JAVIER TUSELL - Prisa Revistas
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EL CENTRISMO DEL PP<br />
La excepción fueron (y son en la actualidad)<br />
los ultraliberales del tipo de Hayek.<br />
Su muy posterior libro titulado La fatal<br />
pretensión. Los errores del socialismo<br />
mantiene esa interpretación. Para él la única<br />
cooperación aceptable entre seres humanos<br />
es la que nace de la voluntad, el mercado<br />
y el capitalismo; el deseo de modificar<br />
las leyes económicas es “una pretensión intolerable”.<br />
“Justicia social es algo parecido<br />
a un fraude semántico, como democracia<br />
popular”, llega a decir. En la primacía que<br />
concede al liberalismo sobre la democracia<br />
–como si ambos fueran disociables en el<br />
momento actual– llega a proponer que las<br />
elecciones se celebren tan sólo tras periodos<br />
temporales muy largos y sin que las<br />
decisiones de los políticos tengan la posibilidad<br />
de afectar a lo que considera como<br />
reglas inmutables de la economía.<br />
Este género de interpretación ha tenido<br />
un éxito tardío en España. Cierto género<br />
de derecha española siempre ha considerado<br />
que el liberalismo económico (o<br />
lo que ella entendía por tal, que no es lo<br />
mismo) revestía todo el respeto que siempre<br />
merece la ciencia más exquisita. A estas<br />
filas se han sumado algunos antiguos<br />
izquierdistas que tienen la pretensión de<br />
justificar, así, un cambio de postura. Es<br />
dudoso que la hayan llevado a cabo: se<br />
trata de personas que mantienen posiciones<br />
de principio (cuasirreligiosas, en definitiva)<br />
y que permanecen en ese terreno a<br />
pesar de que pueda dar la sensación que su<br />
adscripción ha cambiado. En un nivel intelectual<br />
de mayor altura que el PP resulta<br />
interesante traer a colación la polémica<br />
mantenida entre el financiero George Soros<br />
y el escritor Mario Vargas Llosa. Mientras<br />
que el primero critica las limitaciones<br />
del mercado, el segundo, antiguo izquierdista,<br />
le responde como si se tratara de un<br />
peligroso intervencionista. La religión del<br />
mercado viene a ser, por tanto, para muchos<br />
la transfiguración de la antigua pasión<br />
revolucionaria. Curiosamente la caída<br />
del comunismo, al hacer desaparecer el<br />
adversario más evidente, ha acentuado el<br />
radicalismo en las interpretaciones de los<br />
ultraliberales. La juzgan como si hubiera<br />
supuesto no sólo la descalificación del totalitarismo<br />
comunista sino también de la<br />
socialdemocracia, destinada, por tanto, a<br />
desaparecer en el transcurso de muy poco<br />
tiempo. Suelen emplear la denominación<br />
“socialismo arrepentido” para referirse al<br />
que en los noventa ha vuelto a resurgir<br />
pujante en toda Europa. Sería mucho más<br />
coherente considerar que en el pasado<br />
existió un socialismo democrático que padeció<br />
un desvarío peligroso, ya superado.<br />
En un nivel inferior merece la pena<br />
referirse en unas líneas a lo que publicistas<br />
españoles influidos por este tipo de ideario<br />
dicen en folletos, libros y artículos.<br />
Tomemos, por ejemplo, a Lorenzo Bernaldo<br />
de Quirós. En lo que escribe, con<br />
pretensiones de ser verdad científica indiscutible,<br />
se encuentran afirmaciones como<br />
que los sindicatos no hacen otra cosa que<br />
reducir los salarios en la práctica, mientras<br />
que la justicia social carece de contenido<br />
en una sociedad abierta y representa “la<br />
nostalgia de la tribu”. El Estado y la Seguridad<br />
Social no solo carecen de respetabilidad<br />
sino que son “drogas”. El intervencionismo<br />
económico del Estado es también<br />
una forma de tribalismo y la<br />
progresividad fiscal debe ser evitada. El<br />
bienestar social no existe porque sólo es<br />
posible el individual. El Estado sólo debe<br />
atender a la defensa, el orden público y la<br />
estabilidad monetaria; no tiene, por tanto,<br />
ningún contenido social o redistributivo.<br />
La burocracia es una máquina onerosa cuyo<br />
fin social es tan sólo el progreso de los<br />
burócratas. Tanto entusiasmo antiintervencionista<br />
resulta curiosamente compatible,<br />
en buena parte de este ultraliberalismo<br />
(como en la mayoría del neoconservadurismo<br />
