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que aquél se daba al viento. Esto se realizaba extraordinariamente —128&#8594;<br />

en la proclamación y jura de nuevo soberano, en la canonización de Santa<br />

Rosa, y tal cual vez en su fiesta; y ordinariamente dos veces cada año -el<br />

6 de enero y el Jueves Santo-. Estas exhibiciones se efectuaban del modo<br />

siguiente:<br />

El 1.º de enero elegía el ayuntamiento los dos alcaldes que debían regir<br />

la ciudad en el curso del año, de entre los vecinos más notables, sin ser<br />

condición precisa nombrarlos del seno del ayuntamiento.<br />

Los nuevos alcaldes se presentaban a la ciudad en un gran paseo, que tenía<br />

lugar en los días 6 y 7 de enero y que se llamaba el paseo del estandarte<br />

de los alcaldes. El día 6, a las cuatro de la tarde, salía de casa del<br />

alcalde de primer voto toda la corporación municipal a caballo, en<br />

dirección al Cabildo, donde se les unía el Alférez Real, también a<br />

caballo, con el estandarte. Luego desfilaba la comitiva en el orden<br />

siguiente:<br />

Los clarines y los timbales de la ciudad.<br />

Los maceros, llevando las grandes mazas de plata con las armas de Lima.<br />

El Alférez Real, con el estandarte, en medio de les alcaldes. Casi siempre<br />

aquél cedía al primer alcalde, en esta ceremonia, el derecho de llevar el<br />

estandarte en el trayecto de las principales calles.<br />

Los regidores del Cabildo.<br />

Los síndicos (que no eran perpetuos, sino empleados a sueldo) y los<br />

asesores.<br />

Luego los alguaciles, porteros y demás muchitanga, cerrando la marcha los<br />

pajes de los cabildantes con sus respectivas libreas.<br />

Este fastuoso cortejo se dirigía a la Alameda de los Descalzos, invadida<br />

con anticipación por todas las calesas y carruajes de la ciudad; recorría<br />

después las principales calles, se detenía en la puerta de la que fue casa<br />

de Francisco Pizarro, donde el Alférez Real batía el estandarte, y por fin<br />

se dispersaba en el domicilio del alcalde de primer voto.<br />

Allí se colocaba, en un altar preparado al efecto, el estandarte de la<br />

ciudad, rodeado de farolillos y luces de colores, y luego seguía una<br />

soirée o tertulia, ofrecida por el alcalde a sus amigos y familias de la<br />

aristocracia. No pocas veces concurrió el virrey a la fiesta doméstica.<br />

Al día siguiente, 7 de enero, recibían los alcaldes en casa del de primer<br />

voto las visitas de felicitación; y a las cuatro de la tarde se formaba<br />

otra vez la comitiva de la víspera, y después de igual paseo era<br />

depositado el estandarte en el Cabildo.<br />

En la noche lo hacía enfundar el Alférez y lo trasladaba a su casa. Así<br />

como el sello de la Real Audiencia era guardado en la habitación del<br />

canciller o guardasello, cargo que hoy correspondería ejercer a nuestro<br />

colega el doctor don Mariano Amézaga, descendiente del conquistador Diego<br />

—129de Agüero, primer alcalde de Trujillo, así el Alférez Real de<br />

Lima custodiaba en su domicilio el estandarte de la ciudad.<br />

Olvidábamos apuntar que la noche en que dormía el estandarte en casa del<br />

alcalde, se le cosía por la esposa, hija o deudas de éste un parchecito de<br />

raso amarillo, en el que, con letras bordadas o doradas, se leía una<br />

inscripción conmemorativa. De suponer es que la primitiva tela del<br />

estandarte habría desaparecido ofuscada por tanto pegote; pues éstos<br />

serían ya los que la sostendrían pegada al asta.

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