JAVIER TUSELL - Prisa Revistas
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LIBERTAD, LIBERALISMO Y ABSTRACCIÓN<br />
frase antes mencionada, tan cara al liberalismo,<br />
“mi libertad termina donde empieza<br />
la libertad de los demás”, sea menos<br />
inocente de lo que parece. Esa frase considera<br />
a la libertad como una propiedad<br />
individual –la relación con el concepto<br />
de propiedad no es, por supuesto, casual–,<br />
de tal modo que la libertad ajena<br />
se presenta siempre como enemiga de la<br />
propia, ya que si el otro no existiera o renunciara<br />
a su libertad los límites de mi<br />
libertad se verían ampliados. Llevando al<br />
límite ese supuesto, la relación social se<br />
convierte en competitividad, en lucha entre<br />
libertades que tienden a anularse mutuamente,<br />
lo cual constituye el verdadero<br />
supuesto de la ideología liberal. En efecto,<br />
la lógica interna de esta concepción<br />
competitiva lleva a extender los límites<br />
de la libertad individual hasta donde el<br />
individuo pueda o le dejen: el único límite<br />
entre libertades lo determina el poder<br />
de cada una de ellas. Si, por el contrario,<br />
se considera a la libertad como un<br />
modo de relación –en términos hegelianos<br />
como la superación de la dialéctica<br />
del amo y el esclavo–, la competitividad<br />
deja paso a una concepción universal: sólo<br />
en este supuesto podrían ser libres todos<br />
los que intervienen en esa relación social.<br />
Porque es ocioso añadir que en un<br />
esquema competitivo resulta inevitable<br />
que unos ganen y otros pierdan, que es lo<br />
que ha sucedido.<br />
Llegamos así a la verdadera opción<br />
que está en la raíz de las diferentes formas<br />
de entender la libertad y que consiste<br />
en una opción ante su carácter universal.<br />
El liberalismo parte del supuesto<br />
–consciente o inconsciente, explícito o<br />
implícito– de que la libertad es un atributo<br />
del individuo que debe desarrollarse<br />
en una situación de competencia con los<br />
demás, y eso le lleva a considerar abstractamente<br />
a cada sujeto como una totalidad<br />
autónoma y comprensible por sí<br />
misma. La sociedad vendrá, por añadidura<br />
11 , del libre juego entre esas autonomías<br />
absolutas. De ese modo la libertad<br />
resulta compatible con las relaciones que<br />
hemos llamado de dominio, en la medida<br />
en que cada libertad extiende su poder<br />
hasta donde la realidad se lo permita, de<br />
manera que los grados de libertad dependerán<br />
del resultado de esa competencia.<br />
Admitiendo, desde luego, algunas cautelas<br />
legales reducidas a asegurar que ese<br />
11 “La sociedad no existe”, solía decir Margareth<br />
Thatcher.<br />
juego se desarrolle según reglas que eviten<br />
el descontrol en la lucha por el poder.<br />
Por el contrario, si se considera a la<br />
libertad como una forma de relación social,<br />
el acento se pone en la sociedad misma:<br />
es ésta la que será o no será libre en<br />
la medida en que se superen los vínculos<br />
de dominación o unos individuos se conviertan<br />
en meros instrumentos productivos<br />
al servicio de otros 12 . Si la palabra no<br />
estuviera tan contaminada por una larga<br />
historia de abusos semánticos, podríamos<br />
llamar socialismo a este modo de entender<br />
la libertad que, a diferencia del liberal,<br />
tiende a una validez universal. La sociedad<br />
no es considerada como un mero resultado<br />
de las interacciones de los individuos<br />
sino como el punto de partida que<br />
constituye a los hombres como tales. Pero<br />
evitando a la vez toda hipóstasis abstracta<br />
que pretenda situarse por encima<br />
de los sujetos concretos que la forman,<br />
como el concepto de un Estado totalizador<br />
cuya omnipotencia pudiera exigir el<br />
sacrificio de la libertad de los hombres de<br />
carne y hueso sujetos a su dominio. Es<br />
decir, los miembros de la sociedad no son<br />
individuos en el sentido liberal de la palabra<br />
ni partes integrantes de una totalidad<br />
autosubsistente, sino sujetos en relación, y<br />
esas relaciones son las que definen su<br />
existencia concreta.<br />
Ambas formas de concebir la libertad<br />
son ideológicas y no es posible demostrar<br />
científicamente la superioridad de una<br />
sobre otra. Ambas se asientan, en último<br />
término, en opciones éticas cuyo tratamiento<br />
sería motivo de otra discusión.<br />
Lo que hemos querido poner de manifiesto<br />
es la mistificación que se produce<br />
cuando una ideología trata de presentarse<br />
a sí misma como el resultado necesario<br />
de leyes naturales o divinas, convirtiendo<br />
la legitimación de las distintas formas de<br />
poder en una exigencia metafísica y<br />
transformando las abstracciones en entidades<br />
subsistentes. Y para ello tanto da<br />
que esas abstracciones asuman el rostro<br />
de solemnes realidades escritas con mayúscula<br />
como que pretendan ocultarse<br />
tras la seudoconcreción del concepto de<br />
“individuo”. Ni el Estado ni los individuos<br />
constituyen absolutos autónomos:<br />
12 Esta idea tiene sus raíces en la famosa formulación<br />
del imperativo categórico de Kant (“Trata<br />
a la humanidad, tanto en tu persona como en la<br />
persona de cualquier otro, siempre como fin y no<br />
sólo como medio”). Aun cuando Kant no haya sacado<br />
demasiadas consecuencias políticas de esta<br />
fórmula y su concepción de la libertad coincida en<br />
buena medida con la del liberalismo naciente.<br />
la verdadera discusión radica en las formas<br />
de relación posibles que pueden establecer<br />
entre sí los únicos seres de este<br />
planeta a quienes las leyes naturales no<br />
ahorraron el trabajo de definirlas por sí<br />
mismos. Y por favor: no carguemos a<br />
una naturaleza, que bastante trabajo tiene<br />
con salvar un equilibrio ecológico gravemente<br />
amenazado, con la responsabilidad<br />
suplementaria de legitimar las estructuras<br />
sociales que inventamos los<br />
hombres. n<br />
Augusto Klappenbach es catedrático de Filosofía<br />
de Instituto.<br />
36 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 85