JAVIER TUSELL - Prisa Revistas
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CUBA Y ESPAÑA: EL MUNDO<br />
bras de aquel país mítico de que<br />
me hablaba mi abuelo, sé que<br />
en ningún lugar ha estado tanto<br />
España en Cuba como en su literatura.<br />
No es que se trate de<br />
atravesar el espejo porque me<br />
sienta mejor del otro lado, no es<br />
que me apoye en la literatura<br />
porque sea de todos los mundos<br />
el único que me importa. Se trata<br />
de una indiscutible certeza.<br />
Lo más hermoso y permanente<br />
que España nos ha dejado es la<br />
obsesión de su fantasía escrita.<br />
Los avatares de nuestra literatura<br />
reflejaron siempre una pelea<br />
saludable en contra y a favor de<br />
los modelos peninsulares. La literatura<br />
cubana, como cualquier<br />
otra del resto del continente, comenzó<br />
imitando los modelos españoles.<br />
Los primeros balbuceos<br />
en ese mundo son un largo poema<br />
en octavas reales, con reminiscencias<br />
del Garcilaso de las<br />
Églogas, y una comedia titubeante,<br />
a medio camino entre Lope<br />
y Calderón. Luego, a medida<br />
que Cuba pasaba de tierra de<br />
tránsito, de factoría, a isla y país,<br />
el primer gran poeta vio su espíritu<br />
romántico constreñido<br />
por la retórica del XVIII, e intentó<br />
hallar inútilmente, con<br />
formas españolas, un tono nacional.<br />
La preocupación de estos<br />
primeros escritores, criollos en<br />
la sensibilidad, españoles en el<br />
pensamiento, en cierto modo<br />
condiciona una preocupación<br />
que se hallará casi siempre entre<br />
nosotros: el deseo de ser civilizados,<br />
de no desmerecer frente a<br />
Europa. (¿Y no fue ésta acaso<br />
durante años la inquietud de España<br />
frente al resto del continente,<br />
aquella famosa dicotomía<br />
entre españolismo y europeísmo<br />
que tanto perturbó el sueño de<br />
la generación del 98?). Después,<br />
como se supondrá, Cuba volvió<br />
los ojos hacia Francia. Para tomar<br />
la frase de don Miguel de<br />
Unamuno, hablamos horrores<br />
de España como perfectos españoles.<br />
Se iniciaron las guerras de<br />
independencia. Era la época dichosa<br />
de Manuel Gutiérrez Nájera,<br />
de Julián del Casal y de ese<br />
titán llamado Rubén Darío.<br />
También fueron los años en que<br />
el cubano José Martí comenzó<br />
su labor de poeta y revolucionario.<br />
Detengámonos un breve<br />
instante: José Martí, un hombre<br />
inaudito que al propio tiempo<br />
que ayudaba a fundar una nación<br />
escribía una prosa, brillante,<br />
complicada, y componía endecasílabos<br />
raros con los que<br />
ayudaba a fundar un movimiento<br />
poético: el Modernismo. ¿Y<br />
no llama la atención que el<br />
hombre que arrebató a España<br />
las últimas de sus colonias escribiera<br />
en Versos sencillos: “Para<br />
Aragón en España / tengo yo en<br />
mi corazón, / un lugar todo Aragón<br />
/ franco, fiero, fiel, sin seña”?<br />
¿No llama la atención que<br />
este hombre, de padre valenciano<br />
y madre canaria, educado en<br />
Madrid y Zaragoza, en medio<br />
de la batalla por la que sacrificaría<br />
tantas cosas, hasta la vida, incitara<br />
desde el periódico Patria a<br />
la igualdad entre españoles y<br />
criollos?<br />
La generación del 98, cuyo<br />
centenario está conmemorando<br />
todo el que hable nuestro idioma,<br />
tuvo en la isla tantas repercusiones<br />
como en España. El tono<br />
apasionado y severo de Unamuno,<br />
la preocupación de<br />
Azorín por las “pequeñas cosas”,<br />
el buen gusto maravillosamente<br />
decadente de Valle, la prosa<br />
anarquista de Baroja, el verso<br />
limpio de Machado, provocaron<br />
acciones y reacciones, es decir,<br />
hicieron vivir a la cultura cubana.<br />
La que, a mi modo de ver, se<br />
halla entre las más excitantes novelas<br />
publicadas en español<br />
durante el siglo pasado, La Regenta,<br />
junto con el gigantesco<br />
esfuerzo de Benito Pérez Galdós,<br />
ayudaron a conformar las<br />
primeras narraciones importantes<br />
en Cuba. La figura provocadora<br />
y controversial de Ortega y<br />
Gasset y la Revista de Occidente,<br />
que sirvieron para ir al encuentro<br />
con lo más actual del pensamiento<br />
en la primera mitad del<br />
siglo.<br />
Lo que sucedió después, ya se<br />
sabe. Federico García Lorca, que<br />
