<br />

del Sol y al centro o corazón ya<br />

aludido, que con su entramado<br />

callejero de cafés, teatros y librerías<br />

dieron sus luces a la bohemia<br />

de entresiglos.<br />

Aquella segunda promoción<br />

de bohemios, los de la bohemia<br />

santa, tuvo su principal radio de<br />

acción en este barrio latino madrileño<br />

que, en los años ochenta<br />

y noventa del pasado siglo,<br />

contó con una activa vida comercial,<br />

artesanal e intelectual<br />

en torno a la Universidad. Por<br />

aquel dédalo de calles (la de la<br />

Madera, del Pez, de la Luna, la<br />

Estrella) montan su ciudad letrada:<br />

redacciones de periódicos,<br />

imprentas y librerías, y también<br />

su ciudad de esparcimiento y<br />

placer con sus billares, cafés, tabernas<br />

y prostíbulos, éstos en calles<br />

como la de Ceres o de San<br />

Marcos. También solían extender<br />

sus bacanales a las plazas de<br />

Antón Martín y del Progreso<br />

y calles circundantes, donde<br />

abundaban las tabernas y los<br />

prostíbulos más baratos. A altas<br />

horas de la noche o de madrugada<br />

llevaban su nomadismo<br />

noctívago hasta la plaza de<br />

Oriente, y el obligado alto, con<br />

amago de suicidio, en el Viaducto,<br />

o a la Moncloa o al cementerio<br />

de la Sacramental, en<br />

los altos de Vallehermoso.<br />

La tercera promoción de bohemios<br />

históricos, la de entre la<br />

segunda década del siglo y los<br />

años veinte y de la República,<br />

ve ya su cartografía madrileña,<br />

social y geográfica, muy recortada.<br />

Pasada la época del maridaje<br />

del grupo bohemio con el republicanismo<br />

de aspiraciones socialistas<br />

(muy en baja tras la represión<br />

de la Semana trágica, de<br />

1909), constituido un nuevo tipo<br />

del escritor profesional (con<br />

las llamadas generación del 98,<br />

el 14 y el 27), los escritores bohemios<br />

aparecen confinados al<br />

extrarradio del campo literario:<br />

escritores como Pedro Luis de<br />

Gálvez, Alfonso Vidal y Planas,<br />

Armando Buscarini o Dorio Gadex<br />

son reducidos al papel de<br />

hampones literarios. Por otra<br />

parte, la geografía del Madrid<br />

bohemio sufre los embates de la<br />

modernización. La Gran Vía,<br />

como un transatlántico moder-<br />

nista encallado en las arterias del<br />

Madrid bohemio, deja a éste<br />

partido en dos y arrumbado. Los<br />

bohemios que sobreviven, los<br />

Pedro Luis de Gálvez, Vidal y<br />

Planas, Buscarini y Zaratustra,<br />

se refugian en los habitáculos,<br />

tabernas y prostíbulos que han<br />

sobrevivido al embate de la Gran<br />

Vía. Su radio de acción se centra<br />

ahora en las plazas de Antón<br />

Martín y el Progreso (que se ha<br />

vuelto contra ellos) y calles aledañas.<br />

Envueltos en sus capas y<br />

con sus pipas, tienen mucho de<br />

fantasmas de un mundo pasado<br />

o de conciencia acusadora de los<br />

nuevos escritores profesionales,<br />

hijos de señoritos, que han abandonado<br />

la vestimenta y la pipa<br />

bohemia por el jersey deportivo,<br />

el tabaco norteamericano, la<br />

raqueta de tenis y el automóvil.<br />

La taberna y el cafetín han dado<br />

paso al bar americano, y a los<br />

hoteles del Palace y el Ritz. De<br />

las buhardillas, cafés, redacciones<br />

y librerías del barrio latino<br />

madrileño, la ciudad letrada (reconciliada,<br />

ahora, la protesta literaria<br />