norteamericano) con una<br />
presencia de lo religioso que para otros<br />
debiera quedar restringido al ámbito de lo<br />
privado en la esfera pública. En Nueva<br />
Revista, por ejemplo, se puede leer un artículo<br />
de Paul Johnson proponiendo que<br />
“devolvamos su sitio a Dios, ahora que ya<br />
se acerca el milenio”.<br />
Lo curioso del ultraliberalismo es que<br />
constituye una inversión de lo mismo que<br />
él ha solido criticar en otros. Desde ese<br />
punto de vista resulta significativo comprobar<br />
que alguna de las objeciones más<br />
duras que se le han hecho no proceden de<br />
la izquierda, sino de una derecha capaz de<br />
aceptar para sí el calificativo de conservadora.<br />
Estos conservadores clásicos –por<br />
ejemplo, el teórico británico John Gray–<br />
consideran que el ultraliberalismo viene a<br />
ser una ideología más de la Ilustración,<br />
otra más de las concepciones que encuentran<br />
en una receta la solución a todos los<br />
problemas del mundo. Para ellos este género<br />
de nueva derecha niega la Historia y<br />
la vitalidad de las tradiciones culturales y<br />
parte de que el mercado por sí solo podrá<br />
coordinar y resolver todas las empresas<br />
humanas. Pero extender al mercado muchos<br />
campos de lo humano es inapropiado<br />
o contraproducente. Aplicarlo a terrenos<br />
como la cultura o el medio ambiente<br />
es un error que puede tener consecuencias<br />
graves e incluso irreversibles.<br />
Muchas de las propuestas del ultraliberalismo<br />
parten de la simplificación de<br />
los problemas exhibiendo como soluciones<br />
unos talismanes taumatúrgicos. El<br />
mercado, como todas las instituciones humanas,<br />
es imperfecto y perfectible, dicen,<br />
con razón, esos conservadores. El Estado<br />
mínimo, que proponen los ultraliberales,<br />
no sólo no es una tendencia actual, sino<br />
que resulta una propuesta, peor que carente<br />
de información, vacía de contenido.<br />
La sociedad civil misma puede ser debilitada<br />
por la metamorfosis del Estado en<br />
una especie de empresa; a menudo el verdadero<br />
problema consiste en recrear la ética<br />
del servicio público sin desmantelar el<br />
Estado. En su megalomanía, los ultraliberales<br />
suelen olvidar que el papel de la política<br />
no consiste en ofrecer soluciones instantáneas<br />
y milagreras sino que es una tarea<br />
desesperadamente humilde y de<br />
imaginativa improvisación sin fin. En el<br />
liberalismo, pensadores como Berlín resultan<br />
de mucha mayor actualidad que el<br />
paleoliberalismo derivado de Hayek.<br />
Concluyamos recordando que en España<br />
también desde las filas conservadoras<br />
ha existido un crítico acerado del ultraliberalismo,<br />
Miguel Herrero, una de las cabezas<br />
políticas españolas mejor amuebladas.<br />
Una frase suya reciente –“la señora<br />
Thatcher era muy de derechas y muy poco<br />
conservadora”– expresa de forma perfecta<br />
lo que se ha querido decir líneas<br />
atrás. De ahí que el resultado de la acción<br />
gubernamental de esa dirigente británica<br />
haya sido en muchos casos provocar una<br />
grave erosión en determinadas instituciones<br />
sociales de larga tradición y óptimas<br />
representantes de la llamada sociedad civil,<br />
de la que se proclama ferviente defensora<br />
la derecha, como son las Universidades.<br />
Un aspecto muy peculiar del PP como<br />
versión reciente de la derecha española<br />
es su peculiar propensión a la confrontación<br />
con los movimientos nacionalistas<br />
periféricos. Tras el resultado de las elecciones<br />
de 1996 esa tendencia no ha tenido<br />
otro remedio que desdibujarse, pero no<br />
hace tanto tiempo que el propio Aznar<br />
describía al PNV como “el pasado” y daba<br />
como realidad irreversible el “matrimonio”<br />
entre los catalanistas y el PSOE. En<br />
cualquier momento, en plena campaña<br />
electoral, puede repetir estas afirmaciones.<br />
Han sido principalmente dos autores que<br />
cuentan entre los preferidos por los dirigentes<br />
del PP quienes más se han esmerado<br />
en lanzar las más duras diatribas en<br />
contra de los nacionalistas. En una recopilación<br />
de artículos aparecida bajo el título<br />
Cuestión de fondo, Vidal Quadras atribuye<br />
8 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 85