acababa uno de sus libros más<br />
grandes, Poeta en Nueva York,<br />
obsesionado ya con la idea inexplicable<br />
de El público, se alucinó<br />
en La Habana, y fue huésped de<br />
los hermanos Loynaz en aquella<br />
casa quimérica, elegante, al borde<br />
del mar, que Dulce María<br />
inmortalizó en su novela Jardín.<br />
Manuel Altolaguirre publicando<br />
a Shelley en ediciones bilingües.<br />
El doctor Gustavo Pittaluga dialogando<br />
sobre el destino de Cuba.<br />
El poeta caprichoso y arbitrario,<br />
Juan Ramón Jiménez,<br />
reuniendo poemas para una antología<br />
que haría época, de la<br />
que aún se habla, La poesía cubana<br />
de 1936, e influyendo en<br />
José Lezama Lima y los demás<br />
poetas de Orígenes, e incluso fiel<br />
a su destino beligerante provocando<br />
el cisma de Lezama y Rodríguez<br />
Feo (el pleito de Juan<br />
Ramón contra Vicente Aleixandre<br />
y Jorge Guillén influyendo<br />
en la cultura cubana). La presencia<br />
luminosa de María Zambrano,<br />
descubridora –española<br />
al fin– de “la Cuba secreta”. El<br />
paso por La Habana, inolvidable<br />
por supuesto, de uno de los más<br />
extraordinarios poetas españoles<br />
de todos los tiempos, Luis Cernuda.<br />
Y tantos y tantos otros con<br />
quienes se podía borrar en algo<br />
nuestra condición aislada, nuestra<br />
fatal condición de isla.<br />
Es preciso revelar que, para<br />
los cubanos, la llegada de un libro<br />
o de un poeta de tierra firme<br />
provoca júbilo semejante al que<br />
debieron sentir los primeros habitantes<br />
de La Habana al ver entrar<br />
la Flota en la bahía. Es algo<br />
que, por un momento al menos,<br />
contradice aquella terrible definición<br />
del Diccionario de la Academia<br />
de que isla es “porción de<br />
tierra rodeada de agua por todas<br />
partes”. Por mucho tiempo, hemos<br />
esperado la llegada de un libro<br />
de México, de Buenos Aires,<br />
de Madrid y Barcelona. Hace<br />
años, eran las publicaciones<br />
de la Residencia de Estudiantes,<br />
de Rafael Caro Raggio, de Aguilar,<br />
de la viuda de Luis Tasso,<br />
gracias a la cual tuvimos a todo<br />
Balzac. Más tarde serían Seix Barral;<br />
Alfaguara; Tusquets; Alianza<br />
Editorial, con las hermosas<br />
cubiertas de Daniel Gil; Pedro<br />
Salinas, que nos hizo conocer a<br />
Proust; José María Valverde, que<br />
desveló Ulysses. Y si es cierto que<br />
durante los primeros tiempos de<br />
la Revolución conocimos una<br />
intensa vida editorial, desde hace<br />
algunos años, con el endurecimiento<br />
de la pobreza económica<br />
de Cuba, el libro, que llega<br />
de cualquier parte pero en primer<br />
lugar de esta tierra, se ha<br />
convertido en el mejor modo de<br />
conjurar el encierro que provocan<br />
la historia y el mar.<br />
Se comprenderá, pues, que<br />
mediante el idioma hemos llegado<br />
los cubanos a España, y de<br />
ella al resto del mundo. Se comprenderá<br />
que es algo más que un<br />
idioma, porque es un puente,<br />
un gran puente que, aunque no<br />
se le ve, ha estado siempre salvándonos<br />
del persistente aislamiento.<br />
Sin hablar, claro está, de<br />
la acogida que aquí han recibido<br />
tantos hermanos que han conocido<br />
la inclemencia del exilio.<br />
Gastón Baquero, uno de los mejores<br />
poetas cubanos, debió vivir<br />
en Madrid 37 años; en Madrid<br />
murió, sin volver a Cuba. España<br />
ha sido para nosotros un modo<br />
de estar en el mundo. Y<br />
cuando uno se siente acorralado<br />
en la isla, encerrado, frente al<br />
mar, mirando esa línea no tan<br />
imaginaria del horizonte, y recuerda,<br />
como mi abuelo don<br />
Ramón Pazó, que hay países extensos,<br />
de geografía múltiple y<br />
diferentes almas, países que representan<br />
sumas de países, con<br />
desiertos y montañas, y nieves, y<br />
grandes ciudades y primaveras,<br />
se reconcilia uno entonces con la<br />
vida, con la isla, deja de aterrarse<br />
con los espacios infinitos y<br />
siente, como aquellos primeros<br />
habaneros que con los ojos esperanzados<br />
veían entrar la Flota<br />
en la bahía, el consuelo de saber<br />
que el mundo es algo que existe<br />
en realidad y al que uno, a pesar<br />
de todo, pertenece. n<br />
Abilio Estévez es novelista. Autor de<br />
Tuyo es el reino.<br />
62 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 85