con el mercado editorial)<br />

pasa a la Residencia de Estudiantes,<br />

a la tertulia de Ortega,<br />

con su despacho de editor en<br />

plena Gran Vía, y a las aulas de<br />

los poetas profesores universitarios.<br />

Con todo, la noche madrileña<br />

sigue guareciendo en su<br />

seno a algún bohemio, asomándose<br />

ya sea a alguna plaza, taberna,<br />

prostíbulo o al Viaducto<br />

o al cementerio. Esta resaca de la<br />

bohemia es la que novela Juan<br />

Manuel de Prada, como una especie<br />

de homenaje –con todo lo<br />

que la parodia tiene de homenaje–,<br />

en La máscara del héroe,<br />

reviviendo “el malestar en la cultura”<br />

que se vuelve a sentir en<br />

este nuevo fin de siglo, y la insumisión<br />

frente al poder, especialmente<br />

el del mercado que<br />

también dicta las pautas de la<br />

creación.<br />

2 “No<br />

son las cosas las que<br />

tienen emoción, sino el<br />

tiempo que pasa por ellas”; con<br />

esta frase de Emilio Carrere como<br />

guía, evoco en esta segunda<br />

parte del ensayo la emoción que<br />

puede sentir alguien que vuelva<br />

a pasear hoy, un siglo después,<br />

por el conglomerado callejero<br />

del otrora barrio latino madrileño,<br />

reviviendo lo que fue en<br />

tiempos de la vida y obra de los<br />

escritores bohemios. Bajamos<br />

por la calle Ancha: “La calle Ancha<br />

/ de San Bernardo / tiene<br />

una fuente / con once caños”,<br />

cantaba la copla; y también era<br />

la calle de la Universidad, de las<br />

librerías, de los cafés y billares:<br />

“Una cosa aprendí, si no precisamente<br />

en la Universidad, en<br />

sus alrededores… Aprendí a jugar<br />

al billar… ¡Y no es floja la<br />

enseñanza que se desprende<br />

de unas bolas que ruedan por<br />

un tablero, como nosotros rodamos<br />

por el mundo!”, nos dice<br />

Antonio Palomero (Mi bastón,<br />

p. 161), quien, por otra parte, se<br />

calla que desde muy joven, en la<br />

década de los ochenta, y en<br />

compañía de los Sawa, Delorme,<br />

Manuel Paso y otros, alternando<br />

con el billar y con las<br />

modistillas, mantuvieron viva<br />

en la Universidad una protesta<br />

estudiantil que siguió manifestándose,<br />

en aquel mismo lugar,<br />

hasta los años cincuenta de este<br />

siglo; protesta iniciada con “la<br />

noche de San Daniel”, el 10 de<br />

abril de 1865, en la que debieron<br />

estar presentes algunos de<br />

los bohemios de la primera promoción.<br />

En la década de los noventa y<br />

a principio de siglo, en aquel<br />

barrio vivían las luminarias del<br />

modernismo y de la bohemia:<br />

Alejandro Sawa, en el callejón<br />

de las Negras, esquina con la<br />

travesía del Conde Duque;<br />

Francisco Villaespesa, en el número<br />

5 de la calle de Divino<br />

Pastor, esquina Fuencarral; Joaquín<br />

Dicenta, en la de la Madera;<br />

y Rubén Darío vivió en la<br />

calle Marqués de Santa Ana, “en<br />

un piso bajo con algo de cárcel<br />

y en ella ya Francisca Sánchez”.<br />

Por aquellas calles estaban las<br />

imprentas que daban a la estampa<br />

sus libros y las redacciones,<br />

y hasta los talleres de sus<br />

periódicos. En el 9 de la calle<br />

ancha de San Bernardo vio la<br />

luz El frac azul. “En un casa<br />

grande que se comunicaba entre<br />

estas dos callejuelas (Tudescos<br />

76 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 85

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